Al margen de la crónica

San Messenger y una travesura con suerte

Trabajaba, como todas las mañanas, en la redacción del diario, cuando sonó el teléfono. Del otro lado de la línea una amiga me avisó que mi mujer se había quedado encerrada adentro del escritorio de mi casa. Pero lo más preocupante era que afuera, en el resto del hogar, habían quedado solas mis hijas, menores de dos años. “Andá volando a ayudarla”, me indicó.

Corté el teléfono, dejé una noticia a medio redactar en la pantalla de esta computadora en la que ahora escribo esta crónica, y salí a buscar el auto. “¿A dónde vas tan apurado?”, me preguntó el empleado de la cochera. “Tengo una urgencia”, alcancé a decirle, mientras me colocaba el cinturón de seguridad y encendía el vehículo.

Crucé la ciudad de sur a norte, en el viaje urbano que pareció el más largo de mi vida. Llegué a mi casa. Coloqué la llave en la puerta. Giré. Había silencio. Llamé a las nenas en voz alta. Silencio. Crucé el hall, el living, torné la vista hacia la cocina y allí estaban, sobre unas sillas, trepadas a la mesada, empapadas, jugando con la vajilla y el agua.

Respiré hondo. Las besé. Miré y recorrí el lugar para confirmar que no había nada más para preocuparme. Entonces me encaminé hacia el escritorio de la casa. Mencioné en voz alta el nombre de mi mujer. Y recibí como respuesta entre un minúsculo llanto una respuesta. La llave no estaba en la cerradura. Recorrí la casa hasta que la encontré en el suelo de la galería. Final feliz.

Más tranquilos, ella me contó cómo habían ocurrido las cosas. Había ingresado al escritorio cuando una de las nenas cerró la puerta desde afuera, giró la llave y la quitó de la cerradura. A pesar de los infructuosos intentos por hacerle comprender que realice la acción inversa, la niña, junto a su hermana, ganaron la casa para jugar. Fue entonces cuando en un intento de serenidad mi mujer se dio cuenta que la única herramienta a su alcance era la computadora. La encendió, se conectó al messenger, observó que yo no estaba conectado, buscó entre sus contactos y le avisó a una amiga lo que ocurría. Así fue como recibí el llamado.