FALLECIMIENTO
Adiós al patriarca de la cultura santiagueña
Ayer murió el músico y compositor Sixto Palavecino, máximo difusor del quechua en la Argentina. Ejecutante del violín sachero surgido de las entrañas del monte santiagueño, construyó una obra sostenida por iguales dosis de tradición y creatividad.
TÉLAM
El músico y compositor santiagueño Sixto Palavecino, máximo difusor del quechua en la Argentina, falleció ayer a los 94 años, como consecuencia del agravamiento de su delicado estado de salud.
Alojado en el Instituto de Cardiología de Santiago, el artista -que padecía el Mal de Chagas desde hacía años- fue tratado por problemas cardiológicos, pero, luego, su cuadro se complicó a raíz de una fuerte neumonía.
Nacido en la localidad de Barrancas, departamento Salavina, en 1915, se crió a orillas del río Dulce, donde empezó a cultivar su pasión por la música.
A los 13 años tuvo su primer violín y tiempo después fue parte del conjunto folclórico Corazón de madera, que alcanzó notable trascendencia en Santiago del Estero, especialmente en los departamentos quechua-parlantes.
Realizó composiciones bilingües y se encargó de traducir canciones, poemas, libros y hasta las estrofas del Himno Nacional Argentino del español al quechua.
Fue mentor y creador del espacio radial “Alero Quechua Santiagueño”, que por más de 30 años sirvió para afianzar una cultura esencial del pueblo santiagueño e impulsó, junto a los estudiosos Felipe Corpos, Vicente Salto y Domingo Bravo, una agrupación cultural nativista cuyo lema es “Ama Sua, Ama Llulla, Ama Ckella” (“Ni ladrón, ni mentiroso, ni holgazán”).
MULTIFACÉTICO
Por fuera de esta pasión que impregnó toda su actividad, el talento de Palavecino le permitió vincularse musicalmente con otros artistas locales e internacionales como León Gieco, Mercedes Sosa, toda la familia Carabajal, Chico Buarque, Pablo Milanés, Milton Nascimento y Pete Seeger.
Pese a ese tránsito, en una entrevista al matutino La Nación aseguró: “Nunca he vivido de la música. Yo he hecho más cultura que contrato. En los últimos años empezaron a tenerme en cuenta por la musiquita sachera, que sachero quiere decir del monte, montaraz. Pero vivir de la música no he vivido”.
Algunos de los lauros cosechados en su trayectoria fueron un homenaje, en 1997, de la Presidencia de la Nación, por su aporte cultural, y también la distinción con el título Doctor honoris causa por la Universidad de Rosario.
Su vida inspiró a un importante escritor santiagueño, el profesor Lisandro Amarilla, quien en 1993 hizo su biografía novelada a la que llamó “El violín de Dios” y al cineasta Daniel Rojas para el documental “La savia del algarrobo” (2000).
Don Sixto cumplió 94 años el pasado 28 de marzo y los celebró junto a sus hijos y más de 20 nietos y bisnietos, en su casa del barrio Almirante Brown, ubicada en el acceso norte de la capital santiagueña.
En sus momentos libres, supo realizar múltiples actividades, entre ellas, la de peluquero de grandes personalidades y de permanente solidaridad con los changuitos santiagueños pobres, a los que no cobraba por sus servicios.