El cierre de la inolvidable jornada vino con un anuncio sabalero...
El hotel de campo “Colón”,
última perla de un gran día
Para ganarle la pulseada a Rosario y traer a la selección y a la Copa América, era necesario que toda la dirigencia esté unida y Santa Fe dio una muestra de madurez.
Enrique Cruz (h)
—Diego, gracias por lo que me hiciste vivir. A esta altura de mi carrera, jugar en la selección... Es increíble...
—¡Pero no seas chabón...! ¡Si estás acá, con nosotros, es porque te lo ganaste. ¿Sabés cuándo me convenciste?, cuando contra San Martín tiraste la pelota por un lado y fuiste a buscarla por el otro, y te hicieron el penal...
—Bueno, pero tengo 36 años y hay buenos delanteros...
—Es que te parecés a un pibe de 25 años cuando jugás... Sería muy malo si no te convocase... Y no soy malo, Bichi.
El diálogo es real. No es ficticio. Sucedió en el vestuario, al término del partido, en un recinto donde se mezclaron las caras de alegría de todos, la famosa frase de Diego: “En la charla previa, ví ojos maradonianos... Eso me gustó... Me hizo acordar a mí, cuando yo jugaba y me desvivía por ponerme esta camiseta” y el encuentro —¿casual o causal?— de Grondona y Ruggeri, enfrentados y envueltos en una polémica interna de la que habla el país futbolero.
El anuncio de Lerche
Se iba el presidente de Colón del estadio. Cansado, pero sonriente y feliz. “¿Vieron lo que conseguí?, que Grondona y Ruggeri se diesen la mano”, señalaba con mezcla de realismo y broma el titular rojinegro, principal responsable de esta fiesta en la que todo Santa Fe se encolumnó, incluida la dirigencia de Unión, que hizo gala de mucha madurez participando no sólo en la presentación del espectáculo, que se hizo en Buenos Aires, sino también de la cena posterior al partido, en el magnífico predio sabalero.
A propósito, había expectativa. La creó el propio presidente, quien no esperó los postres. Se paró de la mesa que compartía con los intendentes de Rafaela (Perotti), de Santo Tomé (Palo Oliver) y de Santa Fe (Barletta), junto con Miguel Ponce, el presidente tatengue, y Sergio Marchi (entregó un presente de Agremiados a la dirigencia sabalera), para dar la buena nueva: Colón comienza a construir en el predio un hotel de campo que se llamará “Colón”.
Cuarenta habitaciones que, además, servirán también de lugar de concentración para delegaciones, serán la frutilla del postre para un anhelo que, al paso que va se concretará en pronta realidad: que Colón tenga uno de los mejores campos deportivos del país (¡o el mejor!). “En esa mesa —señalándolo— está Horacio Darrás, que fue el presidente que me antecedió y que compró el predio; nosotros nos ocupamos de terminarlo, de ponerlo en funcionamiento y vamos a convertirlo en un lugar modelo en el país”, dijo entusiasta.
“Sergio, con esto generaremos dinero y podremos pagarle a los jugadores”, bromeó Lerche, dirigiéndose a Marchi. Estaba feliz el presidente, contento con todos. “La verdad, me gustaría darle un abrazo a los miles que llenaron hoy el estadio... ¿Sabés lo que me dijo Grondona?... “Es la primera vez que veo todo celeste y blanco en un partido de selección y ni una sola camiseta o bandera de los equipos”, dijo un eufórico presidente.
¿Y las bandejas?
En medio de semejante marco y pensando en la Copa América de 2011, no faltó que se le preguntase por las bandejas en las dos cabeceras para “cerrar” el anillo. Hasta los medios porteños se ocuparon del tema. En La Nación, por ejemplo, se habla de 6.500.000 pesos de inversión, que serían solventados, en mitades iguales, entre Colón y el gobierno. No es descabellado suponerlo, más allá de que la cancha de Colón tiene —el propio Grondona lo dice— todos los requisitos indispensables para una competición internacional. ¡Hasta aire acondicionado en los vestuarios!
Mientras tanto, desde Rosario siguen las repercusiones. Se apunta a Grondona por el “guiño” que le hizo a Santa Fe, aunque más que guiño se trató de una confirmación absoluta: la Copa América se hará en nuestra ciudad y no en Rosario, más allá de la movida que Central y Newell’s armaron con el intendente de la ciudad.
La culpa no la tiene Grondona. Y no es el presidente de la AFA el que se pone en el medio de una “disputa”, porque no hay una subsede en el medio para ver cuál de las dos ciudades (Santa Fe o Rosario) se queda con ella. Rosario ha sido subsede del Mundial de 1978 y la selección ha jugado muchas veces en la cancha de Central. Hay cuestiones que atañen a las relaciones que se deben tejer en Buenos Aires que terminan incidiendo en las decisiones. No es, como dice Usandizaga, que a la cancha de Central hay que remodelarla, porque Central tiene un estadio excepcional al que sólo le estaría haciendo falta una limpieza de cara. Nada más.
Ocurre que Grondona vio conflictivo a Rosario. Quizás por varios motivos. Y esto es lo que los rosarinos debieran evaluar. Primero, que no todo lo que, futbolísticamente hablando, se organiza a nivel internacional en la provincia deba hacerse en Rosario. Y segundo, que a veces no viene mal mirar para adentro, hacer una autocrítica y ver en qué se acierta pero también en dónde se cometen errores.
Santa Fe se ha visto siempre postergada. Hasta que llegó un tal Lerche que se puso como meta traer a la selección y que Santa Fe sea subsede de la Copa América. Y le golpeó las puertas a Grondona, se instaló en Buenos Aires, pensó en grande e involucró a toda la ciudad. Desde el intendente para abajo se entendió el mensaje. Hasta Unión, más allá del folclore lógico e interminable que se genera en torno a una pelota de fútbol, pero que debe dejarse a los hinchas y no a los dirigentes, que tienen que mirar más allá y entender que hay objetivos comunes que tienen que encararse en forma mancomunada y no divididos o cada cual por su lado. Unión y Colón son muy importantes en la ciudad. Demasiado. Y si a ellos se le suma la Liga, con lo futbolero que somos, más todavía. Lo entendieron y aquí están las consecuencias. Todos los santafesinos tenemos, hoy, el pecho bien inflado de orgullo por lo que se vivió anoche. Que será imposible de olvidar.