EDITORIAL

Pone en riesgo la paz el discurso del premier iraní

El discurso del presidente de Irán en una conferencia de la ONU fue previsible. Era de suponer que utilizaría la ocasión para atacar al Estado de Israel, prometer su desaparición y convocar al mundo musulmán para cumplir con esa tarea.

Esta es la razón que explica que varias naciones ni siquiera se hayan hecho presentes en el foro y que los representantes de los principales países de la Unión Europea luego se retirasen.

A decir verdad, no era necesario disponer de un privilegiado servicio de inteligencia para conocer los contenidos básicos del discurso de Ahmadinejad. Si algo distingue a este señor es la contundencia y simplicidad de su mensaje en contra de Israel y de los judíos. Más que el contenido de su discurso y los rechazos que despertó, lo que llamó la atención fueron los apoyos, los aplausos y en más de un caso las adhesiones pasivas.

Importa decirlo porque es importante: Ahmadinejad fue repudiado pero también cosechó halagos y felicitaciones. Las protestas de diplomáticos y de organizaciones judías democráticas se equilibraron con el apoyo al premier de Irán por parte de Estados musulmanes, militantes de organizaciones integristas y militantes de izquierda afines al fascismo islámico.

Para los observadores llamó la atención que el representante de Argentina no sólo haya asistido sino que además no haya atinado a retirarse como lo hicieron sus pares europeos. Si bien luego el gobierno nacional expresó su condena a las palabras de Ahmadinejad, no dejan de sorprender los malos reflejos de nuestros diplomáticos a la hora de tomar una decisión.

Más de un observador político se pregunta si Ahmadinejad merece ser tomado en serio. Para muchos diplomáticos se trata de un personaje pintoresco, algo siniestro, cuyas palabras nunca lograrán expresarse en actos. A nadie se le escapa que esta interpretación resulta funcional a más de un nación europea interesada en los negocios petroleros con Irán.

De todos modos, a los principales analistas políticos les resulta por lo menos peligrosa esta suerte de subestimación a Ahmadinejad. La teoría del “loquito inofensivo”, del “payaso” que cuando se proponga molestar en serio será puesto en su lugar, tiene malos antecedentes y uno de los más destacado y patético es el de Hitler, también considerado en su momento un “loquito” y un “payaso” hasta que precipitó la Segunda Guerra Mundial con el Holocausto y el saldo de más de cincuenta millones de personas muertas en los campos de batalla o asesinadas en los campos de concentración.

Por lo tanto, es necesario advertir sobre el riesgo que representa para la paz del mundo y para el orden internacional conquistado después de la Segunda Guerra Mundial, la presencia de un personaje que promete aniquilar a una nación, que alienta a grupos terroristas y que reivindica la conquista de un “ Nuevo Andalus” cuyos límites finales incluyen a Europa.

Llamó la atención que el representante de la Argentina no sólo haya asistido sino que además no haya atinado a retirarse como lo hicieron sus pares europeos.