Una iniciativa del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación

Cerró el ciclo de apoyos

escolares por la inclusión

Participaron 700 chicos de la zona noroeste de la ciudad, la mayoría de ellos provenientes de hogares humildes. Los ejes del programa fueron contener e integrar socialmente a los alumnos, apelando a actividades lúdicas y motivacionales.

De la Redacción de El Litoral

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En un acto del que participaron 700 chicos pertenecientes a escuelas de la zona noroeste de Santa Fe, se realizó el cierre del ciclo de apoyos escolares del Programa Familia por la Inclusión Social, perteneciente al Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. El encuentro -realizado en el Centro de Educación Física Nº 29, en avenida Galicia y Las Heras- reunió a todos los alumnos en un gran festejo donde no faltaron juegos, actividades gimnásticas, refrigerios, la algarabía de la infancia y algo muy especial: el emotivo encuentro de los autores de las cartas viajeras (ver aparte). En nuestra ciudad se crearon 35 centros de apoyo en 17 sedes, dentro de los barrios Yapeyú, San Agustín, Loyola y Las Lomas, entre otros. La Universidad Católica de Santa Fe (UCSF) fue la institución ejecutora.

Estos centros fueron espacios de refuerzo educativo-pedagógico extraescolares para los alumnos de diferentes escuelas de esa zona, quienes además pudieron integrarse y socializar a través de actividades recreativas y motivacionales. Uno de los objetivos centrales del programa fue contenerlos e incluirlos socialmente, promoviendo su permanencia en el sistema educativo y el desarrollo social de sus familias, muchas de ellas en situación de pobreza.

“El eje pedagógico que seguimos fue “descolarizar’ los apoyos; es decir, lograr que no se haga exactamente lo mismo que en la escuela, sino generar un refuerzo escolar de cuatro horas, dos veces a la semana. Además, se adquirieron libros y materiales didácticos para trabajar los contenidos”, comentó a El Litoral Andrea Pacífico, una de las organizadoras. El secretario académico de la UCSF, Eduardo Kinnen, fue el responsable de la ejecución del programa en Santa Fe.

Los padres, presentes

Se dispuso de vehículos para el traslado de los alumnos hasta el lugar del encuentro, y se contrataron profesores de educación física para que coordinen los juegos y las actividades gimnásticas, que fueron muchas y variadas. “Los chicos se engancharon mucho con esta propuesta, participaron con entusiasmo y ganas”, destacó Pacífico. Pero hubo algo más para resaltar: el masivo acompañamiento de los padres, en una muestra de que es posible articular escuela, maestros y familia: “Fueron 124 los papás que participaron de talleres donde se intercambiaron necesidades, deseos, expectativas y experiencias de vida, en una puesta en común muy enriquecedora. En cada centro de apoyo hubo una maestra, una asistente (también docente), un auxiliar y las coordinadoras pedagógicas, quienes tuvieron contacto directo con los padres y fueron guiándolos en este proceso, oficiando de organizadoras y moderadoras de los encuentros”, comentó.

“Fue muy importante la labor realizada por la Universidad Católica de Santa Fe como entidad ejecutora. El Ministerio de Desarrollo Social de la Nación siempre busca una institución para poder realizar este tipo de intervención, y esta vez le tocó a la universidad. En cada uno de los 35 apoyos escolares realizados en las 17 sedes, hubo 20 niños. Al tratarse de grupos reducidos, la asistencia escolar fue mejor. Y la idea desde el principio fue concluir con un gran encuentro de cierre, donde los chicos pudieran conocerse e interactuar plenamente”, destacó en su cierre.

Cerró el ciclo de apoyos  escolares por la inclusión

700 chicos del Programa Nacional Familias por la Inclusión Social pasaron toda una mañana disfrutando de juegos y actividades recreativas.

Foto: Alejandro Villar

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ADEMÁS

Frases llenas de cariño, besos y abrazos garabateados en el papel, hasta alguna declaración de amor dicha desde la valentía infundada por el anonimato. En una actividad recreativa muy original que formó parte del ciclo, los alumnos de los distintos centros de apoyo escolar se escribieron y enviaron cartas, sin conocerse. Y durante el acto se descubrieron. El encuentro fue muy emotivo.

“Los chicos se estuvieron “carteando’ con amigos anónimos durante cuatro meses. Por ejemplo, los de la vecinal Ceferino Namuncurá se mandaban cartas con los de la vecinal de Yapeyú. Y durante el acto de cierre se conocieron personalmente”, comentó Andrea Pacífico. Toda la correspondencia epistolar servirá como material de estudio y análisis, que seguramente arrojará resultados sobre necesidades educativas a atender. Además, los chicos prepararon tarjetas y otros regalos que se entregaron al momento del encuentro.

“Todos los chicos respondieron muy bien a esta actividad recreativa y socializadora. Hubo algunos que, al principio, tenían vergüenza de que los destinatarios de sus cartitas se enteraran de que escriben mal (risas). Entonces recurrieron al dibujo, o a collages con recortes y figuritas. Pero después fueron perdiendo la timidez y escribieron cartas fantásticas, llenas del cariño y el afecto de la amistad”, refirió Pacífico.

Un cadete ofició de cartero: iba de aquí para allá, trayendo y llevando esas palabras viajeras colmadas de deseos y anhelos, intrigas y chistes, y hasta algún que otro “horror” de ortografía. “Jugamos también con esa expectativa generada en los chicos de esperar que llegara la carta. Los docentes acompañaron esta actividad, motivándolos y sugiriendo ideas. Fue una experiencia muy buena y esperamos volver a repetirla algún día”, destacó.

Cartas viajeras