Educación: EDUC-01
Silvia Duschatzky invita a los maestros a generar ideas y conceptos propios y experimentar
"El docente debe ser investigador"
Silvia Duschatzky hizo un repaso de los resultados obtenidos en sus múltiples investigaciones. Se apoyó en videos con testimonios. Foto: Flavio Raina.

La investigadora de Flacso sostiene que los chicos se han socializado en la dispersión de estímulos, y a eso los adultos lo llaman "déficit atencional". Sugirió a los maestros buscar interlocutores para investigar juntos, ensayar experiencias y preguntarse por lo que no saben.

Mariela Goy

En su último trabajo sobre la escuela y sus comunidades, la especialista Silvia Duschatzky habla de los "maestros errantes". Una figura que intenta explicar que estar hoy en la escuela -como en el mundo- es estar expuesto a lo imprevisto, a un alumnado con demandas nuevas, a la falta de un Estado garante. En esos contextos, les propone a los docentes "tornarse investigadores", no en el sentido de investigador académico, sino "como alguien que se haga preguntas, que experimente, que genere ideas y conceptos propios".

Duschatzky es licenciada en Ciencias de la Educación, egresada de la Universidad de Buenos Aires y magíster en Sociología de la Cultura y Análisis Cultural del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad de San Martín. También es investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) y explora desde hace años el territorio escolar y sus protagonistas.

El pasado 7 de mayo dictó una conferencia en el marco del ciclo "Pensar los sentidos de la formación docente hoy", que organiza la Escuela Normal Superior Nº 32 General San Martín. Minutos antes de su exposición ante un masivo público de maestros, profesores y estudiantes de los institutos de formación docente, Duschatzky conversó con El Litoral sobre la escuela, los alumnos y el rol del maestro.

-Se habla de nuevas subjetividades, de nuevas infancias dentro de las escuelas. ¿Puede definir cuáles son?-Diría que el mundo desreglado en el que vivimos, de incertidumbre plena, de contingencia absoluta, con una aceleración tecnológica infinita, afecta a todos los modos de vida: chicos, jóvenes y adultos. Cualquiera que esté en el mundo verá qué hace con esos cambios: habrá algunos que se encierren más y digan que "todo tiempo pasado fue mejor", lo cual es propio de las generaciones adultas, mientras que los chicos y jóvenes se han socializado y han nacido con todo esto. Ellos tienen nuevos modos de percepción, de conectarse con el mundo, de resolver problemas; poseen una mayor capacidad para operar con una simultaneidad de estímulos, una mayor habilidad para pasar de una situación a otra. A veces a eso se lo define como "síndrome de déficit atencional", cuando en verdad más que un déficit es una capacidad de adaptarse a estímulos simultáneos y variados, que hacen que estén con la atención flotante todo el tiempo.Los códigos de comprensión son diferentes: hay algo de la percepción y del registro sensible de los chicos y jóvenes que funciona mucho más que la razón y la argumentación que son propias de una cultura escolar, de un tiempo más estable, regular. Esos signos nuevos que en los chicos se ven de manera más evidente, los adultos no sabemos leer y, como no sabemos leer, los categorizamos como patologías o déficit, cuando en realidad es un nuevo modo de vivir el tiempo. Somos los adultos deudores de esa lectura.

Exceso de realidad

-¿Tiene el docente herramientas para saber leer esos signos, para cambiar sobre la marcha lo que había preparado para la clase y que quizá ese día no va a funcionar? ¿Está capacitado para eso?

-Capacitado no hay nadie. Justamente como se trata de cambios permanentes, no hay alguien que sepa y que guarde ese saber encerrado en algún lugar o que se pueda capacitar a un docente en un profesorado sobre algo que después, cuando llegue a la escuela, va a ser otra cosa. Lo que no hay -tal vez- son dispositivos que permitan pensar estas formas novedosas y al mismo tiempo desruptivas de estar en el mundo. Pero diría que no hay docentes ni especialistas que sepan sobre esto; en todo caso, lo que hay es mayor o menor disposición para poder pensar la cuestión como un "exceso de la realidad", como algo que se nos cae, como algo que no puede comprenderse en nuestras formas históricas de entender el mundo.

Es necesario ver de qué manera creamos en las instituciones formatos, equipos o espacios para poder pensar, para poder extraer los signos de estos nuevos tiempos, de estos nuevos modos de "estar en el aula", de conectarse con los otros, de relacionarse con el mundo, y que esa adrenalina de los pibes pueda ser tomada y aprovechada, no desviada.

-¿Remite esa apreciación al concepto de "maestro errante" de su último libro?-Exactamente. Para nosotros la "errancia" es una figura muy elocuente para mostrar un estado de experimentación y de exploración que es la mejor disposición para poder hacer algo con lo que no sabemos. -Pareciera que la base de ese planteo es que todos los docentes tienen que estar dispuestos a ese desafío. ¿Es parte de su vocación?-Es que no estoy hablando de vocación sino de disposición, de ganas de pensar algo que no sabemos, de confianza en que lo que nos está pasando tiene también potencias interesantes, pero que esas potencias tienen que ser leídas y tienen que ser aprovechadas en alguna forma de gestión. Yo no hablaría de "vocación", hablaría de "deseo" de estar con un grupo de chicos, y de pensar juntos condiciones de producción, de creatividad y de aprendizaje. Condiciones donde se pueda pensar la tarea con otros: cómo leer esto que no entendemos y que vemos en un pibe en el aula, qué apuesta organizativa y de actividades hacemos. Es decir, más que vocación hay algo del docente de hoy que es fundamental: la capacidad o el deseo de tornarse investigadores. Y no me refiero al investigador académico sino a gente que se pregunte por las propias torpezas o cuando algo no entiende. Yo cambiaría vocación por deseo y posición investigadora.

Interlocutores

-Sin embargo, en las escuelas más que docentes con deseo, uno encuentra maestros sin ánimo, cansados, que se sienten solos.

-La fatiga, la desolación, el desasosiego, la sobrecarga sobrevienen cuando vivimos la realidad como un "déficit", es decir esto que ocurre no debería ocurrir y yo me encapricho porque no debería ocurrir. Entonces cuando me conecto con algo que, según mis apreciaciones, no debería ocurrir, se me torna en fatiga, porque agoto todo lo que tengo y no pasa nada, se me torna resentimiento y soledad. Si en cambio me enfrento con una situación que no conozco y la concibo como un desafío para aprender nuevas formas de estar con los otros y nuevas formas de existencia, y la entiendo como una oportunidad para cambiar y crear condiciones más vitales de aprendizaje y -al mismo tiempo- armo un equipo de interlocutores; entonces la fatiga se convertirá en ese cansancio interesante, que uno siente cuando está haciendo algo que vuelve como experiencia.

-¿Quiénes son esos interlocutores: otros colegas o especialistas de los equipos psicopedagógicos que tanto solicitan las escuelas?-Ahí hay un problema que es seguir creyendo que siempre hay alguien que sabe más y que me tiene que venir a resolver las cosas. Los interlocutores son aquellos que quieren pensar con uno y que tienen una afinidad sensible para compartir un problema. Interlocutor puede ser un chico, un maestro, un directivo, un padre, un psicólogo, pero no es aquel que tiene una función y al que yo le deposito un saber. Es interlocutor si hay una posibilidad de diálogo y de crecer juntos en el pensamiento de un problema, es aquel con el que podemos armar algo en común.