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Otras revoluciones populares acontecieron en el Ferrocarril Francés de nuestra ciudad.

Colonos en armas en busca de conciliación
 

El bisabuelo de un lector oriundo de Pilar, provincia de Santa Fe, participó en la denominada revuelta de Humboldt. Este hecho lo motivó a seguir investigando en la historia regional. TEXTOS. MARIANA RIVERA.

“Seguí buscando información sobre la revuelta de Humboldt de la que participaron mis bisabuelos Mauricio Sattler y Francisco Ambordt”, introdujo Rubén Sattler en su mail a De Raíces y Abuelos, un lector oriundo de Pilar, quien admitió que “después de mucho buscar conseguí armar esta historia, que es parte de la historia familiar, y también nacional. Pero no sabía nada de todo esto”.

También aclaró que los datos están registrados en el Archivo Histórico de Santa Fe y en varios libros que trataron sobre este tema (como Colonos en Armas, de Ezequiel Gallo), aunque también en los registros de la historia del Ejército Argentino, que también formó parte de estos acontecimientos. A continuación, publicamos una apretada síntesis del trabajo aportado por nuestro lector

“En la vida de Mauricio Sattler se destaca el hecho de su participación en el contingente de colonos de San Jerónimo que, el 6 de febrero de 1893, marcharon hacia Humboldt en apoyo de los colonos de esta localidad que se hallaban tensamente protagonizando la llamada “revuelta de Humboldt”.

La causa sustancial de la generalizada irritación de las colonias agrícolas consistió en la ley sancionada en la legislatura provincial y promulgada el 27 de noviembre de 1891 por el gobernador Juan M. Cafferata que gravaba con un impuesto de 10 centavos la venta de un quintal de trigo y de lino.

Y como era de prever, su recaudación resultó de hecho grandemente entorpecida por ese ánimo exacerbado de la gente, registrándose en ellos repetidas y fuertes estridencias, cuyos protagonistas comúnmente han sido el mal visto cobrador del impuesto y los dueños de los molinos harineros. Ocurre que el gravamen había de ser satisfecho por los compradores de cereales.

Uno de estos episodios, el ocurrido en Humboldt en la primera semana de febrero de 1893, tuvo la sorprendente resonancia y evidenció hasta qué punto se hallaban alterados los ánimos de los colonos y hasta qué extremos estaban dispuestos a llegar en sus actitudes.

El 3 de febrero se presentó el recaudador de impuestos y requirió de un empresario local la presentación de los libros de contabilidad para determinar el monto de la tributación. Ante la rotunda negativa pretendió proceder a su inmediata detención mediante la acción policial, pero no tardó en percatarse de la imposibilidad de concretar su propósito frente al grupo de colonos que habían acudido prestos a impedirlo.

Sin duda, esos hombres se hallaban dispuestos a jugarse. Por ejemplo, cuando luego llegó a Humboldt un destacamento de 20 soldados con las órdenes de efectuar detenciones pero se encontraron con gente armada, esta vez en mucho mayor número, en actitud decidida y contundente. Con la retirada de los soldados y la pacífica dispersión de los colonos, el episodio pareció haber finalizado. Pero en realidad, los sucesos se extendieron a varias colonias vecinas.

Actuó como detonante la noticia de que una tropa más numerosa que la anterior había partido de Santa Fe para detener a los involucrados en la revuelta de Humboldt. La mayor movilización tuvo lugar en esa localidad, en la que habrían participado de 300 a 400 colonos armados. Pero también hubo considerables aprestos y trajines en Santa María, San Carlos, Frank y, sobre todo, en San Jerónimo Norte, desde donde partió hacia Humboldt un importante contingente armado.

FALTÓ SINCERIDAD

“¿Qué había acaecido entre tanto en el principal escenario de los acontecimientos?- continúa Sattler-. Aquella alarma desparramada por las colonias en manera alguna estribaba en los falsos rumores como que efectivamente arribó a Humboldt una tropa proveniente de Santa Fe, encabezada por el propio ministro Luciano Leiva. Éste, contrariamente a lo supuesto, mostró una franca disposición conciliadora: si los colonos deponían las armas,manifestó,no habría detenciones.

Lastimosamente faltó sinceridad. Pues aconteció que, habiendo los colonos, confiado en las palabras del ministro, depuestas las armas y retornando a sus hogares, procedió a arrestar a los cabecillas de la revuelta. Pero afortunadamente la mayoría de aquellos habían regresado en víspera a sus domicilios. De lo contrario “con toda seguridad habría corrido sangre”.

Aquel contingente armado que había partido en auxilio de los colonos de Humboldt no se hallaba integrado sólo por habitantes de San Jerónimo sino también por grupos provenientes de varias colonias vecinas y que -al enterarse durante la marcha de la actitud aparentemente conciliadora del ministro- retornaron a San Jerónimo.

Fueron arrestados aproximadamente 20 personas, entre ellas Mauricio Sattler. También el señor Berraz, uno de los dueños del molino harinero Berraz Hnos., de Frank. Todos ellos fueron obligados a marchar a la estación ferroviaria de Las Tunas, desde donde se los condujo en un tren especial a Santa Fe para ser allí encerrados.

