Obesidad: respuestas públicas

a una epidemia mundial

Los hospitales Cullen e Iturraspe de nuestra ciudad -además de otros de la provincia- ofrecen tratamiento interdisciplinario gratuito para las personas obesas, que apuntan a cambiar hábitos alimentarios y de vida y, sólo en algunos casos, se indica la cirugía.

Mariana Rivera

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En septiembre de 2005, Susana Rossi entró al hospital Iturraspe “del brazo de mi vecina porque no podía caminar”. Pesaba casi 170 kilos y desde hacía 5 años “no tomaba un colectivo porque tenía miedo de salir de mi casa; sólo iba de la cocina hasta la puerta. No tenía vida social y me estaba aislando de todo”.

Desde la vereda hasta llegar a la sala 6 -unos 100 metros- hizo diez paradas. Le faltaba el aire, se cansaba. Sin embargo, llegó a su objetivo: comenzar a bajar de peso, “pero no en cantidad sino con una meta: recibir una atención para cambiar mi calidad de vida, y así fue”, asegura hoy esta docente y peluquera de profesión, de 47 años.

El primer intento para lograrlo había sido en un consultorio médico privado, adonde le ofrecieron un tratamiento con cirugía -“imposible de pagar para mí, que ni siquiera tengo obra social”, aseguró-, entonces le sugirieron ponerse en contacto con profesionales del hospital Iturraspe.

“A través de Gustavo Papili, asistente social, empecé a encaminar mi vida, en un momento en que no había nada para la obesidad. Fue uno de los pioneros para organizar este grupo interdisciplinario de profesionales de la salud en el Iturraspe”, reconoció.

Susana admitió que “algo me movilizó para querer cambiar. Desde los 10 ó 12 años transité por diferentes médicos y dietas, pero nunca tomé medicamentos para bajar de peso. A partir de que llegué al hospital empecé a bajar y en ningún momento paré. Sin embargo, luego, por problemas familiares, no pude ir por un tiempo al hospital (no fue por falta de voluntad) y aumenté 12 kilos. Cuando volví me quería morir; bajar me costó un montón y demoré meses. Fue un infierno; me costó lágrimas de sangre”.

Susana consiguió bajar 40 kilos, que le “cambiaron la vida”, según graficó. Sin embargo, aseguró que “mi meta sería bajar las tres cifras, pero lo que pasa es que cuesta un montón. No bajé los brazos pero voy a seguir luchando todos los días para conseguirlo, porque tengo voluntad y lo demostré cuando me “fugué’ seis meses. No quiero volver a lo que estaba”.

Antes y después

Susana es docente y, además, tenía una peluquería. Pero “a raíz de estar tan gorda no podía estar parada y el trabajo con los chicos requiere estar permanente en movimiento, y el cuerpo no me respondía. Lo cotidiano lo hacía pero es como que me había acostumbrado a un ritmo”, aseguró.

En este sentido, admitió que “yo me veía pero no me miraba, no me daba cuenta de mi problema. Para mí estaba bien; era normal. Pero no podía ni caminar. Cambié mis hábitos alimentarios y fui bajando de peso. Además, empecé a recuperar cosas que antes no las tenía: como la movilidad, la vida social, el cambio de hábitos en la vestimenta. Siempre me vestía de negro, azul o marrón y nunca tenía colores”.

Respecto de su vida social, explicó que “no era una persona de grandes amigos pero sí tenía un grupo con los que salía a tomar algo o con mi familia. Ya me daba fobia subirme a un auto, me faltaba el aire, pero todo era de mi cabeza porque no salía de estas cuatro paredes de mi casa. Todo esto lo empecé a recuperar gracias al tratamiento”.

La actividad física hoy forma parte de su vida: “Ahora tengo una profesora que viene a mi casa a darme gimnasia. Gracias a ella también salí adelante porque no me movilizaba. Empecé haciendo en una silla, sentada y agarrada, de a poco, porque no tenía equilibrio. Pero después, a los cinco o seis meses, dejé la silla y hacía en el piso, ya que me podía levantar por mis propios medios”.

