Después de los anuncios desde Tucumán

Dudas más que certezas

El kirchnerismo estaría dispuesto a discutir en el Congreso reformas a una serie de leyes cuestionadas por la oposición. Se esperan definiciones políticas y económicas después del fin de semana. La presidenta en El Calafate.

Dudas más que certezas

Cristina Fernández de Kirchner, los ministros Boudou y De Vido y el secretario Moreno.

Horacio Serafini

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CMI

Si el cambio de gabinete sorprendió por ser esencialmente un repliegue sobre sus soldados de probada lealtad, la convocatoria presidencial a un amplio diálogo económico y político sorprendió todavía más.

De este modo, el gobierno de Cristina Fernández dio por digerido el revés electoral de Néstor Kirchner en la provincia de Buenos Aires y el retroceso oficialista a nivel nacional. El mapa político configurado tras las legislativas es de pérdida de poder del oficialismo, pero sin que desde la oposición surja un capitalizador inmediato. Resultado: una fragmentación del poder, resultado de que no hubo grandes vencedores, ni grandes vencidos.

La iniciativa de convocar al diálogo volvió a ser un plato cocinado en la intimidad de la pareja Kirchner. Ninguno de los ministros que la acompañaron a Tucumán había sido anticipado de los anuncios e, incluso, después de realizados le preguntaron sobre la autenticidad del convite. La falta de precisiones también estuvo detrás de las declaraciones contradictorias del viernes del ministro de Planificación, Julio De Vido; del nuevo secretario de Transporte, Juan Pablo Schiavi, y del titular de la Afip, Ricardo Echegaray.

Las formas y los alcances del diálogo recién podrán empezar a conocerse desde mañana, una vez que sean definidos este fin de semana en El Calafate.

Si uno se atiene a las palabras presidenciales en Tucumán, la apertura al diálogo parece ser sincera y podría ser una oportunidad para que la dirigencia política argentina pudiera acordar una agenda mínima de problemas a resolver desde políticas de Estado. Debería ocupar el primer lugar, en ese sentido, la definición de políticas para atender a los sectores excluidos de la sociedad y, en segundo término, una reforma del sistema de partidos políticos que, además de una mayor democratización, tienda a darles una apertura mayor hacia la participación ciudadana.

La fragmentación del poder que surgió del 28 de junio constituye una oportunidad de acuerdos en esa perspectiva. Pero hay requisitos que tanto el oficialismo como la oposición deberían respetar a rajatabla. El primero, dar señales de que el diálogo para consensuar políticas va en serio, que no se trata de una artimaña para ganar tiempo. Sólo así el gobierno podría sacudirse el lastre de desconfianza que se ha ganado el último sexenio con la confrontación como forma y sustancia.

La oposición, por su parte, avenirse al diálogo sin condicionamientos, como parecieron insinuar algunos sectores, pasadas apenas 24 horas del llamado presidencial. El restablecimiento de la confianza en los números del Indec y la salida del cuestionado secretario de Comercio Interior, por casos, deberían ser producto de los acuerdos, no de pasos previos dados desde la Rosada.

Relación con el Congreso

La racionalidad y la sabiduría, al menos en una dosis mínima, de que en un consenso ninguno puede pretender el todo, son, en definitiva, la actitud requerida.

Pero, hasta donde ha trascendido de fuentes cercanas a los Kirchner, no parece que sea totalmente esa la vocación del gobierno. “Ha sido una vuelta de tuerca imaginativa (del ex presidente)”, fue el primer comentario que hizo a este diario un funcionario con trayectoria junto al matrimonio.

Detrás del comentario está el supuesto de Cristina y Néstor Kirchner para decidir sorprender con el llamado al diálogo. Se trataría de ganar tiempo, recomponer masa política y retomar la iniciativa. La táctica pasaría por reforzar la relación con el Congreso, donde recalaría cada uno de los proyectos que puedan ser consensuados, incluso aquellos que hoy agita la oposición: la ley de superpoderes que faculta a la Jefatura de Gabinete a modificar sin limitación alguna partidas del Presupuesto; la modificación del Consejo de la Magistratura para que recupere la condición independiente del poder gubernamental; la relación financiera entre la Nación y las provincias.

