Homenaje póstumo. Entrevista al Dr. Ricardo Molinas

El mayor alimento que tiene la corrupción es la impunidad

Lic. Germán B. Nessier

Son pocas las personas en nuestro país y a lo largo de la historia de nuestra formación nacional, en las que podemos encontrar testimonios cuyas vidas resistan los archivos con firme coherencia. Éste es uno de esos casos. El Dr. Ricardo Molinas siempre se mantuvo fiel a sus convicciones y vivió de acuerdo con las mismas. En el segundo aniversario de su fallecimiento y a modo de homenaje, quiero compartir con el lector esta amena entrevista que se desarrolló un caluroso día de enero de hace más de 13 años en su departamento de nuestra ciudad.

—A partir de su experiencia en la Fiscalía Nacional de Investigaciones, ¿qué diría sobre los episodios de corrupción a los que asistimos a diario?

—La corrupción es cada día mayor. Y es cada día mayor porque está estimulada, o por lo menos “legalizada” y defendida por el propio gobierno. Fijate que cuando el Dr. Menem asume la Presidencia de la República jura ante el Congreso y dice que la corrupción administrativa es equivalente a “traición a la patria” y que por lo tanto habría que aplicarle a los corruptos la pena de muerte, cosa que le gusta al presidente hablar de la pena de muerte. Yo entonces pensé que el gran negocio en el país sería tener una fábrica de ataúdes, si eran tantos los que iban a morir. Pero lamentablemente no se hizo nada, al contrario, se liquidaron todos los organismos de control.

—¿Cree que en nuestro país funciona correctamente el servicio de Justicia?

—A la Justicia no solamente se la persigue sobre la base de la presión, sino también al no darle recursos o elementos para que actúe. Yo creo que la Justicia en la Argentina está en una muy mala situación, creo que no tenemos derecho a la Justicia, que no hay garantías, desde luego con las excepciones correspondientes en todas las instituciones. Pero evidentemente cuando Ud. lee los diarios, o advierte las decisiones judiciales, se da cuenta de que algo no funciona y que mientras esto no funcione, lamentablemente se va creando un mayor índice de corrupción. Porque la corrupción no está solamente en la actividad pública. Para que haya corrupción tiene que haber un funcionario corrupto pero tiene que venir uno de afuera a corromper. Esto no se resuelve con la privatización porque si uno va a los Tribunales y ve las cosas, que se hacen entre sí las empresas privadas, advierte que la corrupción no es que sea administrativa, ni la pureza sea lo privado, sino por el contrario: el estado es tal, que la sociedad está aceptando una serie de cosas que antes no las hubiera aceptado y que por consiguiente se va haciendo como norma lo que antes hubiera parecido un acto ilícito.

—¿Asistimos como sociedad a la aceptación, como algo natural, del hecho de que no se apliquen sanciones a quienes violan la ley?

—Es necesario hacer conciencia en la ciudadanía argentina de que tiene que hacer valer sus derechos, que tiene que reclamar, que tiene que actuar y que tiene que hacer los movimientos legales necesarios para remover este obstáculo que significa un gobierno prepotente, que cada día tiene mayor autoridad, que cada día tiene mayores facultades, un Congreso que declina sus funciones y deja que un gobierno lo maneje, y una Justicia que no actúa. Si no vamos al juego de las instituciones, y sobre todo la ciudadanía no adquiere conciencia de cuáles son realmente sus situaciones, cuáles son sus derechos y los hace valer, evidentemente no tenemos solución. Yo creo que lo único que puede hacer esto es la prédica diaria, la conciencia pública y que se vayan señalando, aunque más no sea moralmente a los corruptos, ya que no se consiguen las sentencias judiciales, para ir separando y evitar que salgan del proceso a ocupar un cargo público.

—En el caso de los medios de comunicación social, ¿cuál es el rol que les cabe para fortalecer el sistema democrático?

—Es importante que los medios de comunicación hagan las denuncias, no se crean tampoco los dueños absolutos de la verdad, no se crean los defensores a ultranza, únicos depositarios de la parte moral. Pero lo que es importante es que se conozca porque estos hechos se producen y se produjeron antes, pero no tuvieron resonancia porque no había en cierto modo libertad de prensa o posibilidades de actuar. Es peligroso entregar a la comunicación la defensa de la honra y de la verdad, pero sí creo que es fundamental que ellos sean veraces en la información, respetuosos en lo que se refiere a las personas y sobre todo señalar los problemas que son realmente importantes y no los que son secundarios o hechos de la vida privada que no tienen nada que hacer.

—¿Cómo evalúa los nuevos mecanismos de control introducidos a partir de la reforma de la Constitución?

—Mientras el Congreso no funcione como corresponde va a ser muy difícil cualquier cosa. Pero además cuando uno ve la Constitución, la Reforma Constitucional, cuyo objetivo fundamental fue, aparte de la reelección presidencial, aumentar las facultades del presidente de la República, uno se encuentra que el único organismo de control que existe es la Auditoría Gral. de la Nación.

