EDITORIAL

Un artilugio inaceptable

La estrategia de encabezar una lista electoral sin tener intenciones de asumir el cargo en disputa, es un artilugio proselitista no totalmente novedoso, pero que por primera vez en esta campaña quedó instalado como factor decisivo y expuesto de manera desembozada.

En rigor, los extremos incluidos bajo la desafortunada denominación de “candidaturas testimoniales”, un eufemismo que pretende disimular la ostensible desconsideración hacia el electorado que implica la maniobra, son diversos y merecieron encuadres propios -e incluso divergentes- de parte de los magistrados. De hecho, el caso de Néstor Kirchner -por más que él se encargó innecesariamente de aclarar que sí piensa asumir como diputado- no tenía que ver con esta mal llamada “testimonialidad”, sino con el requisito de la residencia; que fue avalado por el tribunal.

Los verdaderos “casos testigo”, dado que hay muchos intendentes en condición equiparable, son los del gobernador bonaerense Daniel Scioli y el jefe de Gabinete Sergio Massa, actual jefe comunal de Tigre en uso de licencia.

En fallo dividido, la Cámara consideró que pueden ser candidatos, porque la incompatibilidad establecida por la Constitución refiere al ejercicio de las funciones. De hecho, es moneda corriente que un gobernador al que se le vence el mandato, sea candidato a legislador nacional, y pase a ocupar su banca una vez completado el período.

La cuestión central es si, como en el caso de Scioli, nadie piensa que el candidato vaya a dejar antes de tiempo su cargo, para pasar a ocupar otro de menor relevancia. Es lo que en su momento sucedió cuando Carlos Reutemann, siendo gobernador saliente y senador nacional electo, encabezó la lista de diputados provinciales del justicialismo.

En este aspecto, la Cámara fue unánime y categórica: si no hay voluntad de asumir, la postulación es inaceptable. Con lo cual, el rechazo a la metodología de las “testimoniales” fue explícito e indudable. Si Scioli y Massa siguen en carrera es porque dos de los tres camaristas entienden que el hecho de haber formalizado su presentación, supone la decisión de asumir.

Como la Justicia no puede juzgar intenciones más allá de lo que se prueba en el expediente, los candidatos obtuvieron, por así decirlo, el beneficio de la duda. Pero también una enfática advertencia: el derecho que invocaron, a resolver con posterioridad si ocuparán el cargo al que decían aspirar, no existe como tal. Y sí, en todo caso, una responsabilidad para con el electorado, so pena de incurrir en “una inaceptable manipulación de las instituciones”, que se produciría si “no son honestos” y “traicionan” a sus votantes.

Claro que, en un esquema repentista y de diseños políticos coyunturales, y despectivos hacia el orden republicano este contundente señalamiento no hizo mella en el ánimo del oficialismo. Pero sería importante que, más allá de los intereses contrapuestos y las chicanas de campaña, la ciudadanía sí tomara nota y obrase en consecuencia.