Calidad de vida

Con respecto a la posibilidad de hacerse una cirugía para poder disminuir de peso, Susana aseguró firmemente que “no quiero tocar mi cuerpo para bajar de peso porque subí los kilos sola y los quiero bajar igual. Quiero cambiar mi calidad de vida, pero sí tendría que pasar por una cirugía porque mi panza y mis tejidos se cayeron por mi obesidad. Si fuera por estética me quedo como estoy pero es por calidad de vida: me va a ayudar a movilizarme mejor”.

Satisfecha, dijo estar “conforme y contenta con el logro que tuve, que fue mérito mío y de la contención y el apoyo que me dieron en el hospital. No es fácil tratar con una persona obesa: todo te molesta, todo lo ves de otra manera, con agresión, con malos tratos. Y si te tratan mal no volvés más”.

Por último, dejó un mensaje a “otra gente que está pasando por lo mismo que pasé: no se dejen estar, recurran al hospital donde hay un grupo humano muy bueno que los va a ayudar. Esto te cambia la vida. La contención que tengo en el hospital no la tuve cuando tenía obra social. Siempre fui tratada como una cosa, te denigran como persona. No tengo con qué agradecerles lo que hicieron por mí”.

/// LA CLAVE

Atención integral

En 2007, la provincia creó el Programa de Atención Integral de la Obesidad. Por este motivo, funcionan los equipos de profesionales en diferentes hospitales, aunque sin un director: en el Iturraspe y Cullen de nuestra ciudad; y el Centenario, el Eva Perón y Provincial de Rosario. Trabajan en interrelación y discuten casos problemáticos en ateneos.

/// otro testimonio

“Me llamo Adriana y llegué a los 31 años con 108 kilos. Entonces decidí cambiar mi vida, quería un cuerpo más armónico y, como había probado y fracasado con todo tipo de tratamientos, decidí intentar con un equipo médico -a nivel privado- que me infundía confianza.

“Es increíble la capacidad de negación que tenemos los obesos. Fui al consultorio con un objetivo estético porque pensaba que estaba un poco excedida de peso. Ahí me enteré que lo mío era una obesidad tipo dos y que, aunque mis análisis no eran tan alarmantes, con el tiempo mi condición iba a empeorar y podía desarrollar una diabetes o simplemente padecer un infarto.

“Mi objetivo había cambiado y ahora era puramente médico: quería estar sana y mejorar mi calidad de vida; poder hacer cosas sencillas como caminar diez cuadras y que no me doliera nada.

“Una de las falsas creencias que tenemos los gordos es que el tratamiento se basa solamente en hacer dieta, matarse de hambre, y que con eso se soluciona todo. Gran error: la dieta no siempre implica sufrimiento y, además, debe ir acompañada de actividad física adaptada para cada caso.

“Como tenía que bajar entre 40 y 45 kilos, no debía abusar de mis articulaciones, así que, al principio, mi médico clínico sólo me dejaba caminar. Después de un par de meses, pude comenzar el gimnasio.

“Hoy -después de 9 meses- tengo un peso saludable, mis análisis son impecables y cambié muchísimos hábitos: por ejemplo, si tengo ganas de comer postre luego de las comidas, busco una fruta y no chocolate; camino del trabajo a casa casi todos los días; voy al gimnasio tres o cuatro veces por semana, es decir, el cambio no fue solamente físico: en mi cabeza, también. Tuve que aceptar que el problema de la obesidad no se termina cuando uno alcanza su peso ideal y que debo cuidarme para no volver a aumentar.

“Mi mensaje: cuidarse es siempre la mejor elección que se pueda hacer, ya que uno está eligiendo tener una vida más satisfactoria, más plena, porque con el cambio del cuerpo cambia la actitud ante las cosas y eso no tiene precio”.

