Al margen de la crónica

Como el perro del hortelano

Estupor e indignación ha provocado entre los santafesinos la decisión del Administrador de Infraestructuras Ferroviarias de ordenar al municipio que detenga las obras de reparación de la vieja Estación Belgrano.

Una cuestión de burocracia jurisdiccional es la causa aparente que esgrime la omnipresente máquina de impedir.

¿Y por qué en apariencia? Porque durante años y con razones de igual tenor -o sea, estupideces- se demoró y trabó cualquier proyecto que propiciara la recuperación del edificio.

Resulta altamente llamativo que a nadie del gobierno de la Nación, que es el “dueño” del bien, le haya interesado rescatar de la desidia lo que para nuestra ciudad es uno de los patrimonios dignos de dar testimonio de una época, no sólo por su estilo de construcción sino por lo que significa como símbolo de la pujanza de otros tiempos.

Desde que dejó de cumplir sus funciones primarias y se empezó a pensar en darle a la estación otro destino, siempre apareció una mano negra dispuesta a demorar y objetar todo pedido de restauro, de puesta en valor o de refuncionalización y aprovechamiento de ese espacio.

Después de años de reclamos de los vecinos, preocupados por el deterioro edilicio y por los problemas de inseguridad que habitantes ocasionales provocaban en la gente del barrio, esta gestión municipal decidió asegurar para los santafesinos la perdurabilidad de la Belgrano y minimizar la posibilidad de actos delictivos.

Resulta ser que, como el perro del hortelano que no come ni deja comer al amo, Adif, con sorprendente eficiencia, reclama por unos metros de paredes que fueron derrumbadas y envía una carta intimidatoria a las autoridades municipales para que se detengan los trabajos.

El arreglo de veredas, la eliminación de maleza, la recuperación de la casilla en bulevar Gálvez y Vélez Sarsfied, mayor iluminación y reparación de roturas, parecen ser una agresión a la potestad de quienes debieron asumir la responsabilidad de hacer eso durante todo este tiempo; algunos no entienden que no son dueños sino meros administradores de los bienes de los ciudadanos.

Sin contar con los recursos de las arcas nacionales, el municipio encaró tareas mínimas y modestas pero efectivas para impedir el avance de la desidia y dificultar la utilización del predio como aguantadero de delincuentes. Sin embargo a la burocracia poco le importan las necesidades y las decisiones de los santafesinos.

Resulta llamativo el recién estrenado interés del ente custodio por conservar la originalidad del edificio y más sugerente la rapidez para actuar al momento de detener las obras. Si de sospechas se trata habría que indagar sobre las razones de semejante capricho e investigar hasta dónde mezquinos intereses de orígenes diversos podrían seguir actuando como las eternas máquinas de impedir que ya forman parte de nuestra existencia desde hace mucho tiempo.