Entrevista al escritor Juan Carlos Cinto

El realismo, una particular manera de interpretar las cosas de la vida

A través de relatos breves basados en distintas temáticas, el autor procura encontrarle su principio y motivación a cada hecho que marca nuestras existencias.

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Juan Carlos Cinto escribió desde muy chico, incentivado por sus primeros educadores. Vive en Santo Tomé desde 1980; es procurador y ejerce la parapsicología.

Agencia Santo Tomé.

Ariel Durán-Sergio Ferrer

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De visita en nuestro medio, el parapsicólogo Juan Carlos Cinto nos brindó detalles de su reciente publicación, un libro de cuentos y poemas titulado “La presencia”, en el cual le propone al lector, tal cual él mismo lo aclara, “una experiencia no exenta de humor, crueldad, ambición, espiritualidad y el pensamiento mágico religioso de la New Age, con algo de poesía, porque así es la vida”. Incluso, en su texto, Juan Carlos aclara que “todos los personajes son ficticios, aunque algunos nombres y hechos corresponden a una realidad histórica; es decir, está narrado en base a situaciones reales concretas o, por ejemplo, conversaciones con las personas”.

Indagar permanentemente

Una vez introducido el diálogo, Cinto resaltó la idea de que interpretar lo real es lo que lo llevó a recopilar los escritos vertidos en “La presencia”, una compilación de relatos breves en los cuales desanda prácticamente cuarenta años de su vida, en el marco de un país en el que siempre hubo problemas -principalmente de índole socioeconómica-, en el que la prioridad era vivir el día a día con la familia y el trabajo. “Es como que nunca había tiempo ni dinero para editar un libro; por eso, aunque siempre tuve la idea de publicar, recién ahora pude hacerlo”, agregó Cinto, quien se considera libre pensador, en el sentido de que “hay que bucear, buscar, indagar y aprender de las distintas corrientes culturales y filosóficas, para entonces llegar a los principios fundamentales”, ya que “uno no puede ser tan cerrado u obtuso como para creer que existe una sola manera de interpretar la verdad o la realidad”.

En cuanto a “La presencia”, que es el título de uno de los relatos del libro de Cinto, éste aclaró que hace referencia a la aparición de un ser superior como guía y visión de los actos de la gente. “Ese ser superior evidentemente es Dios; pero ese Dios no es ni musulmán, ni católico, ni judío,... es Dios”, aclara el autor, aunque existan, por ejemplo, las maneras de interpretar la obra de Dios a través del cristianismo, el islamismo o la fe judía.

“Toda acción deja huella”

“La presencia es un convencimiento: convencerse de que en algún momento de nuestras vidas, Dios se nos puede presentar”, añadió Juan Carlos, que es profesor en Parapsicología. Posteriormente, destacó que uno de los que considera como cuentos predilectos de su libro es “El karma”, que integró la selección de textos editados en el año 2008 por Editorial Dunken, bajo el título “Fuga imperceptible”. “Karma es un vocablo sánscrito que significa acción, para el budismo, y para el hinduismo es una ley de causa y efecto; eterna, absoluta e infalible”, prosiguió Cinto. “Así, sabemos que toda acción deja huellas en lo puro y en lo impuro de cada persona; nos mancha o nos limpia; obra en lo físico, en lo moral y espiritual”, acotó también.

“Pero ojo, existe un karma mundano -por el cual toda acción tendrá un premio o castigo en este mundo material-; pero también existe un karma universal, por el que todo repercutirá en nosotros en vidas venideras, hasta que ya no tengamos que reencarnar”, se esmeró en explicar a continuación. “Todo lo que hagamos, consciente e inconscientemente repercute en nosotros; es como una marca en la vida, el trasfondo de nuestra existencia... un principio rector que te advierte: tené cuidado con lo que estás haciendo, porque de alguna manera vuelve a vos”, resalta Cinto, para quien, independientemente de lo cultural, cada hecho que nos pasa en la vida, “nos devuelve” al mundo real de las cosas.

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ADEMÁS

Aquellas primeras enseñanzas

Juan Carlos Cinto nació en Rufino, provincia de Santa Fe, el 6 de septiembre de 1949. Ya en la capital provincial, cursó sus estudios primarios en la Escuela Nº 3 Bernardino Rivadavia, en la que -en forma paralela- empezó a desandar una de sus pasiones, la pintura, participando del Club de Niños Pintores del establecimiento, al mismo tiempo que estudiaba inglés en el Instituto de Lenguas Vivas. “Tenía 10 ó 12 años y ya escribía, porque en mi casa paterna había una gran biblioteca, al igual que en la de mis abuelos; después, en la Escuela Rivadavia, fueron mis maestras Celina de Vallejos y Rosa Blanca Sodero quienes me incentivaron permanentemente a escribir y apoyaron lo que yo hacía”, contó Juan Carlos a nuestro medio, sin olvidar que otra persona que lo marcó en estas iniciativas fue Carlos Catania, “que nos daba Educación Física, pero en los días de lluvia nos hacía pasar a un aula y allí nos hacía recitar y contar historias”.

Tras esos inicios, Cinto desarrolló el bachillerato en el Colegio Nacional Simón de Iriondo, donde intensificó su relación con el arte, ya que aquel inicial entusiasmo por pintar, se vislumbraba casi como un medio de vida. En 1969, abocado de lleno en la literatura, obtuvo un reconocimiento en el Primer Certamen Literario de Santo Tomé, a la vez que consigue el respaldo de Nuevo Diario, periódico santafesino que le publica algunos de sus trabajos. Luego, entusiasmado con explorar nuevos horizontes, estudió en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral, en donde en 1979 obtiene el título de Procurador. Al año siguiente se radicó en Santo Tomé, lugar donde vive con su familia, es decir, su esposa Iliria Díaz y sus dos hijos, Juan Manuel y Juan Facundo. Oportunamente, creó y condujo un programa radial, estudió parasicología y recibió entrenamiento en los tres distintos niveles de reiki usui.