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Hacer camino al andar

Para esta fecha, Gabriel Maidana habrá iniciado una nueva travesía por América del Sur, sin más itinerario que el que marquen las ganas.

TEXTOS. REVISTA NOSOTROS. FOTOS. guillermo DI SALVATORE Y GENTILEZA DE GABRIEL MAIDANA

Hace varios años que Gabriel Maidana destina una parte del año a lo que más le gusta: viajar. Pero para él esta acción que esta vez se puso en marcha apenas pasado el festejo del Año Nuevo, tiene un modo particular de concretarse. Lo hace por rutas que no son tan conocidas, sin plazos, sin un itinerario rígido, y a bordo de una camioneta preparada especialmente para lidiar con caminos alternativos. Por eso es que cada expedición tiene un sabor distinto, ése que imponen las circunstancias y experiencias que se recogen en el largo camino que lo lleva a recorrer, como destino único y a la vez inabarcable, América del Sur.

Su gusto por las travesías viene desde muy joven, cuando era atleta y viajaba integrando distintas delegaciones. Pero también fue fomentado por sus padres... y su propia imaginación. “Tengo 40 años y, antes, a las películas se las veía muchísimas veces. Eran las películas de Marco Polo, de Tarzán, de exploradores. Toda esa mezcla en algún momento explotó, y comencé a viajar”. Primero fue sin su hijo y ahora comparte la experiencia con su esposa Mariana y con Gabrielito, de 7 años.

Para definir la manera en que concibe estos viajes, explica: “mucha gente va a Macchu Picchu, pero se pierde el camino que es lo más lindo y es donde se conoce gente. El viaje no es donde se llega sino cómo se va haciendo todos los días”.

LA VUELTA AL CONTINENTE

“Una de las cosas más lindas -contó a Nosotros poco antes de volver a partir- es que cuando salimos no llevamos relojes ni celulares. Pasada la primera semana, se pierde la noción del día, primero del número y después del nombre. Es lindo porque un día te levantás y tenés la libertad de irte o quedarte en el lugar si te gusta, mientras escuchás todos esos ruidos raros de cada lugar diferente: de la selva, del antiplano, del norte o del sur. Son sensaciones que no se pueden explicar pero quedan. A veces estoy caminando por la ciudad y escucho algún sonido parecido y ya estoy pensando en el próximo viaje”.

En todos los casos, el recorrido se hace por tierra y por rutas “fuera de ruta”. El vehículo está preparado para hacerlo: tiene malacate, además de cubiertas, chasis y amortiguación especiales”. Así fue como estuvieron en Galápagos, en Colombia, en el Caribe, “pero siempre llegamos por tierra. Algunas veces se necesita tomar un vuelo, pero nunca es el viaje convencional. Para cruzar por cursos de agua se utilizan balsas”.

El alojamiento tampoco es en hoteles de primera categoría: “vamos a posadas o a lugares que la misma gente nos va marcando y que no se encuentran en ninguna guía”.

¿Cuándo comienza a prepararse el siguiente viaje? “Casi siempre cuando estamos volviendo comenzamos a pensar en el próximo. Este año dimos la vuelta completa al continente pero no llegamos a conocer todos los lugares”. Por eso es que el objetivo es tomarse un tiempo para recorrer esos sitios que fueron descubiertos en itinerarios anteriores: saltos de agua, fosas en un río, lugares en la montaña... “y todo es gigantísimo”, apunta Gabriel.

En este punto marca una diferencia: “para los americanos el continente exótico empieza en Colombia. entonces toman un avión o algún transporte hasta Panamá, lo cruzan y ahí empieza el viaje desde Colombia a la Argentina. La mayor parte lo hacen en vehículo, pero cuando llegan acá se suben a un avión y se vuelven. Ahí termina para ellos la vuelta al continente. Para nosotros, la vuelta implica ir y venir”.

“En todos estos años observamos que son muchos los europeos que viajan por América del Sur y, entre todos ellos, el denominador común es que nos cuentan que en Europa no existe más todo ésto, prácticamente no hay lugares vírgenes ni es posible atravesar tantos kilómetros sin encontrarte con una población”.

Sin embargo, Maidana observa que año a año el paisaje que ya recorrieron vuelve a cambiar. “A las grandes ciudades las pasamos de largo o paramos antes, pero vemos cómo dos o tres kilómetros antes se empiezan a ver los barrios de emergencia que van creciendo. Incluso en la selva, en pleno Amazonas, donde ya fuimos varios años seguidos, vemos cómo hay zonas donde mirás al horizonte y no ves la selva. Está todo plano. Allá hacen un cultivo expréss: tiran los árboles con máquinas, los queman, pasa una avioneta, tira semilla, levantan soja en pocos meses y después se van. Y queda un pasto estéril y la tierra que se va secando”, relata.

