Un baño de sangre con acento ruso
Promesas del Este. "Eastern promises", 2007, Reino Unido, Canadá y USA. Dirección: David Cronenberg. Guión: Steve Knight. Interpretación: Viggo Mortensen, Naomi Watts, Vincent Cassel, Armin Mueller-Stahl, Sinéad Cusack, Jerzy Skolimowski. Producción: Paul Webster y Robert Lantos. Música: Howard Shore. Fotografía: Peter Suschitzky. Montaje: Ronald Sanders. Diseño de producción: Carol Spier. Vestuario: Denise Cronenberg. Duración 100 minutos.

La acción transcurre en Londres, en el submundo de la mafia rusa, conocida como Vory V Zakone.

Comienza con un hecho trágico y sangriento: una adolescente muere al dar a luz una bebé, en medio de una terrible hemorragia provocada por malos tratos que han quedado grabados en su cuerpo con marcas indelebles, pero también, han quedado registrados en un diario íntimo que la médica obstetra que la atendió en el hospital conserva con el fin de tratar de ubicar a sus familiares.

Anna (Naomi Watts), la joven profesional, se encuentra con una primera dificultad, el diario está escrito en ruso, pero como casualmente ella también es hija de un ruso inmigrante, ya fallecido, pretende que uno de sus tíos lo traduzca para develar el misterio que rodea a la anónima adolescente, muerta en tan trágicas circunstancias. La mueve la compasión hacia la pequeña recién nacida, a quien quiere salvar de un destino incierto, en el que deambularía de institución en institución, sin familia y sin afectos.

Su tío y su madre tratan de desalentarla, intuyendo que se meterá en problemas, ya que es evidente que la jovencita ha estado en manos de la cruel mafia rusa.

No obstante, Anna avanza y se va metiendo cada vez un poquito más en ese oscuro y violento mundo, cuya puerta se le abre en el restaurante que regentea el anciano jefe de la organización mafiosa, Semyon (Armin Mueller-Stahl). Allí también conoce a Nikolai Luzhin (Viggo Mortensen), chofer de la familia de Semyon y lugarteniente de su hijo Kirill (Vincent Cassel), un joven desequilibrado que no sabe manejar el enorme poder que ha heredado de su despiadado padre.

El guión de Steve Knight no se caracteriza por su originalidad, es una historia lineal de violencia y corrupción, protagonizada por los restos de un pueblo en decadencia y en el exilio, que contrasta con el mundo aparentemente normal que funciona en paralelo. Dos realidades que a veces colisionan y se contaminan una a otra, dejando huellas en ambos lados, pero sin llegar a que se produzca una verdadera integración.

El hallazgo está en el estilo que aporta Cronenberg, dueño de una estética que exalta la crueldad sin disimulo, obligando al espectador a observar las situaciones más crueles y sangrientas, sin atenuantes ni metáforas ni discretas desviaciones de cámara. Cronenberg expone todo en crudo y en primerísimo plano, lo que provoca un shock visual y emocional, al tiempo que presenta a personajes ambiguos como Nikolai, marcado por un tormentoso pasado que lo ha vuelto cruel y compasivo al mismo tiempo, o la misma Anna, que llevada por sus buenas intenciones, no vacila en negociar con los propios matones que han sido los responsables de la trágica muerte de la muchachita parturienta.

Cronenberg apela a un relato hiperrealista, que por momentos bordea la exageración inverosímil, y a una poética entre amarga y esperanzada, un contraste, una tensión entre el odio y el amor, la vieja lucha entre el bien y el mal, la vida y la muerte, jugada en las claves del mundo del siglo XXI. Un mundo atravesado por conflictos que trascienden las fronteras y que lejos de resolverse, van complejizando la vida de las sociedades contemporáneas avanzando como metástasis de un cáncer de difícil control.

Se destaca la labor actoral de Viggo Mortensen, que logra dotar a su personaje de matices y rasgos expresivos plenos de humanidad. En tanto que los otros protagonistas no logran superar la corrección y hasta cierta estereotipia desprovista de verdaderas emociones.

Laura Osti