Opinión: OPIN-06
Al margen de la crónica
Otra vez mataron al mensajero

Martín Lousteau, después de juntar mucho coraje, tuvo en algún momento la mala idea de ir a decirle a la presidenta que esto de la inflación se estaba convirtiendo en un problema serio. Y lo mataron.

Debió dejar el cargo de ministro de Economía de noche, y minutos después estaba designado su reemplazante, un incondicional de Néstor, que seguramente se cuidará muy bien de gritarle a sus jefes lo que no quieren escuchar ni en murmullos, a riesgo de correr la misma suerte que su antecesor.

Es cierto, todos lo dicen: Lousteau estaba pintado. Halagan sus condiciones técnicas en la materia que domina, la economía, pero en el círculo íntimo del poder K, donde se cocina lo más gordo, era un cuatro de copas. Y por si todo esto fuera poco, contaba entre su tropa al bueno de Guillermo Moreno. Con soldados como ése, mejor los del enemigo.

Todo esto ocurre en el peor momento de la saga de los Kirchner en la Casa Rosada, que empezó con Néstor y sigue con Néstor... Perdón, con Cristina.

Los productores agropecuarios ya le hicieron saber al gobierno que su paciencia se agota el 2 de mayo y que de ahí en más todo será diferente. Y el gobierno debería saber lo que eso significa porque ya lo padeció.

Y el enojo no es sólo de la gente del campo. También en la ciudad, y sobre todo después de una visita al supermercado o si ha tenido que renovar un contrato de alquiler, son muchos los que aprontan las cacerolas para salir a decir lo suyo. Otros, los que pueden, ya buscan refugio en moneda fuerte, por las dudas.

Sin embargo, hasta aquí parece mucho más ocupado y preocupado por las rencillas internas que cruzan la toldería kirchnerista, que por la abrumadora realidad que cada día padecen los ciudadanos de a pie, una realidad que se encapricha en ir por caminos diferentes de los deseados por el poder.

Por el bien de todos, sería bueno que antes que seguir matando a los mensajeros que llegan con las malas nuevas, se apuren a ponerle remedio mientras sea posible hacerlo con tratamientos incruentos. Es que nadie desea pasar otra vez por lo ya conocido.