OBJETIVO: LLEGAR A LA CIMA

Los deportes de aventura adquieren poco a poco relevancia en el país. La práctica de ellos está reservada para los apasionados, para los que, sin lujos ni pretensiones se lanzan a la experiencia. Alejandro, Mercedes, Gabriela y María Elena, son cuatro santafesinos que se animaron a buscar la cima más alta: lograr el objetivo pese a cualquier adversidad.

 

LLEGAR A LA OBJETIVO: CIMA

Están dispuestos a resignar la comodidad de una cama calentita y se conforman con una carpa, una bolsa de dormir y los suministros básicos para sobrevivir con tal de estar a la vera de una montaña o un río. Ellos gozan la vida al aire libre y no se quejan a pesar del frío y las condiciones en las que se practica. Y vos... ¿ya lo intentaste?

Escalar el Champaquí

María Elena Marana pertenece a un grupo guía de scout desde hace 16 años. Todos los años se propone un gran objetivo: escalar el Cerro Champaquí. Esta actividad es una tradición para la Comunidad Guía Nº 1 de la Parroquia San Pablo, que se realiza desde hace 34 años.

“La idea de hacer esta escalada comienza como una experiencia de grupo. Hacemos un poco de supervivencia y por otro lado, intentamos un crecimiento del grupo. Nuestro gran propósito es llegar a la cima, y las veces que me tocó hacerlo el objetivo se cumplió”, cuenta María Elena.

Acerca de la preparación, cuenta “nosotras hacemos un entrenamiento grupal, salimos a caminar tres veces por semana a la costanera con las mochilas que luego vamos a llevar”.

El primer paso es llegar a Villa General Belgrano, en la provincia de Córdoba, de allí a una distancia de 40 km se encuentra Villa Alpina, que es el último lugar donde se llega en auto. “Esta es la última ciudad, el resto es montaña y parte de la travesía”.

Se llega

Gabriela Cóceres tiene 24 años y desde el 2004 está en Baires estudiando teatro. Siempre tuvo como meta viajar a Perú y ser parte de los miles que recorren el Camino del Inca. Ahorró para poder concretarlo, vivirlo y seguir contándolo.

“Fue arduo para mí, que no tenía ningún tipo de entrenamiento previo ni preparación. La mayoría de quienes estaban en el equipo conmigo (europeos casi todos) llevaban tiempo planeando el viaje, y tenían mejores condiciones físicas, habiendo realizado antes travesías similares (aunque menores).Tuve mis momentos de crisis, me faltaba el aire, estaba agotada y sabía que todavía faltaba mucho para llegar. El apoyo de mis compañeros fue fundamental, y además había otra realidad: no hay más opción que seguir”.

Después de tres días de travesía Gabi llegó a su objetivo. “Apenas llegué a la parte más alta, las nubes se abrieron. Ese es el punto más emotivo del trayecto, se abre frente a tus ojos la postal vista tantas veces antes: Machu Picchu en todo su esplendor. “Se llega”, repite Gabriela, “con más espíritu que fuerzas, con más orgullo que lógica, puras ganas, puro corazón. Esto viene de la mano de la satisfacción personal de haber logrado un objetivo”, afirma Gabi que no puede dejar de recordar las madrugadas en las que partían en extensas caminatas cuando todavía era de noche.

Ganas y pasión

Es lo que mueve el espíritu de los atletas como Mercedes Dumont, una nutricionista deportiva de 29 años oriunda de nuestra ciudad que participó junto a una amiga de una de las carreras a pie más atrayentes del continente: el Columbia Cruce de los Andes que se celebra una vez por año y siempre con rutas diferentes.

Las deportistas tuvieron que hacer una preparación bastante intensa: “el recorrido es duro y son largas las distancias. No tenés tiempo de recuperarte de un día al otro. Aparte no es todo camino de montaña, también hay que escalar y tenés caminos bastante pesados. Encima yo venía de una lesión de rodilla un año antes y empecé un poco tarde a entrenarme”, cuenta Mercedes, señalando que “más allá de lo físico, pasa mucho por la cabeza” y recuerda aún una frase que le dijeron antes de largar: “Empezás con las piernas y terminás con la cabeza”. Nada menos para quien intenta recorrer aproximadamente 30 km por jornada a lo largo de tres días.

“El primer día fueron 38 kilómetros y el segundo, 27. Ya el tercero arrastrábamos el cansancio de eso, corríamos con las piernas doloridas y había que hacerse fuerte de la cabeza. Ese día fueron 38 de nuevo, llegando a los 1.600 metros de altura en el Lanín para terminar del lado chileno, luego de paso Tromen. Fueron más de cien kilómetros en total”.

“Después tenés el post cruce, porque no es que termina la carrera y ya está. En los días posteriores te ponés a ver la clasificación, las fotos, te quedas muy enganchado en el atletismo”.

Por miles de sonrisas

En otra punta de la ciudad, al lado de una parrilla... mientras su amigo el Gonza retocaba algunas brasas, fue que Alejandro Welchen le dijo que en diciembre era el momento de subir el Aconcagua. “Del tema ya veníamos hablando y un par de años antes habíamos realizado lo que se denomina trekking largo por el parque provincial Aconcagua, una variante para quienes no intentaran la cumbre.

La escalada de Alejandro y Gonzalo (dos odontólogos) no fue solamente aventura. Lo hicieron con la idea de conseguir algo para la comunidad y lo lograron.Tuvieron el sí de una de las más grandes: Colgate, empresa que les obsequió cepillos dentales para entregar a instituciones y escuelas.

La escalada final

Organizaron bolsos, comida, equipo y partieron un 25 de diciembre con destino cierto. Subieron hasta los 6.300 m y una tormenta los hizo bajar “Volvimos al punto donde se empieza, fuimos para atrás y yo sólo veía un cerro gigante que se me escapaba, que se me cerraba” cuenta Ale.

“Después tome la decisión de que quería intentarlo nuevamente, pero Gonzalo no quería saber nada, intenté todo para que quiera subir de nuevo y no lo logré. Recuerdo mis palabras exactas: voy a subir y quiero saber que di todo, quiero terminar la campaña... me bajo si empiezo a escupir sangre”.

El último día “El día de ataque: 4.30, -20º había que prepararse: hasta las botas calenté al fuego de mi calentador y a las seis estábamos en marcha. Éramos varias expediciones, un total de cincuenta alpinistas, de los cuales sólo llegaríamos unos diez. A pesar de una serie de inconvenientes que tuvo Alejandro con su equipo, se repitió lo que un guía y amigo le había señalado: no pares... no pares... a la 1.30 había hecho cima, había llegado a lo más alto de América “lloraba como un bebé... realmente no lo podía creer...”.

Horas después Ale estaba bajando para reencontrarse con su amigo Gonzalo y comenzar a vivir el después de una alegría que se le escapaba por el cuerpo y aún hoy le roba cientos de sonrisas cada vez que lo recuerda.

Sin dudas

“Lo volvería a hacer”. Resuenen las palabras en boca de los entrevistados. Todos resaltan que en el camino hay muchas metas por superar pero que la pasión, las ganas y el deseo de aventura es mucho más fuerte.

 

Leé mucho más sobre estas cuatro experiencias y descubrí un mundo de imágenes ingresando a: osea.ellitoral.com

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