En tres clásicos

Se vivió una gran tarde

El ligero Pollito, la formoseña La Ilusión y la noble alazana Palomina brillaron en la reunión cuadrera disputada el domingo en la recta de San Justo. Dos jinetes lograron superar la unidad de victorias.

Juan Raúl Moncada

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Resultó importante la respuesta de público a la jornada que convocó el Hípico de San Justo, que con nueve competencias ofreció tres clásicos con un interesante nivel, ya que en ellos se pudieron apreciar buenos elementos que gozan de altos conceptos en la zona.

Se vino

El primero de los cotejos jerárquicos fue resuelto de punta apunta en favor de Pollito, un caballo que a lo largo de su campaña ha mantenido una regularidad asombrosa; en la indicatoria de los 305 metros se ubicaron las gateras y, ante la ausencia de Chespirito, la carrera se hizo de a tres.

Por el centro y apurado por Marcelo Avalos, Pollito sacó un cuerpo sobre el alazán Tumbero que accionaba por los palos, mientras que más atrás quedaba la norteña Reina con la monta de Ramón Melgarejo. El andar de Pollito se hizo fuerte y, pese a que Tumbero amagó con atropellar, no pudo complicar al alazán que defiende los colores del stud Rosa Amarilla, y quedó a tres cuartos cuerpos en la sentencia.

Contundente

Con absoluta comodidad se impuso la formoseña La Ilusión, en lo que fue el premio Hípico San Justo en la distancia de 300 metros, venciendo sin mayores complicaciones a la alazana Agua Azul, que no pudo responder a lo esperado, en tanto que Chaitén quedaba lejos en la última ubicación.

A los pocos metros de la suelta, la formoseña conducida por Melgarejo ya mandaba en el cotejo, mientras que Agua Azul, que corría por dentro, buscaba sin éxito acortar diferencias. Finalmente, los tramos decisivos sirvieron para el lucimiento de la ganadora, que estiró dos cuerpos, y fue superior a sus ocasionales rivales.

Gran final

Una emocionante carrera nos regalaron dos ejemplares con historia, que el domingo regresaban a las pistas tras un breve descanso: por dentro, el bueno de Monterito y, por el centro de la pista, la alazana Palomina, que fue la encargada de enseñar el camino en los primeros metros. A 100 metros del disco emparejó el caballo de Santa Rosa de Calchines y hasta dejó la sensación que pasaba de largo con facilidad, pero guapeó la yegua de Avellaneda, a quien Marcelo Fabre le pidió el resto, respondiendo primero para contener la carga del zaino de la costa y, luego, para lograr una pequeña diferencia que finalmente fue de hocico en la sentencia.

Tanto la ganadora como el escolta brindaron un gran espectáculo y recibieron los elogios de la gran mayoría de los asistentes, que se retiraron por demás de contentos por esta apasionante definición.

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FOTO ARCHIVO EL LITORAL