Opinión: OPIN-04
AL MARGEN DE LA CRÓNICA
La humanidad tras Wall-E

Hace 700 años que el hombre no está en la Tierra, no la puede usar, ha agotado todos los recursos que la madre naturaleza proveía, quedó inanimada. La única existencia en el planeta -norteamericano- son una cucaracha y Wall-E, un robot que de tantos años de estar activado desarrolló su propia personalidad y parece haber capturado las bondades de la humanidad, que los hombres ya no poseen.

"Hello, Dolly" le contó la historia de princesas y principitos y la máquina sin entender demasiado generó también ese deseo que, por suerte para la audiencia, logra satisfacer gracias a la aparición repentina de Eva, una súper robot inmaculada que, como él y gracias a él, adopta su humanidad. Tendencia, quizás, generada por la casualidad de capturar y llevar en su vientre la vida de una planta que arremete contra todas las condiciones que ofrece el territorio y crece a escondidas en el basural terrenal.

Mientras el robot pinta el escenario desolador con un toque de arte contemporáneo con la única materia prima que tiene a mano, los hombre viajan, viven, vegetan en un Axiom, una especie de nave donde las importantes cantidades de masas amorfas concretaron las intenciones que el mundo tenía cientos de años atrás: robots (fastidiosamente) gentiles que los sirven de pies a cabeza, super tecnologías que permiten comunicaciones extraordinarias entre personas pero que impiden el contacto directo e inclusive esa ficción está en piloto automático.

La pantalla gigante irremediablemente pronostica el futuro. La hipótesis será comprobada en décadas, quizás, en 700 años, pero surge a partir de contemplar la cantidad de envases que desfilaron, con distintos contenidos, en la gran sala del cine y con sólo casi treinta personas. Vasos de Coca-Cola y cajas de pop corn calmaron pretendidamente deseos humanos antes de que las luces se apaguen y se proyecte Wall-E, el robot salvador del planeta Tierra.

Los vasos y cajas fueron al basurero.