Región: REG-06
Editorial
El fin de la tregua

La tregua acordada por las entidades del campo con el gobierno nacional está llegando a su fin. Luego de un mes, los resultados han sido objetivamente escasos. Las reuniones mantenidas dejaron de todo, fundamentalmente una preocupante escasez de vocación por resolver los problemas de fondo.

En el medio, todo tipo de presiones, agravios, aprietes y provocaciones que, por suerte, no causaron el efecto buscado. Después, el humo. Durante una semana, la ciudad de Buenos Aires estuvo envuelta en una densa capa de todas las tonalidades del gris como nunca antes en su historia. Para el Gobierno Nacional, se trató de una clara maniobra del campo para "atacar" con otro golpe bajo, al que se se le suma el desabastecimiento y el corte de rutas.

Por último, la enorme división dentro del esquema mismo del poder, que se reflejó en las idas y vueltas entre halcones y palomas, siendo los primeros quienes terminaron imponiendo la voluntad del ex presidente en todo momento.

La estrategia oficial, lejos de intentar solucionar el reclamo puntual, estuvo planteada en una campaña mediática apuntada al descrédito y al doble discurso: atacar al campo -muchas veces con golpes bajos y burdos- y luego llamar a la reconciliación. Claro que para ello nunca ofreció nada a cambio.

La imagen oficial se sigue desdibujando, aferrada a un matrimonio que ejerce el poder sin escuchar críticas. La sumatoria de gruesos errores sigue conspirando en su contra, demostrando que en la casa rosada la tozudez se ha impuesto al sentido común. Confundir al campo y a la prensa con un enemigo mortal demuestra el laberinto mental en el que se encuentran y del que no parecen demostrar lucidez para salir a tiempo.

Es preocupante observar la manera en que se vuelven a cometer los mismos errores del pasado en nuestro país. El populismo pudo haber demostrado su eficacia para construir poder, pero aferrarse a él también demostró ser la ruina de otras administraciones del pasado, y también lo puede ser de éste.

El cambio de ministros tampoco parece ser la solución necesaria, siendo que el cambio de figuras no representa la instalación de una política productiva nacional, que es en definitiva el reclamo de fondo. Esto parece sencillo de entender, pero cuando es la ideología la que prevalece, las posiciones se endurecen más.

Todo parece indicar que la lucha sigue. Sólo resta saber cómo y dónde. Seguramente, a partir de esta semana los ojos del país se volverán a fijar en Gualeguaychú.