Nosotros: NOS-06
DESTINOS
Otros paisajes se ven desde el tren
Por las vías argentinas. Los parajes más sobrecogedores del diverso territorio argentino pueden recorrerse en pintorescos trenes rescatados de tiempos pasados que se abren paso entre valles, estepas patagónicas, selvas o sierras multicolores. Son ferrocarriles acondicionados para excursiones de varias horas que nos permiten disfrutar el paisaje desde otro punto de vista. textos de Almudena Calatrava y revista Nosotros.

No es lo mismo trasladarse que viajar. No es lo mismo el avión que el tren para quienes les guste viajar como forma de conocer esos otros mundos que viven muy cerca del nuestro, como forma de interiorizarse acerca de otros modos de vivir y de cruzarse con gente que piensa y siente de manera distinta aún habitando el mismo mapa del país: la Argentina, un territorio de múltiples rasgos culturales que es posible descubrir viajando.

El viaje en tren es un viaje muy distinto al que se puede emprender en avión, en ómnibus o en auto. Porque el tendido de los ramales del sistema ferroviario argentino atraviesa el paisaje por dentro y es entonces posible tener una mirada distinta de los mismos lugares si se aborda un vagón de cualquiera de los servicios ferroviarios que, a duras penas, todavía subsisten en el país. Muchos de ellos con un servicio ahora reorientado al turismo.

El Tren del Fin del Mundo o Ferrocarril Austral Fueguino, por ejemplo, inicia su recorrido en las afueras de Ushuaia, la ciudad más austral del mundo, para después adentrarse en el Parque Nacional Tierra del Fuego. Atraviesa el Cañadón del Toro y cruza el río Pipo sobre el Puente Quemado (en la Estación Cascada de la Macarena hay una reconstrucción de un asentamiento de los antiguos indígenas de la zona).

Después, el ferrocarril ingresa en el bosque subantártico -uno de los pocos existentes en el mundo- para llegar a la estación Parque Nacional. El tren tiene coches clase turista, de primera clase y un vagón presidencial, todos con calefacción para hacer placentero el viaje durante el crudo invierno.

El ferrocarril se empleaba en el siglo XX para el traslado de los materiales utilizados en la edificación de un penal de Ushuaia, en el cual estaban confinados los presos más peligrosos de Argentina.

La formación se adentraba en zonas boscosas donde -bajo la nieve y sufriendo un frío inclemente- los presos talaban los árboles. En 1947 el penal fue cerrado y pocos años después el "Tren de los Presos" dejó de circular, pero a mitad de los años noventa el viejo ferrocarril retomó su recorrido, esa vez para fines más agradables: turísticos.

En tanto, el Tren a Vapor de Bariloche parte de San Carlos de Bariloche, en la provincia de Río Negro (sur de Argentina), y llega a la estación Laguna de los Juncos, a 25 kilómetros, después de parar en distintas estaciones desde las que se puede admirar el paisaje patagónico, salpicado de grandes lagos y bosques.

La formación es de 1912. Tiene una locomotora escocesa a vapor que arrastra varios vagones, uno de los cuales tiene sala de estar, bañera y estufa a leña. La formación recorre el entorno del lago Nahuel Huapi, y luego ingresa en la estepa patagónica. Durante el trayecto se aprecian los imponentes cerros Catedral, Tronador y Capilla, de la Cordillera de los Andes.

Este ferrocarril fue rescatado por los admiradores del Ferroclub Argentino del parque de trenes abandonados de Argentina. Todavía guarda huellas de la historia, como una antigua inscripción tallada a navaja que dice "Viva Yrigoyen", en referencia al dos veces presidente argentino Hipólito Yrigoyen.

También en el sur argentino, se puede viajar en La Trochita o el Viejo Expreso Patagónico, que parte de la estación de la ciudad de Esquel, en Chubut, y transita durante más de dos horas por la estepa patagónica hasta la colonia Nahuel Pan, asentamiento de descendientes de aborígenes mapuches. Otro trayecto es el que cubre El Maitén-Esquel, para grupos numerosos.

Este es uno de los pocos trenes a vapor originales que circulan en el mundo y es único por la escasa separación entre sus rieles, de tan sólo 0,75 centímetros. Las locomotoras Heschel y Baldwin, unas verdaderas reliquias, tiran de los pequeños vagones de madera con estufa a leña, abriéndose paso a través de parajes típicamente patagónicos.

Por el litoral, lascataratas y el norte

Al este de Argentina, en la provincia de Entre Ríos, el Ferrocarril de Villa Elisa conecta las localidades de Villa Elisa y Caseros, distantes a 36 kilómetros. Tiene una locomotora de 1928 que solía funcionar a vapor y que ahora es movida con un motor diesel, mientras que los dos vagones fueron reconstruidos conservando el estilo de la época.

El recorrido se realiza por un campo llano con pequeñas y pujantes poblaciones, escenario en el siglo XIX de batallas que comandaban los caudillos de la región.

Más al norte, en la zona limítrofe con Brasil y Paraguay, El Tren Ecológico o Tren de las Cataratas cubre un recorrido de siete kilómetros dentro del Parque Nacional Iguazú. Rodea una margen del río Iguazú, en contacto directo con la selva misionera, y se detiene cerca de la Garganta del Diablo, uno de los saltos más imponentes de las famosas Cataratas de Iguazú.

El tren tiene una locomotora a gas que arrastra vagones con asientos de madera y grandes ventanales que permiten gozar del paisaje selvático. En la terminal Garganta del Diablo se puede descender para luego acceder a la pasarela que llega hasta los balcones construidos sobre el borde de la cascada de 90 metros de altura. Todo un espectáculo natural al que nos hemos conducido a través de las vías del ferrocarril.

Un periplo por las nubes

En la provincia de Salta, en el noroeste argentino, está previsto que a partir de julio empiece a funcionar de nuevo el Tren de las Nubes. Parte de la ciudad de Salta y transita 219 kilómetros con vistas impresionantes a cerros multicolores de la Cordillera de los Andes, hasta arribar al viaducto La Polvorilla, cuando queda "suspendido" a 70 metros de altura y 4.200 metros sobre el nivel del mar. Los turistas aprovechan esta parada para estirar las piernas y comprar artesanías a las comunidades aborígenes de la región.

El viaje por esta vía de ferrocarril, que es un prodigio de ingeniería, tiene una duración aproximada de 12 horas.