Artes Visuales

“La línea piensa”

Por Domingo Sahda

En fecha reciente fue abierta a consideración del público una exposición de obras de arte —exclusivamente dibujos— en el Museo Municipal de Artes Visuales Sor Josefa Díaz y Clucellas, peatonal San Martín 2068 de la ciudad de Santa Fe. La colección a la vista se integra con trabajos de Marina Sábato, Candelaria Palacios y Alberto Méndez. El impreso de mano de la muestra permite la lectura de tres textos referidos a la obra de cada expositor firmados por Luis Felipe Noé, quien con estos prólogos avala y sostiene conceptualmente cada una de las secciones autorales, asumiendo indirectamente la corresponsabilidad en la presentación de los expositores en su condición de maestro del Arte Argentino Contemporáneo.

Así las cosas, el particular rótulo que involucra a los tres artistas conduce a la idea de la línea como punto inicial en la construcción del discurso visual; de la metáfora implícita en cada obra calificada con la dignidad propia del arte. Precisamente, la línea, esa invención de la inteligencia del hombre en su deliberado propósito de dejar constancia de su presencia en el mundo a través de la historia como pictografía, como lenguaje, como estampa no sólo deviene en estructura inicial sostenedora de cada obra de arte visual, tanto en el plano como en el espacio volumétrico. Dibujar significa precisar límites, trayectorias, tramas y urdimbres, contornos y horizontes fundantes de la imagen, dejando precisa constancia de las mismas. La línea, esa trayectoria de la indicial escritura, vínculo primario entre el ser y el no ser al que se le acoplan íntimamente los otros constitutivos del arte plástico deviniendo Lenguaje Visual, vinculante intemporal, encuentra en estos tres expositores a tres artistas que sostienen su decir desde y con la línea desde la subjetividad propia para hablar del mundo a través de sí mismos.

Marina Sábato construye sus estampas con la economía del trazo fino que emerge de la línea negra —tinta— engarzada a la inmensidad del plano blanco que las sostiene, cobrando sentido de habitáculo en el cual cada imagen, cada trayecto adopta un sentido de reservada aura poética. Sus relatos visuales se apoyan en el juego de contrafiguras imagen-fondo, armándose historias que destilan un sentido cuasi lúdico, de mundos ensoñados, de leve intención irreal cristalizados por el preciso trazo en cada tramo del recorrido visual. Merodeando una tónica ilustrativa, provocando asociaciones con historias diversas, Sábato construye con delicada y firme energía sus estampas, validando cada tramo del acotado espacio que oficia de inconmensurable territorio de la expresión Mixtura, atinadamente realidad interpretada y ensoñaciones cuasi míticas. Los oficios de la línea están puestos al servicio de la voluntad creadora de quien, con mínimos elementos, se permite la construcción de mundos en los cuales evidencias cognoscibles y espacios indeterminados tejen una urdimbre de poética intimista, reafirmando el gesto primero que deja huellas en el imaginario de quien mira.

Candelaria Palacios por su lado se permite crear imágenes tejiéndolas con un fino hilo-línea en negativo, urdiendo tramas de frágil materia atrapada en el plano.

Exigiendo se logra lo más con lo menos; sus abstracciones de resonancia lírica encandilan la mirada por la intensidad de filigrana cuya frágil elegancia evoca la irrealidad sin afincarse en formas estereotipadas. Aquí no hay hipotéticos relatos a la vista prolijamente dibujados sino transfiguraciones que se sostienen por la calidad de obra plástica ofrecida sin golpes bajos. El sinuoso trazo, el breve acento lineal se envuelve sobre sí mismo y en su inicial ascetismo embarga la mirada del ocasional visitante que recorre la muestra. Se produce una suerte de encandilamiento por la proeza del dibujo de contrapuesto proceso, de pequeño recorrido visual que se proyecta al infinito como contraseña de lo inasible. Trabajos exigidos, de atención deliberada definen a estas obras en que el dibujo, el trabajo de Palacios, es evocación de sueños que demandan una percepción mayor, atenta y centrada. Son trabajos plásticos que se arropan de significaciones subjetivas y demandan una mayor morosidad de la mirada para develar los tramos que constituyen la totalidad de la obra ofrecida. La inusitada presencia del color, ese espacio temperamental y arrollador hace su ocasional presencia como plano de contraste, otorgando al ascético tratamiento plástico general de la autora un ocasional impacto cuya vibración de sensitividad lírica alternativa se abre a alternativas apreciaciones.

Alberto Méndez expone por su parte abigarrados trabajos autocontenidos y recortados en cerrados contrastes, marcando zonas explicitadas por contrastes netos. Definidas y precisas construcciones abstractas, en esta obra la línea deviene, por superposiciones, en planos que crean meandros de absoluta planimetría. La precisa construcción de zonas de contraste o superpuestas evocan al color sin manifestarlo, dando lugar al encuentro y a la oposición rítmicas sobre el plano. El expositor llama genéricamente a sus trabajos “mapeos”. Mas antes que mapas informativos desangelados, son mapas que hablan de las conductas cotidianas, de la condición social urbana, de laberintos contrapuestos y antagónicos propios de la anomia de las grandes urbes. Deslizamientos plásticos que no son relatos sino sesgadas opiniones de la vida cotidiana. Abstracciones que metaforizan la vida. Marcados y fuertes contrastes, en las obras de Méndez la línea deviene trayectoria, rumbo, marcha incierta y contramarcha. Son arabescos de asfixiante configuración subjetivada concretados con un rigor visual propio de lo absoluto, con manifiesta energía compositiva.

Se agregan como parte de su colección dos trabajos en los cuales el negro absoluto que prima en la generalidad deviene rojo absoluto y uniforme. La díada luz-sombra aquí se transforma en violencia recurrente y obsesiva entre ires y venires.

Singular y cualificada colección de tres jóvenes artistas que permite apreciar y validar el genuino arte del Dibujo, distanciados de tanta machacona vocinglería afín al merchandising a la moda que tantas veces proyecta Buenos Aires. Y ya que hablamos de “buenos” sería más que interesante construir caminos buenos entre capital e Interior, con criterios de reciprocidad artística, con el propósito de superar alguna vez la dependencia, pues el interior también existe y en él habitan genuinos creadores. Digo, es un decir.

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Dibujo de Alberto Méndez.

“La línea piensa”

Dibujo de Marina Sábato.

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Dibujo de Candelaria Palacios.