Radiografía de las colas

Arturo Lomello

Cola para pagar impuestos, para cobrar la jubilación, para gestiones de obra social, para registro civil, para renovar patentes... y la lista es prácticamente inagotable. Si usted tiene veinte años y está aguardando su turno en una cola kilométrica, cuando la demora ya pasa de una hora se siente como brioso y reprimido potrillo pronto a dispararse y provocar una espantada general. En cambio, si usted tiene más de sesenta años, lo que es más frecuente por tratarse de edad jubilatoria, al cabo de la fatal demora si padece reuma o artrosis comenzará a experimentar como si le clavaran agujas en el lugar afectado y su mirada buscará, como la de quien se está ahogando, un asiento para aliviar su malestar, con el riesgo de perder su posición en la cola.

Esto de las colas es un tema que trae cola, porque se ha convertido en un síntoma de las características que signan la vida contemporánea, ya que es una metáfora de las frustraciones que padecemos en la sociedad supercivilizada. En las colas podemos advertir que los que van llegando y se incorporan al notar la extensión, experimentan reacciones hepáticas que aparecen en su rostro, mientras que los que van arribando a la meta sienten un alivio, un desahogo, remedio que probablemente experimentan los que llegan al Paraíso.

¿Cuántos recursos despliegan los participantes de la cola para que el tiempo de espera se le haga corto? Confidencias, comentarios sobre el clima, maldiciones al gobierno, los últimos asaltos, las recetas de cocinas, las enfermedades y los remedios que se utilizan, el temor a ser asaltados en el lugar en el que están, etc. Pero nada logra un resultado cabal para acortar la espera; y aunque parezca mentira, por fin aparece a la vista el cajero que nos resulta simpático aunque tenga la fisonomía de Drácula, transfigurado del mismo modo que si una luz celestial lo hubiera tocado y ahora fuera el custodio de las puertas del cielo.

Es que las colas nos remiten a esa espera constante que es nuestra vida. Una obra teatral contemporánea trata sobre la constante espera frustrante y también es el tema de las obras de Kafka. Directamente Samuel Beckett en “Esperando a Godot” plantea la espera de un redentor que no llega jamás. Digamos entonces, en las colas de nuestra realidad cotidiana, aunque molestas, Godot llega y es el cajero, que aunque no nos sonría nos salva de una definitiva frustración.

A pesar de que Kafka y Beckett insistan con su pesimismo, nuestras colas no serán en vano. Al fin, con veinte o sesenta años o más; con reuma o sin él, habremos llegado a Godot y entonces si asumimos lo que esto significa comprenderemos que no hay sufrimiento estéril y que después de toda la burocracia de las colas no puede esfumar la siempre viva esperanza humana.