Error biológico

Dr. Gabriel Barbará

Llega a la Tierra un ser de otro planeta, con una cultura espiritual y técnica extremadamente superior. Observa en nuestro planeta la vida en todas sus dimensiones. Luego de un tiempo no muy largo y de regreso a su lugar de origen entrega un informe que le habían encomendado y que textualmente decía: “En este planeta Tierra se observa en los que se llaman humanos, un comportamiento diametralmente opuesto a los que ellos llaman animales. Los animales en el planeta Tierra subsistieron por miles de años y superaron la permanencia en ella a través de un equilibrio ético biológico. Sobre la especie humana podemos decir que son muy difíciles de comprender en su naturaleza. Los animales de la selva, las cucarachas, las lagartijas, respetaron códigos de vida.

Ellos (los llamados humanos) tienen una mentalidad muy compleja, por su particular cerebro dotado de una inteligencia superior a la de otros animales. Sin embargo, se observa dicotomía en su pensamiento: humanístico por un lado y agresivo hacia la misma especie, intuitivamente por el otro.

De ellos, hay quienes estudian diversas profesiones; pero en la escala mayor de lo que ellos llaman poder, se observan falencias importantes a través de miles de años, que conllevan un impulso destructivo de las naciones más poderosas hacia las más débiles. En lo que ellos llaman diplomacia y política, la verdad es un lujo y así le llaman habilidad a quien miente mejor, audacia al que arremete sin otra intención que ganar poder, ganar posiciones, riquezas que no alcanzarían por métodos de justicia recíproca y razonamiento justo.

A la justicia le llaman ordenador de conductas, pero el que se siente más fuerte por poder y en sus impulsos aprovechadores la impone en forma arbitraria provocando daños al que menos tiene.

La venalidad es regla general y la descompensación moral es de tal magnitud que ven casi como normal que el erario público sea despojado por sujetos aprovechadores, aventureros muchas veces no sólo ineptos, sino ignorantes, con honrosas excepciones.

El pueblo le teme en general a los que tienen poder y muchas veces los que se quejan, no hacen lo mismo, porque ellos no se encuentran en el tramado que llaman poder. El hombre nace con un instinto competitivo, que en alguna medida es constructivo, cuando el psicotipo del individuo y la educación recibida han sido adecuadas. En otros psicotipos, este instinto se altera en tal forma que llega a lo patológico y le provoca una reacción agresiva hacia su misma especie.

Ese mismo instinto, en individuos piscopáticos, en el entramado del poder, da -lo que he observado- la arista más cruel que he visto en el ser humano, el uso bestial de las armas matando a miles de su misma especie.

Este fenómeno en la especie humana, se observa cuando están agrupados y aprovechando la masa para ejecutar en función de una hegemonía lo que se observa a través de cientos de años: la violencia por la violencia misma para obtener poder a cualquier precio o en lo que ahora llaman guerra de Gaza, vemos como una potencia que llaman Estados Unidos, ha armado a un pueblo pequeño, Israel, por el interés de tener una llave de entrada, a una zona clave por el petróleo y para ganar terreno sobre otra potencia, que llaman China continental.

Los árabes y judíos son difíciles de entender, conforman una única raza: la semita, de la cual descienden: de Abraham y Sara, los judíos y de Abraham y Fátima los árabes. Ni los judíos bien nacidos, ni los árabes, bien nacidos, se alegran de la muerte de tantos inocentes de ambos bandos.

Cuando los dos hombres más grandes que tuvieron los dos pueblos: Rabin y Sadat hicieron la paz en Israel, miles y miles de judíos, aclamaban a Sadat en las calles, arrojándole flores a su paso y esperándole emocionados en el Senado para firmar la ansiada paz. Pero los instintos de grupos de ambos bandos, fanatizados por un odio milenario sin sentido, que comienza con un cisma religioso, muestran la agresividad en el ser humano, que es inducida por desequilibrios generados por siglos de odio, que los llevaron a la destrucción mutua.

Se llaman periodistas, a los que a través de la palabra escrita u oral, cuentan cosas dando información a los otros, habiendo entre ellos, los que son independientes, cultos y valientes; pero cuando el periodismo actúa en corporaciones, a veces son timoratos con el poder y otras veces y a sabiendas actúan en connivencia con el mismo, diciendo verdades y callando verdades, que esto es igual o peor que mentir.

Los pensadores más lúcidos y humanísticos alertan sobre la catástrofe que se cierne sobre el planeta ya envenenado y agotado; pero el impulso destructivo de los dominantes hace caso omiso y no toma conciencia de que es su propia naturaleza la que los está destruyendo. Es que en algún momento, la ingeniería genética se desequilibró y dio un ser antagónico por naturaleza (y en ciertas circunstancias) hacia su propia especie y a través de miles de años. El libro de sabiduría de millones de ellos, la Biblia, relata que uno de los hijos de la primera pareja Adán y Eva, mató a su propio hermano (Caín mató a Abel y se fue al este del Paraíso) (simbólico).

El impulso genético agresivo no se desarticuló nunca y si bien hubo pensadores que pusieron freno y moral, aquel impulso grave de menospreciar y matar a su propia especie, fue inmutable a través de su propia naturaleza.

Un genio actual de extraordinaria visión reconocido como el intelectual más importante dijo: “El hombre es un error biológico”.

Nuestro viajero extraterrestre decía a sus congéneres acerca de la Tierra que “no se les ocurriera acercarse a la misma porque sus agresividades son contagiosas, sus instintos son peligros y si bien hay miles de buenos entre ellos la disociación compulsiva de su conducta los lleva a destruir su propia especie y el planeta en que viven, y todo esto, por los factores y circunstancia antedichos.

El hombre es un error biológico, que no va a encontrar la paz sino en el seno de los sepulcros.

La venalidad es regla general, y la descompensación moral es de tal magnitud, que ven casi como normal que el erario público sea despojado por sujetos aprovechadores, aventureros, muchas veces no sólo ineptos.

El impulso genético agresivo no se desarticuló nunca y, si bien hubo pensadores que pusieron freno y moral, aquel impulso grave de menospreciar y matar a su propia especie, fue inmutable a través de su propia naturaleza.