ANOTACIONES AL MARGEN
Matar al brujo
Por Estanislao Giménez Corte

I

Un tema, recurrente y obsesivo, y unas tesis, no menos repetidas, definen de forma preclara algunas de las obras más relevantes de la ciencia ficción del siglo XX. El primero puede expresarse en una sentencia de eco definitivo y rasgo apocalíptico: el futuro llegó y es espantoso. Las tesis se multiplican al infinito pero son susceptibles de englobarse en algunos tópicos macro: el único responsable de ese espanto es el hombre (1); las consecuencias de las creaciones humanas se tornan incontrolables (contaminación) o pretenden rebelarse (robótica); tienen efectos irreversibles (explosiones nucleares); o intentan disputar el poder humano y/o ser autónomos (cibernética, tecnología informática, mutantes). El escenario expuesto puede describirse como desmadrado (ciudades hiperpobladas e hipercontaminadas), enloquecido (los sistemas se salen de control o colapsan) o desértico (contexto post nuclear). Pero este panorama es, en una abrumadora mayoría de los casos, la consecuencia de la alevosa aceleración de los procesos -productivos, económicos, culturales y en especial tecnológicos- generados por el hombre (se insiste), que en un momento pierde la facultad de administración, o su poder de decisión, sobre los instrumentos diseñados originalmente para mejorar sus condiciones de vida, como la metáfora tradicional del aprendiz de brujo, a quien su creación se le hace imposible de dominar.

II

Por supuesto, un entendido en la materia agregará cientos de posibilidades o marcará omisiones, pero el interés de este escrito es esencialmente sopesar el alcance del tema que, de acuerdo con nuestra visión, agrupa el planteo existencial de fondo: el futuro; o más bien, el terror al futuro; o más bien, el terror que ese futuro despierta, en tanto lo inferimos (o lo sabemos) espantoso. Clásicos de la literatura como "1984" (Orwell), "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?" (Dick, luego adaptada al film "Blade Runner"); películas como "Brazil" (Gilliam), "Doce Monos" (Gilliam), "Minority Report" (Spielberg), "Matrix" (Wachowski), o cómics como "Akira" (Otomo) pueden representar a grandes rasgos lo que aquí se expone. En ellas una serie más bien limitada de cuestiones trascienden a la propia característica de la obra: en parte evidencian una brutal crítica a la ciencia, el progreso y la "razón"; en parte amuchan teorías conspirativas o de complots, bajo la sospecha de que el mundo, efectivamente, ha enloquecido.

III

Pero la pregunta sobre el futuro o su imposibilidad no es patrimonio exclusivo de la ciencia ficción. La sociología, el arte, la filosofía lo han tratado, quizás replicando el mismo marcado escepticismo sobre la condición humana y su habilidad para esperar algo de ese porvenir, como no sea el cadalso. Puede agregarse, acaso como germen para una idea de relato, una noción radicalizada que va en contrario (y que se ha planteado desde la ciencia): el futuro no puede comenzar, porque éste es sustancialmente un relato, un relato sustentado en una creencia, en una creencia (de progreso y bienestar) que ha desaparecido o muerto. En éste, el hombre, temeroso de su propia mano que esboza con inconsciente trazo lo que viene, hundido en su desesperación por un presente que se precipita irreversible hacia el desastre, aguarda inmóvil, queriendo aferrarse a ese "ahora", el desenlace de la profecía autocumplida.

(1) A excepción de la presencia de extraterrestres y alienígenas, que no tratará esta nota[email protected]