EDITORIAL

Los paros siguen y la educación sufre

Los esfuerzos del gobierno provincial para garantizar el normal dictado de clases tuvieron el pasado miércoles su primer contratiempo. Ni los aumentos de sueldos, ni la constitución de la paritaria docente, ni la titularización de miles de docentes impidieron que el gremio decidiera declarar otra huelga. Esta vez el argumento no fue interno. Un paro nacional de la CTA decretado con el objetivo real de lograr el reconocimiento gremial fue el motivo o el pretexto para que los maestros santafesinos decidieran no trabajar y dejar a los chicos sin clases.

El gobierno provincial realizó significativas concesiones económicas para satisfacer las demandas docentes, motivo por el cual hoy sus cuentas públicas están afectadas. Ninguna de estas consideraciones impidió que los dirigentes sindicales de Amsafe decidieran marchar a la huelga. El argumento de la solidaridad con otros docentes del país es el que se esgrime para justificar lo injustificable. En un país federal, en el que las políticas salariales docentes se resuelven en las provincias, este argumento pierde consistencia y se parece más a una coartada que a un fundamento. Por otra parte, los gremialistas no deberían perder de vista que el derecho a la educación es lo que justifica su trabajo y que, además, son los contribuyentes santafesinos los que pagan su invocada solidaridad.

La CTA declaró una jornada de lucha a favor de una mejor distribución de la riqueza. A nadie escapa que con esa consigna se podría estar de paro todos los días. En otras provincias, los gremios docentes reiteran jornadas de lucha cuyo costo lo pagan los niños y el sistema educativo en general. Alguna vez habría que preguntarse quién contribuye más al deterioro de la educación en la Argentina, si las políticas equivocadas de los gobiernos o un sindicalismo que ha hecho de huelga una gimnasia cotidiana.

Dirigentes del magisterio dicen que como el gremio en Santa Fe está adherido a la CTA no les quedaba otra alternativa que acatar la medida de fuerza en nombre de la llamada “disciplina orgánica”. El argumento suena más a excusa que a una razón seria. En la provincia de Tucumán, por ejemplo, los docentes decidieron cumplir con las exigencias orgánicas nacionales a través de un acto que se realizó fuera del horario de clases.

Cuando tiempo atrás los gremialistas declararon un paro porque se cumplían seis meses de la muerte de René Fuentealba, numerosos docentes decidieron dar clases y explicarle a los chicos por qué había muerto el joven docente. Lamentablemente, estas conductas sensatas no son las que se imponen. Por el contrario, da la impresión de que lo más cómodo es el facilismo de la huelga que deja a los chicos sin clases y afirma un hábito nocivo para educadores y educandos. Como dijéramos en su momento, es hora de preguntarse hasta cuándo los contribuyentes santafesinos van a seguir financiando estos desvíos de un gremio más interesado en resolver sus fricciones internas que en asumir la responsabilidad plena de educar al soberano.