10 de diciembre de 1983-10 de diciembre de 2008
25 años en democracia: un balance de cara al futuro
La democracia se ha consolidado como opción política de los argentinos y ha logrado indudables avances en materia institucional. Aún así, la participación ciudadana, el progreso social, el federalismo y la transparencia son las principales deudas pendientes. El análisis en profundidad de Benvenutti, Hernández, Andino, Díaz Frers y Fraga.
Emerio Agretti - Nancy Balza
El principal logro de estos 25 años de democracia es, a priori, el hecho de haberlos cumplido. La aparente obviedad no puede ocultar la trascendencia de la conmemoración, y todo lo que implica poder celebrarla. Si la recuperación de la democracia fue una gesta, su sostenimiento es sin duda una epopeya, en un devenir que ni siquiera eludió la tragedia, pero que siguió adelante, atravesándola.
Este reconocimiento colectivo, aunque lo incluye, está muy encima de lo emocional o del idealismo romántico, para asumir su condición de logro institucional histórico. Desde ese punto de partida, a la vez, se produjeron nuevos avances -algunos, verdaderos “saltos” de calidad- , pero también hubo retrocesos y quedaron en el camino cuestiones esenciales.
“En 1983 se produce un quiebre, una clara ruptura con el pasado; una especie de bisagra histórica. La democracia es asumida como valor, con fuerte impronta moral”, subraya José Manuel Benvenutti, tras recordar que, en el mismo año, se produjeron otras recordaciones emblemáticas, como el 90 aniversario de la reforma universitaria, y, en este mismo 10 de diciembre, los 60 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
“Es la superación -que pensamos definitiva-, del ciclo anterior caracterizado por los golpes de estado, como signo de nuestra decadencia político-institucional”, coincide Antonio María Hernández.
Del entusiasmo a la reflexión
El historiador Mario Andino recuerda las del 83 como “jornadas de entusiasmo”, en las que “las tribunas y micrófonos se llenaban de voces prometedoras y se congregaban auditorios que asombraban por su masividad, con miles de cabezas y corazones sobre los que aleteaba un ánimo esperanzado, mientras retornaban al país intelectuales exiliados, y los artistas prohibidos recuperaban su libertad de expresión”.
Andino recuerda que “en las salas de cine se presentaba el documental “La República Perdida”, con guión de Luis Gregorich, donde se reseñaba con emoción la historia nacional contemporánea, articulada sobre una tesis: los sectores privilegiados de la sociedad, identificados con la tradicional oligarquía liberal agroexportadora, habían sido derrotados por el ascenso democrático de Yrigoyen y Perón, sentando las bases de la verdadera república de los argentinos, con el gobierno de las mayorías, expresadas libremente en las urnas. Siguiendo el relato, los oscuros intereses antipopulares apoyados por las Fuerzas Armadas, habían arrebatado la república de las manos del pueblo. Sucesivos gobiernos de facto culminaron su tarea con el más sangriento de todos: el del Proceso de Reorganización Nacional, detrás del que se reiteraban los apellidos del antiguo linaje antidemocrático y antinacional.
“Por cierto que era una visión esquemática, como todo intento de síntesis de un proceso complejo, pero bien vale la pena recordarla como expresión de las ideas que muchos compartían (y comparten) sobre la democracia. Es la noción de que hubo dos Argentinas: una mayoritaria luchando por sus derechos y libertades, otra negándolos; una apoyando la república democrática, otra recurriendo al control autoritario para salvaguardar sus intereses”, sostiene.
De los derechos a los conflictos
Benvenutti evalúa, a la distancia, que “el preámbulo constitucional -a partir de la decisión del entonces candidato Dr. Raúl Alfonsín, de concluir sus intervenciones públicas “recitando” sus objetivos (cuya realización dependía precisamente del cumplimiento de la Constitución Nacional)- es asumido por la ciudadanía como una especie de rezo laico: la Carta Constitucional elevada a la categoría de verdadero best seller y, paradójicamente, prontamente olvidada.
EN NÚMEROS
70 %
de los recursos
provenientes de impuestos quedan hoy en manos de la Nación, a pesar de que en los “90 se completó la transferencia de los servicios de educación y salud a las provincias. En 1988 por ley 23.548, el gobierno nacional retenía el 42,34% y el restante 57,66% se distribuía entre las provincias.