Parte de esa agenda que plantea la oposición parece haber sido tomada desde el gobierno por el nuevo ministro de Economía, Amado Boudou, perfilado a hacer valer su condición de titular del Palacio de Hacienda. Completarían su agenda la búsqueda de un acuerdo con los bonistas que no se avinieron al canje y la inserción en el mercado financiero (FMI), de lo que se desprenderían, ineludiblemente, cambios en el Indec y en el papel de Guillermo Moreno. ¿Será también ésta la agenda económica de la Presidenta?

Los supuestos incluyen también los tiempos. Según la hipótesis del Gobierno, el kirchnerismo seguirá siendo primera minoría en Diputados, con mayoría en el Senado, hasta el 10 de diciembre, cuando asuman los electos, que de no mediar sesiones extraordinarias -facultad del Ejecutivo-, no estarán en funciones hasta el 1 de marzo de 2010. Confiado en esa fuerza, tanto como en la aparición de diferencias internas dentro de la oposición, que le impedirían acordar posiciones comunes en el Congreso, el Gobierno pretende avanzar con sus proyectos.

“¿La oposición quería diálogo? Pues lo tendrá, y con creces, en el Congreso”, desafió la fuente gubernamental. También en el Consejo Económico y Social, escenario del diálogo económico convocado por la presidenta. Aunque no será un consejo al estilo clásico, con la participación del trípode Estado-empresas-sindicatos. La fuente confirmó que también tendrán participación los movimientos sociales y los desempleados, del mismo modo que la CTA.

La fragmentación post electoral también está entre los supuestos de Kirchner. Considera que el único proyecto de candidato desde el peronismo opositor es Carlos Reutemann. Pero entiende que no fue un gran ganador, ni que tiene decidido postularse si no es a partir de convertirse sí en “gran ganador” en una interna abierta en el PJ. Acotarlo es su objetivo, en tanto recompone fuerzas. Con ese propósito se comportó en la elección santafesina, sin ponerle todas las fichas a Agustín Rossi. Así también parecen indicarlo la sorpresiva presencia de Hermes Binner entre los gobernadores durante la jura de los nuevos ministros y la referencia de la presidenta a las internas abiertas y simultáneas que se realizan en Santa Fe como ejemplo de la reforma política propuesta.

Scioli

El gobernador bonaerense Daniel Scioli comienza a contar los días hasta que la conducción del Partido Justicialista pase a manos de una mesa chica y, finalmente, pueda volcarse de lleno a la gestión. De aquí a un mes, aproximadamente, Scioli, en su carácter de vicepresidente del partido a cargo de la presidencia -abandonada por Néstor Kirchner tras la derrota electoral en la provincia de Buenos Aires- convocará al Consejo Nacional Justicialista para que designe una mesa de conducción. Scioli ya no será el mismo de antes del 28 de junio en lo que respecta a su relación con Kirchner y con el fundamentalismo K. Lejos está del gobernador romper filas con el matrimonio Kirchner, pero se mostrará más acorde a su personalidad. Esto es, con una buena relación con todos, sean peronistas oficialistas o disidentes u opositores.

/// EL DATO

Calafate

La presidenta Cristina Fernández de Kirchner pasa el fin de semana en su residencia particular de la villa turística de El Calafate, en la provincia de Santa Cruz, donde define los próximos pasos tras su convocatoria al diálogo y el recambio del gabinete. En ámbitos oficiales se estima que durante su estadía en el sur la jefa de Estado evalúa nuevas medidas que adoptará en los próximos días para retomar la iniciativa, tras la derrota electoral, y no descarta que puedan seguir los cambios en el gabinete.