Treinta años después, Chabay siguió la huella de Echegoyen

La marcha de Colón vino del Uruguay

y los técnicos del ascenso también

El famoso “vayan pelando las chauchas” sonó más fuerte que nunca en la fría tarde del 29 de julio de 1995. Colón, después de 14 años en la B, volvía a Primera.

Darío Pignata

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Cuando un equipo de fútbol representa tanto sentimiento de pueblo como Colón, perseguir obsesivamente un objetivo deportivo durante tantos años suele volverse en contra. Porque la ansiedad le da paso a los miedos, a los fantasmas, al famoso “cagazo” que alguna vez definió Jorge Valdano en su libro de fútbol con sueños. Si algo recuerdo de aquella fría tarde de julio de 1995 —nunca me tocó ver a mí con 38 años tanta gente en la cancha “vieja”— era justamente éso: el temor a algo que era imposible que pasara. Porque Colón —que había ganado 1 a 0 en la Ciudadela con un gol de corazón de “Chupete” Marini y estaba 2-0 arriba en el Brigadier— tenía las tribunas como si el reloj hubiera parado las horas. Es cierto, había algo que pesaba mucho más que los 14 años en la B: esa famosa tanda de penales en el Chateau Carreras contra Banfield. Entonces, a la gente no le alcanzaba la lógica, que era ganar 3-0 en la global una final a los tucumanos.

Hasta que el pitazo final desató un desenlace pocas veces visto desde la emoción. No se trata de saber si se gritó más que un clásico, una victoria ante un grande de Buenos Aires, algún partido de las copas o alguno para salvar la categoría en Primera. El que estuvo en la cancha ese día, sabe qué es lo que quiero escribir: ese grito de la vuelta a los domingos quedará guardado en un lugar del corazón para toda la vida. Lo podrán comparar sólo aquéllos que gritaron en el “65 con don “Pepe” y el Italo la huella que Colón le dejó al fútbol de Santa Fe bautizando la AFA.

¡Qué personaje Chabay!

Había que conocerlo a Nelson Pedro Chabay. Su receta exitosa con el propio San Martín y con Mandiyú de Corrientes no ofrecían pergaminos. En realidad, nadie ofrecía nada desde la teoría hasta no demostrarlo en Colón. Recuerdo que Vignatti, por aquellos años, consultaba por el “Pato” Ubaldo Matildo Fillol, hasta que finalmente se volcó por el “Buche” Chabay, casi un especialista en ascensores. Con el correr de los años, uno no puede olvidar ni olvidarse de un personaje que terminó siendo fundamental como el “Buscapié” Rubén Cardozo, fanático sabalero, capaz de usar cualquier resorte político por Colón. Como cuando unas temporadas antes, hizo salir del Paraguay —era embajador argentino en Asunción— a jugadores guaraníes sin papeles (Vicente Laurentino Fariña, el “Ñaca” Vásquez, Jorge González y Juan Lugo) recomendados por su amigo Perfumo que había dirigido a Olimpia. De esas “saudades del Paraguay”, a Cardozo le quedó la locura por el “Loco” González, quien venía de jugar en Estudiantes de La Plata y de allá se trajo un talismán: Pedro Damián Uliambre, chaqueño y puntero. En la otra negociación que fue clave fue en la del “Pampa” Gambier, goleador eterno en la B. Recuerdo como si fuera hoy: sonó el teléfono de la Redacción (no era tiempo de tantos celulares como ahora) y era Cardozo: “Pibe, estoy con Gambier en La Fontana (N. de R.: comedor de bulevar y San Jerónimo del “Cabezón” Cecotti), ya es refuerzo de Colón. Vení con un fotógrafo para hacer una nota”. Los dos, el “Loco” González y el “Pampa” Gambier fueron determinantes en la campaña del ascenso. Y, por ende, las mañas de Rubén Cardozo también.

Chabay conocía a Unali de Mandiyú, pero no sabía quién era Ibarra: un par de ensayos lo llevaron a tomar una medida clara con el “Negro” de Formosa, ya que lo retrasó del medio hacia atrás, porque antes jugaba de “8”. En una de las tantas charlas con el “Buche”, me dijo: “Si éste arranca desde más atrás, no lo para nadie”. Así, le hizo un gol maradoniano a los tucumanos en Santa Fe por la fase regular del torneo.

La solidez de la zaga arrancó como una verdadera lotería: Kobistyj era el “6” de la reserva de Independiente (casi viene Arzeno) y Ameli jugaba de “8” en Central Córdoba de Rosario. A uno le tiró la camiseta de titular, al otro lo tiró para atrás. En el arco, Leo Díaz después de ganarle la pulseada al “Flaco”.

Al sentimiento de hincha en el mediocampo lo ponía Javier López, al oficio Ricardo Kuzemka y el equilibrio para que el “Loco” González fuera sin volver era de un tapado “a lo Chabay”: Ricardo Luis del Valle Solbes, un zurdo sin ruido que el “Buche” se trajo de Tucumán justamente.