Fue una medida acertada la que ese mismo día adoptó el gobierno: dispuso la libertad de todos los detenidos. (...) A las 10 de la mañana siguiente fueron conducidos en tren a Las Tunas, donde se les tributó una festiva recepción, con bandera y la banda de música de San Jerónimo. “El retorno a la colonia ha sido una verdadera marcha triunfal”.

APORTE DE COLONOS.

Durante ese mismo año, 1893, se produjeron otros dos estallidos revolucionarios en la provincia de Santa Fe: en julio, que provocó la caída del gobierno de Cafferata, y en septiembre; ambos, sobre todo el primero, con nutrida participación de las colonias extranjeras.

Luego de que los colonos fueran indultados, la situación se apaciguó pero los problemas que había originado la rebelión siguieron pendientes, hasta que al fin estallaron con las revoluciones radicales: el 30 de julio se produjo en Santa Fe el primer levantamiento general.

Días antes, el diario La Unión de Esperanza había publicado: “A los colonos de Humboldt les pedimos calma y serenidad para no proceder por caminos torcidos, no hay razón para el conflicto agrícola venga pues, la tranquilidad y el orden”, según consta en el libro de Ezequiel Gallo: Colonos en armas: las revoluciones radicales de 1893.

Se formaron cinco batallones de los cuales -según una nota publicada en el diario La Nación al mes siguiente de los sucesos- el 50 % estaba integrado por colonos extranjeros, quienes desconocían el idioma del país, ya que las voces de mando y la organización militar eran alemanas.

El gobierno mandó a desarmar las vías del ferrocarril sobre el Salado para impedir el paso de los colonos. La defensa de ese sector estaba a cargo de agentes de policías y bomberos, quienes se encontraban en gran desventaja frente a las armas de los revolucionarios, ya que poseían potentes y precisos fusiles a cartucho y estaban acostumbrados a practicar tiro en los polígonos. Las armas de la policía no llegaban mas allá de los 200 metros (tenían viejos fusiles) y sufrieron el nutrido y certero tiro de los suizos, con los cuales venían muchos criollos argentinos. Al no poder pasar vadearon el Salado y pasaron más al sur, por Santo Tomé, donde esperaron las fuerzas revolucionarias de Rosario que venían en tren.

Al ver que la situación estaba perdida el gobernador Cafferata presentó su renuncia a la legislatura y escapó de Santa Fe, quedando a cargo el vicegobernador Gollán. El 3 de agosto, a las 12, hacían una espectacular entrada: los integrantes de la junta revolucionaria del norte en primera fila, y a caballo lo hacían el doctor Martín Rodríguez Galisteo Carlos Gómez y demás jefes revolucionarios. Detrás de ellos venían los batallones de suizos y alemanes perfectamente armados y uniformados enarbolando las banderas de sus respectivos cantones suizos, flameando muy en lo alto el pendón del Vales. Después venían los colonos suizos y alemanes cargados con horquillas (mostrando el desdén con que miraban a las balas criollas argentinas), atrás venían 200 colonos desarmados, prisioneros escoltados por alemanes y suizos.

DE RAÍCES Y ABUELOS

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Revolucionarios de Esperanza que participaron en el levantamiento armado, en 1893.

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El puerto de Santa Fe, en 1893, también fue testigo de revueltas en las que participaron inmigrantes.

El episodio ocurrido en Humboldt en febrero de 1893, evidenció hasta qué punto se hallaban alterados los ánimos de los colonos y hasta qué extremos estaban dispuestos a llegar .

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El ministro Luciano Leiva intercedió ante los colonos en la revuelta de Humboldt.

SEGUNDA REVOLUCIÓN

Otra parte de la investigación de Sattler versa sobre la revolución ocurrida en nuestra ciudad el 25 de septiembre de 1893, a la cual adhirieron nuevamente colonos de Humbodt, San Jerónimo y Esperanza.

Su escrito se basa en datos obtenidos de la revista de Federico Cervera “Los Esperancinos en la revolución de 1893” y una publicación de la Junta Provincial de Estudios Históricos”. “En el descampado que se tendía entre el río y la estación del F.C.S.F. estaban los esperancinos bajo el mando de Octavio Dreller y un miembro de la Junta Revolucionaria. Comenzaron a desembarcar desde Paraná los efectivos del Regimiento 11 de Caballería y de Marina. Eran 700 hombres, protegidos por un cañón y comandados por el bravo coronel Morossino”.

“Los revolucionarios de la Estación, en su mayoría argentinos descendientes de colonos suizos (...) diezmaron bajo el fuego de sus fusiles a las tropas atacantes y silenciaron el cañón. En su obligado repliegue, las tropas del coronel Morossino llevaron consigo 80 heridos graves, mientras en el campo quedaban 33 muertos (....)”.

“El coronel Morossino reembarcó sus tropas durante la noche y navegó por el río hacia el sur de la ciudad, donde pudo atacar y reducir a los revolucionarios, faltos de municiones. (...) Pero el cantón de la Estación Francesa no se rindió. Reunidos los jefes Dreller, Yost, Stein, Staats, Pidoux y otros con el miembro de la Junta Revolucionaria resolvieron tras larga deliberación dirigirse por tren a la Estación Empalme; desde allí, unos volvieron a Esperanza y otros a Gálvez”.