“Maestro en dos mundos”

Juan Cingolani en su justa dimensión

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“Autorretrato”, de Juan Cingolani.

DE LA REDACCION DE EL LITORAL

En su libro titulado “Juan Cingolani, maestro en dos mundos”, el santafesino Fernando E. Pallotti realiza un recorrido minucioso, que con documentos de primera fuente (recogidos en la Argentina y en Italia) y numerosas ilustraciones, nos permite recorrer la vida y la obra de este gran pintor.

Más de cinco años de investigaciones, entrevistas, catalogación y registro fotográfico de obras llevaron al autor a componer “como en un rompecabezas” la vida y la producción de este pintor (y personaje) que tanta importancia reviste para nuestra ciudad.

Los inicios

Giovanni Cingolani nació en 1859 en el seno de una modesta familia campesina en San Egidio, provincia de Macerata, Le Marche, Italia.

Cuenta Pallotti que a los once años, este pequeño campesino sin educación dibujaba y coloreaba con trozos de carbón y con mezclas de pinturas que él mismo inventaba y preparaba, sobre muros, paredes y puertas, en los pocos momentos libres que le dejaba el duro trabajo rural. En tres meses cumplió sus estudios primarios en Montecassiano, y fue en esa ocasión que conoció al artista Amadio Iachini, el primero en incentivar el talento innato del pequeño artista.

Poco después, el pintor y profesor de diseño Giuseppe Mancini-Cortesi, tras observar algunos trabajos del jovencito, sugirió al padre del aprendiz la conveniencia de enviarlo a estudiar bellas artes. El padre entonces presentó una solicitud de subsidio al Consiglio Provinciale di Macerata, que le fue otorgado, y que le permitió a Giovanni, primero realizar sus estudios básicos y luego ingresar en la Academia de Bellas Artes de Perugia, donde pasaría cinco fructíferos años.

A inicios de 1880, Giovanni Cingolani parte hacia Roma, donde frecuentaría distintos cursos, aunque lamentándose siempre de la pobreza que le obligaba a perder tiempo trabajando y que le impedía participar en los “estudios y academias privadas a las cuales concurren jóvenes pintores italianos y extranjeros para ejercitarse y perfeccionarse en el arte”.

En el Vaticano

Un hito en la carrera de Cingolani sucede al conocer al capellán privado de León XIII, monseñor Nazareno Marzolini, quien lo introdujo en el Vaticano y quien además lo orientó hacia la pintura religiosa.

Cingolani consigue tener un estudio gratuito en el Palazzo Apostolico in Laterano, y se incorpora al grupo de artistas que se dedican en las galerías y palacios eclesiásticos a las restauraciones de obras del ‘400 y del ‘500.

Más tarde, puntualiza Pallotti, “irá sumando su producción de retratos y composiciones históricas de la Biblia, tanto para pedidos en Roma como de otros lugares de Italia y del exterior.

Su labor como restaurador era precisa: constatar el estado de los frescos y señalar los problemas a la Dirección. Había que examinar, estudiar y “curar” los daños que el tiempo y las vicisitudes habían ocasionado en los frescos pontificios, y para eso se necesitaba acreditar condiciones especiales.

“Precisamente, por contar con tales aptitudes Cingolani fue elegido para estos trabajos, que lo pusieron en contacto con los “capolavori’ de la pintura del Renacimiento y le permitieron afinar su propia capacidad técnica, conquistando una experiencia única en la técnicas pictóricas del pasado, especialmente en lo que se refiere a frescos”.

Además de esta minuciosa labor de restaurador, Cingolani se destacó en el Vaticano como retratista (de los papas León XIII, Pío X, de cardenales y miembros de la nobleza) y como pintor de motivos religiosos. Trabajó además para encargos en distintas zonas de Italia, especialmente para su tierra natal, Le Marche, donde realizaría la que es considerada su obra maestra: “Torquato Tasso presenta la “Gerusalemme liberata’ all’Accademia dei Catenati in Macerata”, y Pallotti se detiene especialmente en analizar esta antológica pintura.

El cruce del océano

Es un misterio todavía la razón por la cual Cingolani, en plena actividad y con un apreciable reconocimiento, decide abandonar Italia y radicarse en nuestra tierra. Pallotti repasa las distintas hipótesis, fundadas en testimonios de la época del propio artista.

De hecho, en Santa Fe, Cingolani parece haber exacerbado su carácter introvertido, tal como parecen revelan algunas cartas, en las que emergen además de la personalidad de Cingolani, “su sensibilidad, su carácter bondadoso, tímido, modesto, silencioso y la constante nostalgia del pintor por Italia, por sus amigos, sobre quienes pide noticias y a quienes no deja de enviar saludos”. También se revela una gran pesadumbre por el ambiente que lo rodea, tal como expresa contundentemente en otra carta: “Aquí la vida del arte y del artista no es tenida en cuenta, y por eso es poco remunerada. Lo que vale sí es poseer mucho dinero, entonces sí... te hacen hasta presidente, o tal vez te nombran Cavaliere... y así serás un gran hombre y toda la gloria será para ti, pero un pobre pintor, ¡qué quieres que valga!”.

