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análisis

Luces y sombras

José Manuel Benvenutti (*)

La realidad da cuenta de un país centralizado, desvertebrado, desintegrado, con un anárquico ordenamiento territorial. Con autoridades provinciales y municipales sin capacidad de reacción.

Asistimos al abandono del país, en un éxodo continuo hacia las grandes —y hoy, también, no tan grandes— ciudades, acentuando una concentración urbana periférica que, por sus resultados, calificamos de perversa.

El feudalismo político y económico, de manera silenciosa pero implacable, ha ido reemplazando el verdadero federalismo. La negligencia y el clientelismo han convertido en pobres a Estados provinciales, paradójicamente, dotados de recursos naturales diversos. La desigualdad y la ausencia de una real integración territorial se observan en los altos índices de mortalidad infantil, la baja calidad educativa y la alta tasa de desempleo que presentan muchas provincias.

La prometida reforma que amplíe la participación, prohíba las reelecciones indefinidas, incorpore la jurisdicción electoral judicial, el financiamiento de los partidos políticos y su control (que se relaciona con el poder económico y las posibilidades de influir poder político), entre otros tópicos, no fue más allá de la cosmética.

Es urgente, imprescindible, inyectar transparencia y garantizarla.

En el haber debe contabilizarse, también, el crecimiento de las ONG’s, en las que ciento de miles de ciudadanos brindan tiempo, conocimientos y pasión en los más variados quehaceres, tareas generosas, refractarias a la corrupción, y el poder de veto de la sociedad.

Ello hace más evidente la incapacidad del sistema de partidos políticos —en profunda crisis de representación y falto de renovación— para procesar las demandas sectoriales y dar respuesta satisfactoria en términos del “bienestar general” de la ciudadanía. Lo que nos resulta preocupante: el pueblo tiende a ser reemplazado por la “multitud”, poniendo en un primer plano la necesidad de un republicanismo aggiornado con expresiones políticas que posibiliten la alternancia en el plano institucional.

Por fin, pensamos que la gran deuda, la tarea pendiente pero impostergable, es alcanzar consensos mínimos en los que una parte del país no se imponga a la otra. La imposición del ganador ha sido nuestra lamentable historia colectiva hasta ahora.

(*) Constitucionalista y profesor de Historia Institucional.