Al margen de la crónica

¡Basta de hombres consentidos!

Que la casa esté impecable, que la ropa no tenga ninguna arruga, que en el baño no falte papel higiénico, que la heladera esté llena y que, además de todo eso, la señora de la casa se vea espléndida y huela a perfume suelen ser algunos de los miles de reclamos masculinos que las mujeres oyen a diario. Y guarda con que a las 12 del mediodía no sepan qué cocinar o se hayan olvidado de comprar la sal en el supermercado.

Aunque los hombres no son todos iguales sí podría decirse que la mayoría espera de sus mujeres una buena atención, que para ellos consiste en que estén atentas a todo lo que necesitan mientras descansan en un sofá, con las piernas extendidas sobre una silla, mirando la televisión.

¿Por qué son las mujeres las que además de trabajar tienen que hacer la mayoría de los quehaceres domésticos sin ningún rédito ni recompensa? ¿Por qué los hombres no tardan en desordenar lo que a las mujeres les llevó horas acomodar? ¿Por qué la ayuda de ellos siempre es mínima y lo argumentan diciendo que no pueden hacer tareas que son específicas de las mujeres? Estos interrogantes, y miles más, tienen una sola respuesta o mejor dicho una sola responsable: las madres.

Dicen, por lo general, que los hombres eligen mujeres que en algún u otro sentido se asemejan a sus madres esperando que en la vida en pareja ella se comporte de la misma manera, es decir atendiéndolo permanentemente. Pero no siempre ocurre así, y entonces empiezan los problemas.

Ante tanta comodidad masculina, viene bien cerrar este espacio con una recomendación a las mujeres: corten el cordón umbilical a tiempo con sus hijos varones porque de grandes terminan siendo unos insoportables llenos de ñañas difíciles de conformar.