El nacionalismo es uno de los fenómenos más controvertidos y ambiguos que se manifiestan en la historia y en el devenir político. Fluctúa desde valencias positivas (los movimientos de independencia que dieron nacimiento a la Argentina, por ejemplo) a la exacerbación patriótica incentivada por fanatismos varios. "El nacionalismo viene en múltiples formas; algunas benignas y tranquilizadoras, otras escalofriantes", sentencia al comienzo de su libro sobre el tema Craig Calhoun, investigador y profesor de Ciencias Sociales en la Universidad de Nueva York.
"El nacionalismo tiene tres dimensiones. Primero, está el nacionalismo como discurso: la producción de una comprensión y una retórica cultural que hace que la gente, en todo el mundo, piense y encuadre sus aspiraciones en términos de la idea de nación e identidad nacional; y la producción de versiones particulares del pensamiento y el lenguaje nacionalistas en situaciones y tradiciones particulares. Segundo, se ubica el nacionalismo como proyecto: los movimientos sociales y las políticas estatales a través de las cuales intenta hacer progresar los intereses de aquellos colectivos pensados como naciones, persiguiendo una mayor participación en algún Estado ya existente, la autonomía nacional, la independencia y autodeterminación o el amalgamiento de los territorios, generalmente en algún tipo de combinación (o en una progresión histórica). Tercero, existe el nacionalismo como evaluación: ideologías políticas y culturales que afirman la superioridad de una nación en particular..."