Inadmisible premio y promoción de la ilegalidad

El jubileo fiscal y laboral que esta semana analizará la Cámara de Diputados -a instancias de la Casa Rosada- desnuda la destructiva voracidad de la administración nacional. En la lógica del poder central, el fin justifica los medios y realimenta viejos males del país, que la Democracia no debería permitir.

La crisis económica internacional puede ameritar hoy medidas extraordinarias como una ley de emergencia o una asistencia excepcional de las riquezas federales para sustentar a la Nación. Pero los legítimos recursos provinciales y las economías regionales fueron vaciadas en los años de la prosperidad reciente.

Ahora que la escena mundial cambia dramáticamente su signo, cuando la maldecida soja deja de producir los recursos que engordaron la soberbia administrativa, el país no encuentra un gobierno con músculo gestor y mente ingeniosa. En cambio, la presidenta ha anunciado un plan para beneficiar a evasores sin siquiera agradecer a los que han cumplido.

Atrás quedó la “nueva cultura tributaria” que el matrimonio Kirchner promovió a través de la gestión de un director de la Afip que no por casualidad debió irse del cargo a pesar de sus buenos resultados. La caja es la lógica amoral que impulsa la decisión de perdonar a los que no pagaron impuestos, a quienes vaciaron los sueldos docentes, a los que restaron aportes a los hospitales, a los que -en fin- debilitaron los cimientos del bienestar general, que son los que mantienen en pie la existencia de un país.

El blanqueo de capitales es, además, una insólita incitación estatal al lavado de dinero ilícito, sea del narcotráfico o de los amigos del poder de turno. La pretensión de que una declaración jurada -por todo requisito- y la potencial investigación posterior podrían aventar sorpresas, es una ofensa a la inteligencia más elemental; pero esos son los recaudos propuestos en el texto del proyecto de ley del paquete anticrisis.

Las medidas adoptadas tienen el efecto soporífero de la morfina; pero la anestesia no es lo que cura los males, que por norma empeoran cuando sólo se atiende la superficialidad de los síntomas sin intervenir en las causas que los generan.

El blanqueo laboral también es una injusticia para los empleadores que han cumplido con sus cargas en tiempo y forma. El gobierno debería buscar en las presiones excesivas las causas que ahogan el trabajo formal; en cambio, oculta que el empleo en negro ha sido un indicador de la debilidad relativa de su modelo.

Pretender que un paradigma global va a cambiar sólo por vía de la interpretación negadora y subjetiva de la realidad, es un despropósito que cuesta y costará muy caro en el plano político, en el económico y en el social. Sin un diagnóstico acertado no habrá medidas redentoras para el país, cualesquiera sean los vientos que soplen en el mundo.