Presentación del disco “Quebrado” y mucho más

Canciones hechas carne

En casi dos horas y cuarto de show, Pedro Aznar demostró su especial talento para apropiarse y reinterpretar las composiciones ajenas, más allá de los géneros. Fue una noche llena de homenajes a sus gustos personales, pero también a su propia trayectoria.

1_pa.jpg

Iluminado: el ex Serú Girán mostró clásicos de su repertorio y algunas de las canciones que lo formaron como artista.

Foto: Pablo Aguirre.

Ignacio Andrés Amarillo

[email protected]

“Hechicero”, gritó un hombre ante el primer retorno de bises. Y algo de eso hubo: Pedro Aznar y sus adláteres supieron llevar al trance a una sala del Centro Cultural Provincial que recién se llenó pasada la hora de la convocatoria. Recién alrededor de las 22 del jueves se iniciaron las más de dos horas en las que el ex Serú Girán, al frente de una máquina sonora ajustadísima (¿qué se podía esperar de una banda liderada por un bajista extremadamente puntilloso?) atravesó climas y géneros, presentando temas de su disco “Quebrado” y de placas anteriores. Encargado de las voces, bajos y guitarras acústicas y españolas, estuvo secundado por la banda que participó de la grabación del disco, incluyendo a Alejandro Oliva en percusión, Federico Dannemann en guitarras eléctricas y acústicas y cuatro venezolanos, y Julián Semprini, en batería; según narró Aznar, Santa Fe fue el escenario del debut de Hernán Jacinto (habitual compañero de andanzas de Javier Malosetti) en reemplazo de Andrés Beeuwsaert.

Grandes homenajes

“Quebrado” (que titula el disco), “Alcira y la torre” (una creación de Lenine, incluida en “Aznar canta Brasil”), “Caja de música” (con letras de Borges) y la bella “Nocturno suburbano” integraron la apertura del show, seguidos por “Décimas” (un tema de Elizabeth Morris, que todo el mundo imagina es creación del intérprete) y su habitual (y genial) versión de “Carnavaleando”, aquella recordada zamba de Leguizamón y Castilla. Después, se dio el gusto de hacer cantar a la audiencia los beatleanos coritos de “¿No es una pena?”, tema de George Harrison, cuya letra destacó por su profundidad y sencillez, “a la manera de la poesía japonesa”.

A continuación vendría uno de los mejores tramos del show, con las versiones de “Angie”, de los Rolling Stones, seguida por “Jealous guy”, de John Lennon, y culminando con la intimista y sutil (con Aznar solo, con su guitarra) interpretación de “Confesiones de invierno” de Sui Generis, tal vez una de las canciones más aplaudidas de la noche. Luego de esto, y redondeando el “momento acústico, llegó “A primera vista”, el tema de Chico César, que Aznar ha incorporado como propio, demostrando que es genial intérprete de los temas que ama, más allá de los géneros. Por si el atento lector no la recuerda, es la canción que dice (en una justa y casi literal traducción): “Cuando me llamó allá fui / Cuando me di cuenta estaba ahí / Cuando te encontré me perdí / En cuanto te vi me enamoré”.

Para arriba

Como contrapartida, luego fue el momento de repasar sus propias composiciones, como “Sólo Dios sabe” (de Tango 4, junto a Charly García), “Si me das tu amor” (Serú Girán) y “Tu amor” (Tango 4); sumados a cuatro temas incluidos en el CD 1 de “Quebrado”: “Fugu”, “Lina de luto”, “La abeja y la araña” y “Los perros del amanecer”. Este bloque cerraría con “Faro de los ahogados”.

Explosión rítmica

A continuación, la banda en pleno se dedicó a una de las cosas que mejor sabe hacer: explorar la diversidad rítmica, demostrando el ajuste entre sus miembros. Para demostrarlo, nada mejor que atravesar los ritmos más aparentemente distantes. Tras un solo de percusión de Oliva, basado principalmente en el cajón peruano, llegaría una potente versión de “María Landó”, la pieza de la afroperuana Susana Baca (otras de las grandes apropiaciones del bajista), con Semprini en el otro cajón y un especial lucimiento de Jacinto en un solo particularmente extenso y virtuoso.

Luego vendría “Mañana nunca sabe” (“Tomorrow never knows”), un tema de The Beatles convertido en una explosión de “free rock” con cierto sabor a King Crimson por momentos. Finalmente llegaría “La carne”, caracterizada por su potencia funk, reforzada por el tinte negro en la voz del artista, especialmente en la parte de “la carne más barata del mercado es la carne negra”.

Para los bises

Luego de una primera salida, en la que las luces se mantuvieron apagadas (estimulando el reclamo del público para el regreso de los músicos), sería el turno de “Fragilidad”, creación de Sting en la que se animó a traducir parcialmente la letra (“Como lágrimas de sal / la lluvia caerá / la lluvia caerá / Cada gota cantará / mi fragilidad / tu fragilidad”), que hizo las delicias de la platea, ya completamente rendida a la magia del “hechicero”.

Habría un regreso más, completamente desenchufado: el solista cantó a voz en cuello acompañado por su guitarra, junto a Jacinto en melódica, Dannemann en guitarra acústica con slide, Oliva en redoblante y Semprini en cajón. La canción elegida fue el “Blues de la piedad”, del brasileño Cazuza (aquel de “El tiempo no para”). Así, voceó aquello de “Vamos a pedir piedad, Señor, piedad / para esa gente careta y cobarde / vamos a pedir piedad, Señor, piedad / dales grandeza y un poco de coraje. Esas fueron las últimas palabras antes del saludo de rigor y el descenso del telón, que cerró así una noche protagonizada por las grandes canciones “de aquí, de allá y de todas partes”.