Hace falta sincerarse, hace falta tomar posición, terminar un poco con esta obsecuencia o con esta servidumbre del partido, del grupo, para propiciar las medidas que sean necesarias. Yo creo que hace falta la ampliación de funciones en el Poder Legislativo, pero que las cumpla. El Poder Legislativo tiene las funciones de hacer las leyes o recibir información o sancionar, pero cuando al presidente de la República no le gusta un artículo o una coma de una Ley, la veta y la mayoría oficialista no insiste. En la materia de la investigación Ud. puede morirse pidiendo informes que se los contestan tarde o nunca. Además, en materia de sanciones Ud. ve que con los jueces tampoco hay ninguna función. Primero hace falta que el Poder Legislativo asuma sus funciones, se olvide un poco de la vinculación partidaria, piense que es una de las instituciones de la República y que cumpla sus funciones y un poder judicial que también aplique sanciones.

Es necesario tomar conciencia, habría que iniciar pronto una nueva tarea de Reforma de la Constitución para adecuarla a los principios democráticos y terminar con esta posibilidad de que el presidente de la República pueda gobernar por decreto. (...) No se puede seguir con estas arbitrariedades, porque hemos transformado este país en una monarquía con más poderes que Luis XIV de Francia.

—¿Cree que la juventud puede asumir los desafíos que imponen los tiempos?

—Yo creo en la juventud. Creo que la juventud tiene una función muy importante que desarrollar, que no puede dejarse entusiasmar, enloquecer o alienar con la droga, la música, la vida fácil, tiene que comprender que por una ley biológica, es la que debe tomar la antorcha, además tiene que tener plena conciencia de que lo que no consigue por su esfuerzo, los viejos no se lo van a ceder voluntariamente. Tiene que comprender que tiene que jugar en la vida democrática, tiene que actuar, expresarse, tiene que conducirse como tal, respetando la Ley para poder exigir que los demás la respeten. Pero a su vez, buscando la forma de participar, de tomar intervención, porque evidentemente cuanto mayor sea la intervención popular, más fácil será controlar y evitar las tentaciones que el poder muchas veces trae para seguir usufructuándolo o de seguir de una manera u otra... Yo soy un incorregible optimista, yo creo que el país tiene las suficientes reservas morales y materiales para salir adelante, que depende fundamentalmente de nuestra voluntad, pero sobre todo de la gente joven, que se olvide de aquel “no te metas”, o “sé prescindente”, o “a mí no me toca”, “a mí no me pasó”. La experiencia ha sido muy dura y creo que la gente tiene que actuar, tiene que desarrollarse dentro de su capacidad. Que se va a equivocar, no le quepa la menor duda, como nos hemos equivocado los viejos. Yo tengo una gran fe en que la juventud argentina, terminado un poco este aislamiento, o distanciamiento de participación, asuma la proporción que le corresponde, y desde la universidad -que fue siempre el foco donde nacieron las inquietudes cívicas- y a través de partidos políticos -manejados correctamente, con democracia interna-, ocupe su lugar, aunque debe ganárselo.

—¿Cómo piensa que se puede corregir el gran pragmatismo que rige para la toma de decisiones?

—Justamente tomando conciencia de que ese pragmatismo no es más que una forma cobarde de no asumir las responsabilidades. Entonces aceptamos cualquier cosa o todo está permitido, todo es legítimo. Mientras no nos manejemos con firmes parámetros morales, con firme base ética, evidentemente no tenemos destino. Entrar en la corrupción es fácil, salir es lo difícil, porque además eso se va encadenando cada vez más en una situación a veces económica difícil. (...) Creo que ahí está el problema de señalarle a la gente que no solamente tiene derechos, sino que tiene obligaciones y que tiene que cumplirlas.

—¿Cómo ve actualmente el ejercicio de la función pública?

—Creo que la administración pública es un problema que forma parte del país. Éste es un país, o mejor dicho una sociedad bastante corrupta, de modo que no se puede pedir ínsulas separadas. Creo que en la administración pública hay que estimular la actividad, hay que terminar con el favoritismo, hay que prestigiarla en la forma del acceso y de la permanencia, pero también tiene que tener una retribución que le permita no buscar por los medios ilícitos para satisfacer sus propias necesidades. Creo que en esto se puede mejorar cumpliendo las leyes y haciéndola eficiente, pero sobre todo si hay después una sanción para aquel que viola la ley y no recibe un “premio” posterior.

—¿Qué perspectiva ve en el futuro para nuestra joven democracia?

—Creo que la democracia, como sistema de gobierno, es perfectible, además no se agota sino que es un proceso permanente. Creo que en muchos aspectos se ha avanzado, es decir, hay muchas cosas que ya quedaron atrás, que no podrán volver a aplicarse. Lo que falta ahora es que esta democracia que tiene un contenido político, en la que ha tenido una gran influencia la materia económica, transcienda también al sentido social, es decir, la Justicia social, que no es patrimonio de un sector ni de nadie, sino la necesidad de que la gente pueda recibir una situación en base a la cual pueda desenvolver su capacidad, sus inquietudes, su inteligencia, al servicio del bien común.

El mayor alimento que tiene  la corrupción es la impunidad

Dr. Ricardo Molinas

Foto: Archivo El Litoral

Para que haya corrupción tiene que haber un funcionario corrupto pero tiene que venir uno de afuera a corromper.