Singular y ejemplar historia de vida

Siguiendo a la hija, mamá y papá son universitarios

Una joven de barrio Los Troncos empezó abogacía en la UNL. Su mamá (de 40 años) y su papá (de 39) decidieron seguirle los pasos: los tres comenzarán el ciclo académico 2009 cursando juntos ciencias jurídicas.

Siguiendo a la hija, mamá  y papá son universitarios

María Guadalupe, Emilce y Eduardo (madre, hija y padre) comenzarán el 2009 estudiando juntos ciencias jurídicas en la UNL.

Foto: Gentileza Prensa UNL

Luciano Andreychuk

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Entrando por Berutti hasta la escuela Estrada, al noroeste de la ciudad, nos sorprendió una panorámica de lugares insondables: las casas grises y desacomodadas, los tapiales derruidos, la pobreza adornada con unas pocas luces navideñas. Barrio adentro, las callecitas de tierra prometían rumbos indefinidos. Nos detuvimos en Paraje Ruiz al 8000, después de haber lidiado largo rato con la estrechez angular de las esquinas. Un perro ladró.

En la entrada de una casita humilde nos esperaban María Guadalupe Giménez y Emilce Beron, madre e hija. Eduardo, el padre, estaba trabajando en Buenos Aires. “Tuvo que salir volando para allá, porque lo llamaron. Él hace trabajos temporales: albañilería, electricidad, plomería, lo que haya”, dijo su esposa. Los tres tomaron una decisión que pocas veces se ve, y por eso es noticia: empezaron a estudiar juntos una carrera universitaria.

Emilce, de 19 años, ya había comenzado a cursar abogacía en la Universidad Nacional del Litoral. Entusiasmados por el desafío de ser parte de la comunidad académica, Guadalupe (40) y Eduardo (39) decidieron inscribirse a la misma carrera. El próximo ciclo lectivo los encontrará juntos, carpetas bajo el brazo, recorriendo los pasillos de la Facultad de Ciencias jurídicas y Sociales.

“La idea de estudiar siempre estuvo presente, pero cada vez que quisimos arrancar, quedé embarazada y debí suspender los libros”, contó Guadalupe. “Al no tener un trabajo estable es difícil pensar en el estudio. Imaginate que debemos atender a tres hijos (Eugenio, de 21, Emilce y Esteban, el más chico), hay que “llenar la olla”, y por eso se hace muy difícil pensar en llevar a cabo una carrera universitaria. Pero esta vez nos decidimos a empezar. Al principio mi marido no se animaba a acercarse solo a la facultad, a estar con tantos chicos muy jóvenes. Primero fue como oyente, nosotras le dimos el empujoncito y al final, decidió cursar el ingreso”, relató.

¡Hay equipo!

“Esta experiencia es increíble para toda la familia. El día que vine con la constancia de inscripción y le conté a mi viejos que había ingresado a la universidad pública, casi se mueren de la alegría”, contó la joven estudiante, y reveló una anécdota: “Después de que mi papá rindió el examen, él sollozaba a cada rato: “¡Me fue mal, me fue mal!’. Pero cuando fuimos a buscar su nota final y vio que se había sacado un 8, entró en shock: se tiró al piso, pataleaba, se agarraba la cabeza (risas). Al final, mis viejos dieron la sorpresa: a ellos les fue mucho mejor en el examen de ingreso que a mí”, dijo Emilce.

Madre e hija coincidieron en la ventaja de haber incorporado la práctica lectora: “A nosotros nos ayuda el hecho de que siempre leímos mucho: el diario, libros, etc. Al tener el hábito de la lectura, nos resultó mucho más fácil comprender textos con cierta complejidad académica, durante el curso de ingreso. Estudiamos juntos, nos ayudamos en todo, somos un gran equipo”.

“Como Los Campanelli”

“Nos une un vínculo muy fuerte, nos apoyamos en todo”, dijo Guadalupe con dulzura. La joven estudiante completó la idea de unión familiar: “Si no nos ayudamos entre nosotros, la vida nos pasa por encima. Juntos todo se hace más llevadero, la vida tiene otro color. Cinchamos el carro para el mismo lado: somos como los Campanelli (risas)”, dijeron casi al unísono, en alusión a la famosa familia televisiva de los años “70.

Guadalupe, Emilce y Eduardo no tienen otro proyecto en mente que no sea trabajar juntos, una vez obtengan el título de grado: “Abriríamos un estudio jurídico “familiar’, ¡seguro que sí! Trabaríamos los tres juntos, en un mismo proyecto. Estaremos juntos hasta el final”, aseguraron. Eduardo se inclina más por el derecho penal, Guadalupe al derecho de familia y Emilce está interesada en la parte laboral. Soñar no cuesta nada y quizás dentro de unos años, la vida los encuentre trabajando juntos como abogados. Pero ésa será otra historia.

 

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ADEMÁS

Espíritu voluntario

Emilce se decidió a estudiar en la UNL, gracias al trabajo del proyecto Solidaridad entre jóvenes para el acceso a la educación superior, que pretende acercar a estudiantes secundarios a la universidad. El alumno voluntario Marcelo Mendoza, integrante de ese proyecto, fue de gran ayuda para Emilce: “Él me apoyó en el cursado, y para rendir. Era todo muy nuevo. Si no hubiese sido por él, quizás no me hubiese acercado a la universidad yo sola, porque siempre está ese miedo y esa pared que hay que cruzar. Es vergüenza porque uno no sabe nada, ni con quién tiene que hablar o a dónde tiene que ir”, dijo la joven. Más tarde, sus papás le siguieron los pasos.