EDITORIAL

Fútbol y política

Las imágenes registradas por las cámaras presentando en una misma escena a la presidenta de la Nación acompañada por Grondona y Maradona, más que pintoresca resulta preocupante y, en algún punto, lastimosa. Sobre todo si se tiene en cuenta que para anunciar el acuerdo entre el fútbol profesional y la AFA se recurrió a la cadena nacional como si se tratara de un tema decisivo de la agenda de un Estado nacional.

Sin exagerar, podría decirse que en el futuro historiadores y sociólogos tendrán motivos para reflexionar acerca de las relaciones entre el poder y el deporte, entra la política y el hampa o entre el Estado y la demagogia.

Lo más importante en este caso no son los 600 millones que promete el Estado, ni las consideraciones acerca de una discutible decisión económica tomada en un momento comprometido de las finanzas nacionales; lo más importante, lo que no se dice abiertamente -pero Grondona reconoce en su página web- es que de aquí en adelante el Estado será socio de la AFA en este negocio. Por su parte, Ernesto Cherquis Vialo, vocero de la AFA lo expresó sin reparos ni rubores. La plata la pondrá el socio de la AFA, o los socios del socio.

Concluye por lo tanto la relación entre privados, entre clubes y AFA o entre la AFA y Torneos y Competencias para establecerse una relación con el Estado. El dato es importante por lo inédito y por las consecuencias que puede acarrear. Recordemos que esta relación no existió jamás en nuestra historia, que hasta las dictaduras militares se negaron a mantenerla, salvo el Mundial de 1978 cuando el régimen de Videla consideró que se trataba de un tema de interés nacional.

Como señalan los observadores, en este caso no es el Estado o el matrimonio gobernante los que se apropian del futbol sino a la inversa: es el fútbol el que arrastra a la AFA a un pésimo negocio. Éste es el detalle que el oficialismo parece no haber registrado o evaluado adecuadamente. Fiel a su estilo de manejar las relaciones con la sociedad mediante golpes de efecto, presume que lo más importante es la supuesta “transmisión de fútbol gratis para el pueblo”, cuando para un avezado dirigente como Grondona está claro que esto es apenas una anécdota. En rigor, lo importante es haber institucionalizado hacia el futuro una sociedad con el Estado que será funcional a una serie de actividades y negocios.

En adelante, el Estado no sólo será socio en los opinables beneficios económicos del fútbol, sino también en todos y cada uno de sus desquicios. Temas tales como las relaciones entre los directivos de los clubes y los barrabravas o los negocios turbios que incluyen la compraventa de jugadores, las evasiones impositivas y las malas administraciones en muchos clubes, involucrarán inevitablemente al flamante socio mayor.

Algo parecido ocurrirá con la violencia en las canchas y, en particular, la violencia seguida de muerte. En consecuencia, gracias a los desbordes del matrimonio gobernante, todos estos temas -antes ajenos- ensancharán la responsabilidad del Estado en los terrenos político, social y económico.