Luego de otra semana convulsionada, vino un “bálsamo”...


Un signo de vida en medio de tanta enfermedad

Un signo de vida en medio de tanta enfermedad

Intenta la “pirueta” Márquez ante un defensor quilmeño. El delantero tatengue tuvo una posibilidad de rebote. Con el partido 1-1, Zapata remató violentamente, la pelota le pegó en la pierna con tanta mala suerte que se fue por encima del travesaño.

Foto: Gentileza Diario El Sol de Quilmes

Unión empató en el segundo minuto de descuento, tras ir dos veces abajo en el marcador y con uno menos.

Enrique Cruz (h)

(Enviado Especial a Buenos Aires)

Unión se aferró al coraje, al amor propio, a la necesidad de mostrar que no se puede andar por la vida dando pena y que, como alguna vez inmortalizó Almafuerte, no hay que darse por vencido ni aun vencido.

Esto, que parece privativo de los jugadores pues ellos son los que salen a defender el prestigio de Unión todos los fines de semana, bien podría también llevarse a la clase dirigente, en cuyas manos está el destino deportivo pero también institucional del club.

Este Unión que festejó el empate como si se tratase de una victoria, que observa en ese gol de Jorge Torres en tiempo de descuento y con un jugador menos en la cancha, un cambio de suerte en el destino esquivo de los últimos tiempos, es el Unión “enfermo” que se aferra a cualquier signo vital que funcione para darse cuenta de que aún tiene vida.

Con una fuerte oposición que pretende anticipar el final del mandato de la actual comisión directiva, con los actuales dirigentes bregando por encarrilar la situación, un plantel que ya fracasó y que, además, quedó diezmado por las rescisiones contractuales y las lesiones (graves) de dos jugadores importantes y titulares (Guerra y Pérez), con la hinchada enojada y con la extrema necesidad de tomar decisiones que no solamente deben ser urgentes sino que también deben ser eficaces, Unión necesita el típico y tradicional “borrón y cuenta nueva”.

No creo que la solución pase por el “váyanse todos, que no quede ni uno solo”, porque alguien tiene que conducir el club, alguien tiene que dirigir y alguien tiene que jugar. La cuestión es reorganizarse a partir de una fuerte y severa autocrítica, de proyectar un presupuesto que esté a la altura de lo que se puede y se debe pagar, y, sobre todo, acertar con la idea de trabajo (mánager, entrenador, refuerzos, etcétera).

Este plantel que fracasó rotundamente se armó para pelear el campeonato. Y hoy, a cuatro fechas del final, todavía no se sabe si podrá superar la campaña más floja desde que ascendió. Y la culpa no la tiene Catinot, ni Amerisse, ni Broin, ni Suárez, ni Alexis Fernández. La culpa es compartida pero tiene un primer gran responsable que se llama Fernando Quiroz, de quién no dudo de sus condiciones como entrenador, porque las ha demostrado en otros equipos, pero que se confundió, no le encontró la vuelta al equipo para transformarlo en protagonista cuando las cosas estaban bien y que luego hizo hasta lo imposible para irse.

Una cuestión anímica

Es cierto que sumar ante Quilmes no servía de nada para la tabla, que matemáticamente no había ningún atractivo y que no lo habrá hasta el final del campeonato. Pero es cierto también que Unión necesitaba un empujón anímico que revitalice a todos. Porque si en la fría noche ante Tiro Federal hubo 4.000 ó 5.000 hinchas en la cancha, fue porque la gente quiere que el equipo gane por más que no juegue por nada. Va, hace el aguante y quiere la recompensa de la victoria. Algo tan natural como la historia del fútbol mismo.

Ojalá Unión tenga varios partidos como el de ayer. O todos los que quedan, de ser posible. No porque se haya jugado bien (el desempeño del equipo fue regular), no por una victoria (se empató), sino por la imagen que se dejó. Con un jugador menos durante más de un tiempo, Unión remontó dos resultados adversos e igualó sobre la hora. Es el típico empate con sabor a victoria del que tanto se habla en fútbol. Y es una buena dentro de tanta malaria.

Catinot —que se equivocó al reaccionar de la forma que lo hizo con el árbitro— no falló en la forma en la cual planteó el partido y cómo fue cambiando. Además, se la jugó por dos pibes debutantes, que al igual que muchos que formaron parte de la historia última de Unión, les toca hacer sus primeras armas en momentos poco propicios.

El equipo le respondió al técnico. Pero le respondió en un nivel que no sirvió para abrigar ningún tipo de esperanzas. Obvio que Catinot no es el responsable de esta debacle futbolística de Unión por más que cuando recibió el equipo todavía había chances matemáticas. Pero la imagen de los últimos tres partidos —para no ir más atrás— fue, en cierta manera, satisfactoria. O por lo menos digna. Y ayer, con un resultado favorable, como hacía bastante que no conseguía.