Uruguayo sin mate

Llegué a conocerlo bien a Chabay. Eran otros tiempos, sin tanta histeria ni delirios que tienen ahora los protagonistas del fútbol profesional. Nos juntábamos, con un grupo de periodistas, a tomar unos vinos en un viejo galpón ubicado frente a la terminal de ómnibus que era propiedad del inolvidable Dady Bude, íntimo amigo de Nelson y fanático —además de Colón— de Racing (de ahí la admiración para con Chabay). Un par de dirigentes, el profe “Quito” Chávez (PF de ese plantel), su ayudante “Pepe” Suárez, a veces Martín Rico y seguro algunos más. Chabay fue, es y será el primer y único uruguayo al que no le gustaba tomar mate. En torno a eso y a Solbes giraban las gastadas. “Ya van a ver que Solbes sale campeón”, ironizaba y contaba la anécdota de cuando le desplazaron la mandíbula en una jugada, lo cual hacía que casi no saltara a cabecear por ese feo recuerdo.

Un gol mezcla de “Gardelito” Medero y Maradona del “Polaco” Kobistyj en la cancha de Banfield a Talleres de Remedios de Escalada; una cachetada en el medio de la cancha del “Loco” González a Ameli, algo nunca visto, en un partido en Santa Fe con Godoy Cruz; el gol anulado al “Gato” Oldrá en la canchita de Godoy Cruz en el partido de ida de la semifinal sobre la hora; los famosos ladrillos calientes para la pubialgia del “Loco” González; el amague del “Pampa” Gambier con abandonar Santa Fe, una noche que se fue expulsado e insultado. Son algunas anécdotas, debe haber muchas más.

Recuerdo las cruces de sal en el vestuario y en el banco visitante con el cual San Martín de Tucumán lo recibió a Nelson Pedro Chabay para el primer partido final en “La Ciudadela”. Viejo zorro, el “Buche” sabía que se la tenían jurada por viejas cuentas del pasado (un ex dirigente con el que no se llevó bien y un ex PF suyo). Todavía me parece ver ese zapatazo de “Chupete” en el arco de “La Ciudadela”, que reventaba de tucumanos inmediatamente enmudecidos por el griterío sabalero. Y la final, donde “casi gol” fue “recontra-gol” y Colón ascendió con los gritos de sus delanteros: Uliambre y Gambier.

El festejo íntimo fue la cena en un comedor que estaba en la peatonal antes de llegar a Catamarca, al lado del viejo edificio del diario El Litoral. Creo que se llamaba Balcón Español, porque era de los mismos propietarios del España, la familia Verde, todos sabaleros.

Se volvió a “trajear”

El “Buche” Nelson Pedro Chabay había perdido a su esposa en Tucumán, justamente el año antes cuando dirigía a San Martín y previo a llegar a Colón, en un episodio un tanto raro: su señora se descompuso después de una “apretada” que la barra brava tucumana le hizo en el mismo departamento donde vivían en el Jardín de la República.

Una noche interminable, cuando se acercaban las finales, se largó a hablar del tema: “No me pongo el traje desde que murió mi señora, pero mañana lo voy a descolgar. Le pedí a Vignatti que quiero ir a AFA con él, tengo miedo de los árbitros para las finales, porque sé cómo se mueven los dirigentes tucumanos y conozco todo. No voy a pedir tal árbitro, pero sí vamos a pedir que un par no aparezcan”.

Colón no necesitó del “pito” para quedarse con dos finales que no tuvieron equivalencias. “Que de la mano del uruguayo”, cantaban los “Negros” en las tribunas del Cementerio en reconocimiento a Chabay. El mismo cantito que se había usado 30 años antes cuando “Pepe” Echegoyen llevó a Colón por primera vez a Primera en el “65. Así, rompiendo los 14 años en la B, Chabay quedó en la historia para siempre.

Recuerdo, finalmente, a Mariano Farías y Carlitos Rodríguez —socios, dirigentes, fanáticos— dos laderos sabaleros y amigos inseparables de la primera hora al lado de Chabay. Ninguno de los dos le iba a perdonar, varios años después, que Nelson aceptara dirigir a Unión en Primera porque no tenía trabajo como técnico. Como inmortalizó Ricardo —¿hace falta agregarle Porta?— para todos los tiempos: “¡Qué futbolera que sos Santa Fe, por favor...!”.

La marcha de Colón vino del Uruguay y los técnicos del ascenso también

Esta fue la salida del equipo en la vieja cancha de Colón la tarde del 29 de julio de 1995. Los sabaleros volvían a Primera.

Foto: Archivo El Litoral

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Los goles para Chabay vinieron desde “La Pampa”: Miguel Angel Gambier, un artillero con todas las letras, se dio el gusto de gritar bien fuerte en la tarde de la gran final. Foto: Archivo El Litoral