Nuevo libro de Sebreli

Contra los mitos: Gardel,

Evita, el Che y Maradona

De la Redacción de El Litoral

Acaba de publicarse “Comediantes y mártires”, de Juan José Sebrelli, seguramente el ensayista más polémico del muy políticamente correcto panorama de la intelectualidad argentina actual. Sebreli es un desmitificador y este libro centra su objetivo explícitamente sobre el tema, guiado por el acápite que abre el libro: “¡Pobres los pueblos que necesitan héroes!” (Bertolt Brecht). Arremete sobre todo con los intelectuales que por razones mercenarias, sentimentales o demagógicas abrazan la comunión con los mitos populistas. Y en su pormenorizado análisis, arremete contra cuatro íconos de la misérrima Argentina actual: Carlos Gardel, Eva Perón, el “Che” Guevara y el futbolista Maradona.

“El universo encantado y quimérico del mito donde habitan los héroes legendarios es una etapa histórica necesaria en la evolución de los pueblos primitivos, también en el período infantil de la formación psicológica del individuo, y es una enriquecedora fuente de inspiración en el arte y la literatura. En todas esas situaciones, juega un papel positivo, pero resulta, en cambio peligroso si se lo quiere reinstalar en la vida cotidiana de los tiempos modernos; es absurdo si se lo eleva a conocimiento superior al racional, y es perverso cuando se lo usa como instrumento político”.

De Gardel se analizan los misterios (su origen desconocido, su muerte trágica), su origen humilde, su vertiginoso acceso al dinero, su fugaz relación con la mala vida, su fluctuación entre compadrito y dandi afecto al maquillaje y trajes caros, su fama de “cantor nacional” y “cantor del pueblo”, su compromiso con los conservadores y el golpe militar del ‘30.

Sebreli estudia después las manipulaciones que el mito de Eva Perón sufre con los años, como el que tuvo que asumir en los años ‘70, cuando se transfiguró en un “personaje puramente imaginario, Evita revolucionaria y guerrillera, “una versión mejorada por criolla de Rosa Luxemburgo’,ironizó Juan Carlos Portantiero’”. Una Evita de izquierdas opuesta a un Perón de derechas, aunque “la diferencia entre ambos miembros de la pareja no estaba en la ideología sino en la personalidad: Evita era una fanática -una “sectaria’, decía el propio Perón-, en tanto que él era un político realista y pragmático, frío y escéptico”.

Sebreli puntualiza que Evita no fue el factótum del voto femenino (al contrario “consecuente con su visión tradicional de la mujer, Evita atacó al movimiento feminista”) y que fue una mujer “más bien fría, escasamente sensual”. Analiza su transformismo (cambios de ropa y de expresión) y el fenómeno paradójico de que con su concepción tradicionalista de los géneros y más bien homofóbico, se transformara en un ícono de la subcultura gay y camp.

Sebreli no se limita, pues, a desmitificar a Evita, sino a los errores políticos de los fenómenos políticos e interpretativos del peronismo, arremetiendo contra, por ejemplo, David Viñas o Luis Franco, aparte de los ortodoxos peronistas. A propósito de esto, concluye: “Los estereotipos sobre el peronismo fueron obra de esos funcionarios mediocres, en menor medida de los poetas de segunda línea que comían con ella una vez por semana en el Hogar de la Empleada y, de sobremesa, le recitaban poemas de alabanza. Estos encuentros -después transformados en el recuerdo de sus participantes en la Peña Eva Perón- no fueron en realidad tan numerosos, ni sus integrantes formaban parte del entorno íntimo. Ni a ella ni a Perón les interesaban los intelectuales, ni siquiera los peronistas. Los mejores de éstos fueron marginados por el régimen.”.

Con respecto al “Che” Guevara, comienza repasando su afición a la acción violenta, más fuerte que las convicciones ideológicas, de manera que bien podría imaginárselo dedicando ese tipo de valores a una ideología de otro signo. Se detiene en el primer asesinato, que Ernesto Guevara ejecuta sobre un campesino, supuesto traidor. Y cómo sigue la retahíla de asesinatos, tan lejos de la imagen romántica que alimenta al mito. “Tenemos que crear la pedagogía de los paredones del fusilamiento y no necesitamos pruebas para matar a un hombre”, proclamaba en 1959. “Sí, nosotros hemos fusilado, nosotros fusilamos y seguiremos fusilando hasta cuando sea necesario”. De allí el estribillo coreado por los guevaristas: “Paredón, paredón”.

Sebreli recoge los testimonios sobre la crueldad de Guevara, a quien llamaron “Carnicero de La Cabaña”, y recuerda que después del triunfo de la revolución cubana fue el encargado de fusilamientos en masa, tras juicios sumarios. Se detiene luego sobre las relaciones de Fidel Castro y el Che, y el abandono del que éste fue objeto finalmente; sobre el stanilismo del Che, que en sus últimos tiempos criticaba a la Unión Soviética por “la descentralización de la economía y su vuelco al mercado libre. No advertía que sus ataques a la burocracia contradecían su defensa de la planificación centralizada de la economía, que era precisamente la causa de la burocratización”. También: las diferencias entre el político y el aventurero, la megalomanía del Che, y su idea de la muerte bella (las fotos de Korda fueron claves para la consolidación de este mito). Sebreli nos recuerda, por si hiciera falta, que “la historia ha mostrado muchas veces que el martirio no es prueba alguna de verdad”.

Finalmente, Sebreli se ocupa de Maradona y su endiosamiento. Descubre cómo Nápoles fue decisiva en la creación de este mito (después de que los españoles “se lo sacaran de encima apenas pudieron”), porque se necesitaron tres elementos clave: Maradona, la ciudad de Nápoles y la Camorra. Se detiene luego en las distintos locos ingredientes del mito: Maradona de los pobres, Maradona de izquierdas, Maradona contracultural y Maradona deportista y su decadencia dorada.

Un capítulo final se pregunta por el fin de los mitos y concluye sobre el carácter pernicioso del culto de los héroes, que “proclama el fanatismo como virtud, fomenta el odio y la intolerancia hacia el disidente, remite a impulsos inconscientes destructivos, ataca al pensamiento racional y crítico”, y anula en los individuos la conciencia de su libertad y la responsabilidad de forjar su propio destino”.

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No queda títere con cabeza en este intento de Sebreli por soñar una sociedad sin fanatismos.

Foto: Collage en la tapa del libro