1º DE ENERO: JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ

“Combatir la pobreza es construir la paz”

“Combatir la pobreza  es construir la paz”

La pobreza tiene su raíz en la falta de respeto por la dignidad trascendente de la persona humana”.

Foto: Agencia EFE

Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe

Como ya es costumbre, el Santo Padre nos ofrece al iniciar cada año su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz. Este año, al celebrarse el 60º aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos, lo hace bajo el lema de: “Combatir la pobreza, construir la paz”.

A los derechos humanos no los crea el hombre, sino que los descubre como exigencia de la misma naturaleza humana. Ellos son un dato universal porque derivan de la ley que “escrita por Dios en la conciencia humana, es un común denominador para todos los hombres y para todos los pueblos”. En este marco de los derechos humanos el tema de la lucha contra la pobreza adquiere, precisamente, el nivel de una exigencia moral que compromete, no sólo a la dirigencia política como primeros responsables del bien común, sino a todos los hombres, a toda la sociedad.

Desde esta perspectiva de los derechos humanos y al contemplar la pobreza como una desigualdad creciente entre ricos y pobres, el Papa afirma que: “Se trata de un problema que se plantea a la conciencia de la humanidad, puesto que las condiciones en que se encuentra un gran número de personas son tales que ofenden su dignidad innata y comprometen, por consiguiente, el auténtico y armónico progreso de la comunidad mundial”. Esta frase ubica el tema de la pobreza a nivel de “conciencia de la humanidad”, porque lo contempla desde del valor y respeto que merece la vida de cada hombre.

Quedarnos en la sola lectura estadística de la pobreza sin hacer una referencia moral a su realidad, es no ver su rostro concreto y lacerante para el hombre; esta actitud nos puede llevar a debilitar nuestra conciencia y adormecer nuestro compromiso. La gravedad de esta situación y la responsabilidad en ella llevó al Santo Padre a decir que: “Si cada uno piensa sólo en sus propios intereses, el mundo se encamina hacia la ruina”. Frente a este avance de la pobreza sólo cabe una globalización de la solidaridad como exigencia moral; esta globalización debería abarcar y comprometer niveles políticos como jurídicos a nivel internacional, que permitan corregir estos desniveles económicos y fortalecer la vida de un mundo en justicia y paz.

“Felices los que trabajan por la paz”

La paz es un valor al que todos aspiramos, pero no siempre estamos dispuestos a poner las bases que la hagan posible. Recuerdo uno de los lemas de estas Jornadas que decía: “Si quieres la paz, trabaja por la justicia”. Hoy, en esta misma línea se nos dice: combatir la pobreza es construir la paz. Como vemos la paz no es lo inmediato, lo que está ahí sin nuestro esfuerzo, sino el fruto de una actitud y de un trabajo que crea las condiciones que la hacen posible. Ya Jesucristo nos lo decía como un ideal para el hombre: “Bienaventurados (felices) los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mt. 5, 9).

La pobreza “tiene su raíz en la falta de respeto por la dignidad trascendente de la persona humana”; ella es fruto de la opresión o de la injusta distribución de los bienes, por ello se opone al proyecto de Dios que es Padre de todos los hombres. En este sentido concluye diciéndonos que “la lucha contra la pobreza necesita hombres y mujeres que vivan en profundidad la fraternidad y sean capaces de acompañar a las personas, familias y comunidades en el camino de un auténtico desarrollo humano”. Este es el desafío al que estamos convocados en esta Jornada.

Que al iniciar este nuevo año nos propongamos ser trabajadores o instrumentos de la paz en esos ámbitos, tal vez más pequeños de nuestras relaciones y familia, pero que dependen y esperan de cada uno de nosotros una actitud nueva. De modo especial el llamado de esta Jornada mira a la clase dirigente, quienes tienen la mayor responsabilidad en “combatir la pobreza” para así crear las condiciones que permitan “construir la paz” en este mundo, tan angustiado pero también esperanzado.

 

“La lucha contra la pobreza necesita hombres y mujeres que vivan en profundidad la fraternidad y sean capaces de acompañar a las personas, familias y comunidades en el camino de un auténtico desarrollo humano”.