El rabino dictó una conferencia en la Sociedad Rural
Bergman hace catequesis cívica
El religioso ponderó la lucha que realizó el campo e instó a no bajar los brazos. Su visión es que la Argentina repite sus problemas y llamó a participar para cambiar.
Mario Cáffaro
“Tenemos democracia, ahora vamos por la república” repite el rabino Sergio Bergman. Lo escuchan periodistas y dirigentes de la Sociedad Rural de Santa Fe que lo invitaron a disertar en la semana en que el Congreso volvió al centro de la escena, por insistir en delegar facultades en el Poder Ejecutivo. Es curioso, pero desde la crisis suscitada por la 125, Bergman es expositor en distintas reuniones que generan entidades ligadas a la producción primaria. Pero él va más atrás de la 125 y considera que hubo un quiebre en la Argentina en el 2001 y se muestra esperanzado, optimista. “Los tiempos culturales, institucionales, llevan mucho más tiempo que los temas emergentes. Es una especie de cocción. Hemos cumplido 25 años en democracia, recuperarla nos costó sangre, horror, terror y más de una generación. Recuperar la democracia es un bien preciado de los argentinos para una generación que ya no está dispuesta a discutirla. Cuando uno reclama república no es destituyente, es instituyente. Tenemos democracia y ahora vamos por la república”.
El ejemplo del campo
“En el 2001 tuvimos dentro de la democracia un golpe cívico-corporativo de una clase política que -sin tener la disciplina de esperar que se venza un mandato o que haya mecanismos institucionales para remover un presidente que pudo haberse quedado durmiendo la siesta en la Casa de Gobierno- hizo eso. Aprendimos -con dolor- que la solución de 2001 fue un problema y no una solución. Pedimos “que se vayan todos’ que es la fórmula para asegurarte que se queden los mismos para siempre; gritamos “reforma política ya’, “el hambre es lo más urgente’, “acceso a la información’, etc. Apenas la economía mejoró, abandonamos todas las reivindicaciones. Hizo falta que el boom de los commodities y que la economía nos dieran alguna prosperidad -sin cambiar nada de lo estructural- para que la sociedad civil vaya aprendiendo que con testimonio, con manifestación y con queja reactiva no vamos a cambiar nunca.
“La crisis del campo fue un excelente ejercicio cívico de resistencia para que no se lleven las instituciones. Tenemos que agradécerselo al campo y de allí mi disposición que en todo lugar donde nos invitan a participar vamos, para pedirle a nuestros hermanos del campo que no aflojen, que no bajen los brazos, que fue un ejemplo haber salido de la tranquera. Está pendiente de realizar en que no lo hagamos solamente por una reivindicación sectorial sino por las instituciones de la república, para que todos tengamos la dignidad del pan que es algo que la Argentina rica en recursos tiene pendiente para darles a los que no tienen”.
Coyuntura y estructura
El título de la conferencia refleja lo que es una constante argentina para el religioso “democracia republicana: de unitarios y feudales a representativa y federales”. “Son temas de coyuntura que son síntomas de problemas de estructura. Vamos migrando coyunturalmente, de crisis en crisis, en situaciones que siempre estamos analizando como nuevas pero que remiten a traumas de la historia argentina no resueltos y que vuelven a surgir. Uno que está claramente establecido es la tensión entre unitarios y federales. A pesar de que la Constitución es clara: somos una república, representativa y federal, pero terminamos siendo una democracia que elige a sus representantes legítimamente, que no tiene una república plena en su funcionamiento sino sólo formal, porque una vez que los representantes son legalmente elegidos por el voto popular, de manera ilegítima, en vez de ser regulados por poderes independientes pretenden superpoderes para ejecutar a la república, subordinar al Legislativo para que no pueda legislar sino rubricar lo que mandan, tener condicionado a un Poder Judicial controlado por un Consejo de la Magistratura que es una policía política y desde esa neutralización de la república, que no es funcional sino formal, volver a un régimen unitario y feudal. En lugar de representación tenemos delegación”.
Hora de “meterse”
No duda en afirmar que -según la Constitución- “los legisladores que en el Congreso votan para entregar la suma del poder público al Ejecutivo son traidores a la Patria”; se queja de que “en las listas sábanas nos siguen acostando a todos” y llama a no asombrarse de la presencia de un religioso en la política cívica, e insta a recordar la presencia de clérigos en Mayo de 1816, en Tucumán en 1816 y en otros hitos históricos como la sanción de la Constitución. “Cuando los valores y las instituciones están siendo profanadas no hay ningún sector de la sociedad exenta de plantear la antinomia”. Recuerda que a una generación nos enseñaron a “no meternos” para afirmar que “hoy no hay nada más peligroso que no meterse y no comprometerse. Tenemos que comprender que la espiritualidad cívica que es lo que me motiva a peregrinar la Patria y hacer esta catequesis cívica, es lo que tenemos que hacer. La espiritualidad no puede quedar recluida sólo a la libertad de conciencia de los templos, la espiritualidad es lo que devolvería la dignidad a la Nación que son las utopías aún pendientes de que la Argentina, siendo nuestra tierra prometida, le dé la dignidad del pan, del trabajo, de la salud, del techo y de la educación a todos sus habitantes”.
Los dirigentes como emergentes
Bergman admite que uno de los problemas centrales está en los valores y en la cultura de los argentinos. “Nuestros dirigentes son lo que se nos parecen, son la expresión cultural, exponencial de las pequeñas grandes cosas de una corrupción cultural en valores que tenemos los argentinos. No es una buena idea dedicar toda la energía y el tiempo en hablar de ellos. Ellos son un emergente de nosotros, es tiempo de que sinceremos nuestra hipocresía cívica. Además de recordar qué es lo que elegimos debemos tener disciplina institucional. No puede ser que nuestro estado de ánimo cambie, no cuando se traicionan los principios, sino cuando nos tocan el bolsillo. Porque hasta que la economía funciona, nadie está dispuesto a ceder su propio interés y trabajar por el bien común”.
Reafirma que “la Argentina cambia únicamente si cambiamos a los argentinos. La buena noticia es que si queremos podemos. La mala es que esto lleva mucho más tiempo que la angustia existencial de un cronograma electoral y que trabajar en oposición contra alguien. Esto es a favor de todos, es educación, es ejemplaridad, es un cambio de valores. Nos va a llevar más de una generación”.