De domingo a domingo

El Estado salta para apuntalar la resurrección del kirchnerismo

Hugo E. Grimaldi

(DyN)

El 22 de mayo de 1979 se jugó, en el ya demolido estadio Wankford, en Berna (Suiza), un partido de fútbol por la Copa 75º Aniversario de la Fifa. Era la promocionada revancha de la Selección Campeona del Mundo frente a Holanda, su vencida en la final del Mundial ‘78, y la misma se pudo ver en la Argentina por ATC, Canal 7. Gratis.

Cuando las cámaras de la televisión suiza se desplazaban “a la izquierda de la pantalla, señora”, sobre una de las cabeceras, quienes seguían las imágenes desde la Argentina podían observar como un efecto referido a lo “derechos y humanos” que eran los argentinos de entonces intentaba tapar lo que ocurría en las tribunas, donde trece cartelones con las letras de “Videla asesino” y un retrato del presidente de la Junta Militar subían y bajaban de modo alternativo, hasta que unos 50 rudos policías intentaron retirarlas y se llevaron la paliza de su vida con “alguna que otra cadena revoleada al viento, sangre hirviente y la decisión de pancarta o muerte”, dicen testigos, por parte de centenares de refugiados latinoamericanos.

Luego se sabría que los representantes de la embajada argentina, presentes en el estadio, habían dado un ultimátum a los organizadores: o se aniquilan las pancartas u “obligan al equipo argentino a retirarse de la cancha”, ha contado públicamente Sergio Ferrari, uno de los participantes de aquella jornada. El aburrido partido terminó 0 a 0 y la selección de la AFA ganó finalmente 8 a 7 en los penales, pero todo esto fue una anécdota tras las peripecias que debió afrontar la televisión argentina de entonces para tapar las imágenes. O “secuestrarlas”, como ha definido la presidenta estas cosas del fútbol por televisión.

En aquel nefasto partido, Julio Grondona hacía su debut internacional como titular de la Asociación del Fútbol Argentino, ya que había sido ungido presidente, un mes y medio antes, el 6 de abril. En aquellos tiempos, y durante toda la década del ‘80, el dirigente opinaba que la transmisión de fútbol en directo restaba espectadores a las canchas y sostenía que la tecnología de la televisión era un modo de incitar a la violencia, ya que alteraba los ánimos contra los jueces.

Pero como “todo pasa”, el mismo Grondona habló el otro día del “periplo” que, con su anuencia y firma, llevaron las transmisiones televisivas del canal oficial primero a los canales privados y más tarde al cable, con la limitación de la exclusividad de los goles hasta la medianoche del domingo y ahora nuevamente a la televisión pública, hoy adalid del “fútbol para todos”. Suerte que no dijo “Proceso”.

La historia viene a cuento para enmarcar uno de los hechos salientes de la semana que pasó, porque lo paradójico de toda la situación es que Grondona, quien llegó a la AFA con la venia de los militares, ahora se ha vuelto el ídolo de quienes hicieron de la defensa de los derechos humanos una bandera.

Los enemigos de mis enemigos son mis amigos, parece ser la frase predilecta del gobierno, si se trata de barrer debajo de la alfombra estas cosas del pasado. En situaciones similares, a otros funcionarios les ha costado el puesto, aun en casos en que algún familiar directo hubiera sido tan colaboracionista como Grondona con aquella feroz dictadura.

Por todo esto y por el respeto a la memoria es que sonó doblemente desubicada la referencia que hizo Cristina Fernández sobre los 30 mil desaparecidos (un modo de avalar a Hebe de Bonafini frente a Graciela Fernández Meijide), al comparar, con tan poco tino, que hasta ella misma titubeó por la desmesura, el concepto “secuestro” con la imposibilidad de ver los goles por TV, hasta después de la emisión de “Fútbol de Primera”.

¿Qué significa para los clubes de fútbol este “nuevo orden” anunciado por el jefe de la AFA de modo tan severo y grandilocuente? Nada más ni nada menos que la posibilidad de blanquear situaciones y de poder chupar de la teta del Estado los recursos que les van a permitir cubrir a los dirigentes los innumerables pufos que han dejado en cada institución.

Esta bien claro que la inopinada contorsión de Grondona será un borrón y cuenta nueva para los clubes, ya que la AFA ha sumado a sus huestes a un socio que ha sabido ser al menos blando a la hora de cuidar los recursos públicos e históricamente permeable cuando recibe aprietes que lo dejan mal parado en cuestiones populares. Por lo tanto, no habría que descartar, dentro de cierto tiempo, un “o me das tanto o te paro el fútbol”, de parte de los dirigentes de ese momento, emplazando a éste o a otro gobierno.

En este sentido, y por sentirse en el rol de macho dominante, ha sido la AFA la que logró rescatar para ella el monopolio de la televisación del producto fútbol y, por lo que se ha visto, hay muy pocas intenciones de que las cosas cambien. En primer lugar, no se permitió que ingresasen cámaras de canales privados a los partidos, con lo cual programas que vivían del clima, con vistas que no tomaban las que seguían el juego, han sido postergados.

Tampoco está claro qué pasará con la cobertura periodística de los vestuarios, ya que el nuevo monopolio prohibió hacer notas en Gimnasia-Godoy Cruz y las permitió en Independiente-Newell’s.

Ni mucho menos se sabe qué pasará con alguna regulación que podría aparecer sobre la emisión de los goles, ya que los canales de noticias los están pasando casi al instante de producirse. En medio de este clima de gran hipocresía, donde la mayoría sabía que es imposible transmitir fútbol gratis para todos o bien porque será pagado por los contribuyentes o bien porque el negocio del cable está muy extendido o porque la televisión por aire no llega a todos lados y, además, sabían qué otras cosas se estaban jugando en materia de intereses, se desarrolló el jueves pasado el acto en Ezeiza.

En el mismo, Himno Nacional de por medio para dotar a la reunión de características de gesta, se aplaudió a rabiar y de pie, como ocurrió en el Congreso cuando se vitoreó el ominoso default de la deuda, la ruptura de un contrato entre dos privados, proceso que se sospecha pudo haber sido alentado por el Estado para comenzar a disciplinar al Grupo Clarín, dueño de parte de TSC.

Cristina y su marido están seguros de que son los medios los que no transmiten a conciencia los logros del gobierno. En este aspecto y para justificar su necesario aggiornamiento, pero que a la vez permita mayor contralor del Estado sobre los contenidos, es permanente la referencia oficial a que la Ley de Radiodifusión es de tiempos de la dictadura y que por eso es necesario cambiarla, aunque se ignoran los ajustes que se le hicieron en la década del ‘90.

En el fútbol, el gobierno ha logrado meter un par de tantos a favor durante la semana. Es verdad que el gobierno ha recibido también algunos goles en contra (cifras de mayor desocupación y pobreza, recrudecimiento de la inseguridad, pésima situación financiera de las provincias, especialmente en Buenos Aires y Santa Cruz, etcétera.), pero en todo caso ha sido por desajustes defensivos, antes que por mérito de los opositores.