APRENDER DE LA EXPERIENCIA

Cada viaje es un aprendizaje constante. “Siempre estamos en contacto con gente que viaja a otras partes del mundo. Aparte de experiencias son vivencias, porque aprendés mucho de lo que cuentan si te quedás una noche a comer en un lugar o haciendo un tramo de camino que ya han hecho un montón de personas”.

Las historias recogidas en las distintas travesías son muchas. Una que recuerda particularmente es la de “Cognac”, un holandés de más de 60 años que lo acompañó en su itinerario por la mitad de la selva. “Con toda la posición económica que había logrado en muchos años de trabajo profesional, siempre tuvo un sueño que era de ir a ese lugar y tomar un cognac con gente que no conociera”. Y así fue. Iba con una valija para todos lados y allí llevaba, entre otras cosas, varias marcas de esa bebida. “Éramos de 7 u 8 nacionalidades diferentes. No me acuerdo tanto del hecho de haber tomado el cognac abajo de una cascada, sino de cómo alguien que vive en un lugar tiene un pensamiento ajeno a lo que es su estilo de vida. Les dicen locos, soñadores. pero son capaces de vivir en dos mundos diferentes”.

SALIRSE DEL LIBRETO

“Una cosa es viajar y otra hacer camino”, definía Miranda mientras imaginaba que en pocos días más estaría de nuevo en la ruta. “Una vez leí en un libro que decía que viajar alimenta el alma; es una frase hecha pero la única manera de conocerla es haciéndolo. Es mágico”. En su opinión, “cualquiera daría lo que no tiene por hacer ésto aunque sea una vez y, sin embargo, tienen todo y no lo hacen. Pocos se salen de su esquema”.

En los viajes “conocimos gente que nos contó historias que, de otra manera, nunca hubiéramos conocido y tuvimos la posibilidad de recorrer sitios que están fuera de todo itinerario preestablecido”.

Para este año, el objetivo es tomar rumbo hacia el norte, previo paso por Paraguay, descubriendo caminos o creándolos a su paso. “Tampoco nos metemos en la boca del lobo: vamos preguntando mucho porque no es cuestión de arriesgarse”.

Gabriel cuenta que “cada uno que ve las fotos de nuestros viajes, a los diez minutos está dispuesto a vender todo y hacer lo mismo; pero después se les van las ganas. Depende de la personalidad de cada uno. Hay gente que disfruta de la vida sentándose a la puerta de su casa y tomando mate. Nosotros la disfrutamos de esta manera”.

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“Viajar alimenta el alma; es una frase hecha pero la única manera de conocerla es haciéndolo. Es mágico. Cualquiera daría lo que no tiene por hacer ésto aunque sea una vez y, sin embargo, tienen todo y no lo hacen. Pocos se salen de su esquema”.

Gabriel Maidana

ENTRELÍNEAS

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Gabriel y su esposa mariana, en su casa, pocos días antes de viajar.

En todos los casos, el recorrido se hace por tierra y por rutas “fuera de ruta”, con un vehículo especialmente preparado para hacerlo.

LENGUAJE UNIVERSAL

En general el idioma no es una barrera cuando se atraviesan los países de América del Sur, aunque “en Brasil, cuanto más al norte llegamos, se vuelve más cerrado -explica Gabriel Maidana-. Así que puede ocurrir que entiendas más a una persona que habla inglés que a un brasileño de esa zona”. Sin embargo, llega un punto en que todos terminan entendiéndose. Así ocurrió en una oportunidad en Salto Ángel (Venezuela), donde coincidimos en un grupo integrado por argentinos, pero también alemanes, norteamericanos, franceses y holandeses, todos en la misma mesa y -aunque no se cómo- terminamos comunicándonos”.

Pasar varias semanas lejos de la propia tierra es un verdadero placer pero también todo un desafío a la hora de preparar lo necesario, sin descartar aquello útil ni cargar con peso de más. “Nos ha pasado de salir de un lugar con 30 grados de temperatura a cruzar la cordillera donde hay nevadas, y todo eso en muy poco tiempo”. Semejante variación exige estar bien preparado, aunque “cada vez llevamos menos para que se haga más llevadero”.

Además de la ropa, hay que organizar el tema de la comida, preparar el vehículo, actualizar vacunas y prever todas las cuestiones vinculadas con la salud. En definitiva, si bien el itinerario es libre, “antes de salir, tomamos todos los recaudos posibles”.