Todos estos sentimientos no impiden que en Santa Fe Cingolani realice una obra notable, con preponderancia de los temas religiosos y ahondando en su estilo neorrenacimental, y Pallotti se detiene en detallar y estudiar todas las obras que el gran pintor creara en nuestro ámbito, haciendo hincapié desde luego en los frescos de la basílica Nuestra Señora del Carmen, el óleo titulado “La escena del Sudor Milagroso” (Iglesia Nuestra Señora de los Milagros), los medallones de Santo Domingo y del convento de San Francisco, los retratos y autorretratos.

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“El Sudor Milagroso”, de Juan Cingolani. (Iglesia Nuestra Señora de los Milagros, Santa Fe).

A los santafesinos nos toca aún valorar, con el debido respeto y la merecida admiración, a uno de los personajes artísticos más singulares que hayan pisado nuestras calles, y así apreciar mejor la notable cantidad de frescos y óleos que nos quedaron como testimonio de su talento, de su capacidad de trabajo y de su perfección formal. Se trata de Giovanni (o Juan, como lo llamaríamos nosotros) Cingolani, y para justipreciarlo y ahondar en su vida y obra ahora contamos con un documento excepcional en el ensayo que le ha dedicado Fernando E. Pallotti y que acaba de editarse en nuestro medio.

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“La liberación de las almas del Purgatorio por intercesión de la Virgen del Carmen”, de Juan Cingolani. (Basílica Nuestra Señora del Carmen, Santa Fe).

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“Torquato Tasso presenta la “Gerusalemme Liberata’ all’Accademia dei Catenati in Macerata”, de Juan Cingolani. (Prefettura di Macerata, Italia).

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“Estudio de Cabezas” o “Cabeza de hombre del pueblo”, de Juan Cingolani.

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“Cabeza de niña”, de Juan Cingolani.

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“Cabeza de paje”, de Juan Cingolani.

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“Cabeza de fraile”, de Juan Cingolani.

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Fernando E. Pallotti, autor del exhaustivo estudio sobre el gran pintor ítalo-argentino. foto: pablo aguirre

Un iluminado

En un “A manera de introito”, el académico J. M. Taverna Irigoyen escribe: “Sin duda, la obra que concretó aquí Cingolani en poco más de cuatro lustros fue portentosa. Puede hablarse de genio, pero quizá la palabra justa sería iluminado.

“Con ese fervor de la iluminación trabajó arduamente, subido a entarimados y enfrentado a caballetes, forjando siempre otras realidades simbólicas en torno a los grandes temas y a las grandes hagiografías. Esto es lo que importa destacar: la efusión de su arte. El poder de exaltación de sus imágenes religiosas. La fuerza caracterizadora de sus retratos. El espacio configurador, en fin, que logró plasmar con sus pinceles y que llevó al medio a una nueva y respetuosa conceptualización de la obra artística”.

Dada la importancia y exhaustividad del estudio de Pallotti, ha merecido ser declarado de interés cultural por una larga serie de instituciones y organismos: Ministerio de Innovación y Cultura de la provincia de Santa Fe; Comitato degli Italiani all’Estero, Circoscrizione Consolare di Rosario; Gobierno de la Ciudad de Santa Fe; Universidad Nacional del Litoral; Federación Marchigiana del Centro Litoral de Argentina; Asociación Marchigiana Santa Fe; Unione e Benevolenza Dante Alighieri, de Santa Fe, y Presidenza della Provincia di Macerata (Marche-Italia).

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“Institución del escapulario a San Simón Stock por parte de la Virgen del Carmen”, de Juan Cingolani. (Basílica Nuestra Señora del Carmen, Santa Fe).

Pionero en Santa Fe

“Con José D’Annunzio y José María Reinares, Cingolani fue uno de los fundadores de la actividad plástica en Santa Fe”, concluye Pallotti.

“La pintura del artista, con sus numerosos temas histórico-religiosos y con su planteo neorrenacentista, fue fruto de su formación académica y, por añadidura, de una Academia de clima purista como la perugina, de su experiencia determinante en la restauraciones en el Vaticano y del contacto con aquellos artistas que allí trabajaban...

“No debemos olvidar al último Cingolani, autor de bocetos y de “El llanto de los ángeles’, obras que, con su acentuada luminosidad y con la casi eliminación de la línea de contorno, aparecen caracterizadas por soluciones expresivas más modernas y decididamente no convencionales”.

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