Quería estar sana

En nuestro país, casi el 20 % de la población padece esta patología

/// EL DATO

Camas y balanza

Cuando se formó el equipo de profesionales para atender pacientes obesos en el Iturraspe no contaban con una balanza para pesarlos ni con camas especiales para que pudieran estar cómodos durante su internación.

En diciembre de 2007, estudiantes de la escuela técnica Avellaneda construyeron camas de internación para obesos mórbidos, de hierro macizo, que soportan un peso aproximado de 250 kilos. Son de una plaza y media y se pueden reclinar. La diputada Mónica Tomei donó una balanza para el hospital y sólo restaría que se pudiera contar con sillones de ruedas con las comodidades necesarias para estos pacientes.

Soluciones al problema en varias líneas de trabajo

El hospital Cullen también ofrece una respuesta a los pacientes con obesidad a partir de diferentes líneas de trabajo. La Dra. Alejandra Gaydou comentó que un grupo de profesionales -un médico, una nutricionista, una psicóloga y una asistente social- atiende a un número limitado de personas con obesidad mórbida (con índice de masa corporal mayor a 45), “porque estos pacientes de alta complejidad requieren un tiempo mayor que los convencionales”.

Aclaró que “no pueden admitir más de 50 ó 70 pacientes porque no les da la capacidad. Pero, a medida que van espaciando las consultas de algunos, van ingresando otros. Los que tienen menor índice son absorbidos por el consultorio 8, de Prevención de Factores de Riesgo, adonde alumnos de los últimos años de Medicina o del primer año posterior al egreso del Internado Rotatorio de Rosario, de la UNL ayudan en la promoción de la salud”. Estos pacientes -agregó- tienen entre 40 ó 45 y 65 años, aunque hay poca gente mayor de esa edad, porque ya tiene complicaciones (la mayoría tuvo infarto o ACV) o murió.

En 2008, el Cullen se hizo cargo de unos 1.500 pacientes nuevos obesos, que se suman a los que ya venían siendo atendidos, los que incluyen a unos 120 obesos mórbidos, de los que de manera intensiva se atiende a 50. El tratamiento incluye un plan de nutrición por escrito y medicación cuando tienen problemas en el metabolismo, con el colesterol o la tensión arterial. Se complementa con actividad física gratuita en los centros comunitarios y las vecinales adonde la Municipalidad nombró profesores de Educación Física, y talleres de cocina.

Consultada en relación con el by-pass gástrico, la médica aclaró que “se debe hacer a pacientes que están preparados para esta cirugía, entre 6 meses y un año. Deben ser incluidos en un programa especial y, si el paciente tiene buena adhesión (cumple bien con la actividad física propuesta y el plan de nutrición), pero no baja de peso, es propuesto para esa cirugía. Si no sucede eso, continuará con sus hábitos alimentarios incorrectos”.

El Cullen también trabaja con el Centro de Seguridad Vial, de la Municipalidad, donde se otorga el carné de conductor. “Cuando los médicos detectan a conductores de camiones, taxis, colectivos o transportan pasajeros en empresas de turismo obesos, los envían al hospital. Les hacemos concientización, diagnóstico y a algunos, intervenciones terapéuticas junto a sus médicos de cabecera”, contó Gaydou, quien agregó que “en medicina del tránsito está comprobado que la obesidad lleva a desatenciones o a que la gente se duerma al volante. Esto nos permite revertir esta situación de salud y prevenir accidentes”.

Por último, agregó que “otro grupo es el de paciente que captamos a través de la familia que viene con el evento (hipertensión, diabetes, entre otras patologías). Captamos a los hijos de entre 16 y 25 años, a los que denominamos hijos de pacientes vasculares. Los tratamos por sobrepeso, colesterol y otras cuestiones y los ingresamos a un programa de prevención. En todos estos programas, la respuesta positiva ronda el 20 ó 30 %, que son los que tienen continuidad en el tratamiento”.