Area Metropolitana: AREA-03
Patologías urbanas: la impaciencia, esa maldita costumbre
¿Qué somos capaces de hacer por ganar apenas un segundo?
No respetar una cola Äen un comercio, a la hora de cargar nafta o de hacer un trámiteÄ, no ceder el paso a los peatones o arrancar antes de que el semáforo se ponga en verde son algunos ejemplos de cuánta paciencia nos falta a los santafesinos. Para leer esta nota se necesita un poco de tiempo. íBaje un cambio y tómese unos minutos!

La escena tuvo lugar hace unas semanas, cuando conseguir combustible en esta ciudad era una tarea bastante complicada y requería mucho tiempo y paciencia.

La cola de la estación de servicio YPF, ubicada en bulevar Pellegrini y San Martín, se extendía a lo largo de 25 de Mayo. Era un pacto implícito: todos los que querían cargar combustible se ponían al final de la extensa fila de vehículos que llegaba hasta Mariano Comas. El tiempo de espera: unos 40 minutos aproximadamente.

Pero nunca falta la "viveza criolla" y un conductor que venía por bulevar quiso cargar nafta sin tener que hacer la cola. El que venía detrás repitió la acción y en pocos minutos se formó una fila paralela sobre esta arteria. Los que aguardaban "pacientemente" desde hacía más de media hora, su turno comenzaron a insultar a los "colados" y no faltaron réplicas de la otra parte.

Así, en cuestión de segundos, se armó un lío terrible entre los de la cola de 25 de Mayo y los de la nueva fila. El empleado de la estación trataba de permanecer imparcial, pero de ambos lados reclamaban que decidiera a quién dejaba cargar nafta. En el medio, aceleradas, atropellos con los autos, insultos y algunos que se bajaron de sus autos con puños cerrados y gestos desafiantes.

La escena quizás haya estado exacerbada por el clima enrarecido que vivimos en esos días en los que faltaba nafta, harina, aceite y los colectivos andaban en horarios reducidos. Sin embargo, representa una patología que sufrimos muchos santafesinos: la impaciencia.

Todo ya

Definida por la Real Academia Española como la "intranquilidad producida por algo que molesta o que no acaba de llegar", la impaciencia es una conducta que se ha vuelto moneda común en estos tiempos, en los que todos estamos apurados y en los que "el tiempo vale oro". En la era de la inmediatez Äcon Internet, el messenger y el celular a la cabezaÄ, uno se impacienta por cualquier cosa.

Veamos otra imagen recurrente: la abuela que está en el almacén eligiendo lo que va a llevar. "150 gramos de paleta, 150 de salchichón primavera, 200 de queso, ¿cuál es más barato?", pregunta la señora. "ííAh!!, me olvidaba: 100 gramos de aceitunas, pero no las que vienen con carozo, sino de las otras", agrega, mientras se empiezan a sentir los resoplidos de los que esperan detrás.

Brazos cruzados, piecitos que marcan un ritmo inquieto y caras de fastidio completan el cuadro de los que aguardan su turno. Como ésta podríamos relatar infinidad de situaciones, en los más variados rubros del comercio y de servicios, pero particularmente quisiéramos señalar la impaciencia en la vía pública, porque allí no está en juego sólo una cuestión de tiempo.

Luz verde

Ser peatón en esta ciudad no es una tarea sencilla. Más aún cuando se trata de cruzar calles como bulevar, Av. Freyre, Facundo Zuviría, Aristóbulo del Valle y Blas Parera.

Que los vehículos Äy no sólo los autos y camionetas, sino también las motosÄ no respeten las sendas peatonales no es ninguna novedad. Y no lo hacen ni cuando giran en las esquinas ni a la hora de detenerse frente a un semáforo. Esto complica cruzar de una vereda a otra, porque uno tiene que ir esquivando los coches que están parados sobre la senda y, además, tener la precaución de no ser chocado por los que transitan por la vía perpendicular.

Sin embargo hay otro hecho que merece ser cuestionado y es la impaciencia de muchos conductores, a los cuales los 30 ó 40 segundos que demora el semáforo en darles luz verde les parece una eternidad. ííí40 segundos!!! y es por eso que pisan una y otra vez el acelerador como si así pudieran apurar el tiempo.

A eso tenemos que sumarle que muchos de ellos no tienen la vista puesta en el semáforo que tienen enfrente, sino en el que está en diagonal. Entonces no esperan que su semáforo les dé luz verde, sino que cuando ven que el opuesto se pone en amarillo, arrancan, cuando su luz todavía está en rojo. Ante esta situación, muchos peatones que cruzan, confiados porque el semáforo está a su favor, tienen que acelerar el paso y hasta correr para no ser chocados.

Para pensar

¿Qué ganamos apurándonos unos segundos? ¿No llegar tarde? ¿A dónde? ¿Tan importante es ese lugar al que nos dirigimos que no tenemos en cuenta las mínimas pautas de convivencia en nuestra ciudad?

Hay una frase que dice: "Más vale perder un segundo en la vida que la vida en un segundo". Es necesario que tomemos conciencia de que si no respetamos una senda peatonal o un semáforo en rojo, estamos poniendo en riesgo nuestra integridad y la de los otros. Claro que muchas veces estamos demasiado apurados como para detenernos... incluso a pensar.

Inconductas

Desde hace algunas semanas, El Litoral colocó un lupa puesta allí donde hay una inconducta ciudadana. Como reconocen ciudadanos, funcionarios y entendidos, resulta difícil tener un inspector para cada uno de los vecinos de Santa Fe para saber qué hacen mal, qué ordenanza se violenta o qué corresponde hacer en determinadas circunstancias. Nos quejamos de la ciudad y muchas veces el reproche está fundado. Pero en otras oportunidades, debemos pensar qué estamos haciendo para mejorar la calidad de nuestra convivencia. Este es el sentido de la serie de Patologías Urbanas.

Agustina Mai[email protected]