EL CIERRE DE LIVING

Sonidos que latieron a 33 rpm

En siete años recibió a miles de artistas, sobre y bajo el escenario. Propuso desfiles, muestras plásticas y obras de teatro; en dos ocasiones fue subsede de la Bienal de Arte Erótico y fue el lugar donde renacieron, después de décadas, las jam sessions en Santa Fe.

Todos los nombres y sonidos se volverán silencio este domingo en Living 33, cuando el sol mate la magia que nace en su bruma y cierre sus puertas para ya no abrir. Tras un intenso trabajo que llegó a oídos de destacados músicos del mundo -“que llegaban a la madrugada, sin ser esperados, buscando un lugar donde seguir tocando”- su titular, Martín Lapalma, decidió cerrar sus puertas para partir en una búsqueda personal. Contó a este diario que “desde hace varios años vivo en Buenos Aires y viajo para seguir adelante con el lugar. Durante siete años la sala fue mi vida, pero tengo 33 y creo que es tiempo de encarar lo que tengo pendiente. Me voy a laburar de otra cosa, pero no descarto volver a encontrarme con la música en nuevos roles”.

Living 33 nació en los bajos de la Casa de la Cultura, hundido en el jardín de Bv. Gálvez 1274. Meses después se trasladó, por unos meses, a los patios del Rectorado de la Universidad Nacional del Litoral, y más tarde a los altos de un edificio histórico que, ubicado en la esquina de San Martín y Salta, hoy es ocupado por el Tribunal de Faltas. En 2004, compartió la planta alta de un conocido boliche -Bv. Gálvez 2367- para, en 2005, alcanzar su última morada: el pequeño local que ocupa, hasta este fin de semana, en Belgrano 2719.

Esta búsqueda, “esta lucha la seguí hasta hoy, porque me gustaba la música y terminé conociendo músicos de todos los estilos; e incluso a quienes admiraba, que vinieron a tocar acá... gente de primera categoría que, de paso en la ciudad, se enteraba del lugar y caía a las 4 de la mañana porque sabía que podía tocar. Así pasó con Malosetti y el trombonista Conrad Herwig, entre muchísimos otros... El balance es más que positivo”.

“Alguien tomará la posta”

A pesar de las sorpresas, la calidez y sonidos, la suma de momentos vividos semana a semana pesaron en Martín para decir que: “Living es una etapa cerrada en mi vida. Lo viví desde el principio y llegó la hora de cerrarlo. Es una etapa cumplida en mi vida, si bien son más las cosas buenas que las malas”.

A la hora de los saldos, el “Negro” Lapalma reconoce que “es un orgullo haberlo llevado adelante tanto tiempo, siendo un lugar independiente que nunca recibió un peso de nadie. Es un orgullo y a la vez esa misma falencia lo que lo hace difícil... Tal vez sea por eso que queden muy pocas salas independientes con tantos años de trabajo”.

En ocasiones, “hubo noches en que el local estaba lleno y otras en que fuimos diez personas... Ésa era la magia de Living, era buenísimo estar con el lugar lleno, e incluso se sentía mejor cuando estábamos diez que compartíamos música y la pasábamos genial. Así se generó un lazo afectivo, más allá del trabajo. Comenzamos en busca de un lugar donde tocar nosotros, donde se pudiese tocar en vivo. Después apareció el jazz y empezaron a caer de diferentes palos como el rock, el flamenco y el bossa”.

En días en que la despedida multiplica los recuerdos, Martín “Negro” Lapalma reconoció que “recibí propuestas de diferentes personas para gerenciarlo o hacerse cargo del lugar.

Todavía no está definido, pero sé que, como en Living o en cualquier otro lado, alguien tomará la posta de la música de esta ciudad”.

Sonidos que latieron a 33 rpm

La última morada, en Belgrano 2719, de Living 33 Club.

Foto: Mauricio Garín - Archivo El Litoral