Contrapunto con Julio María Sanguinetti

“Uruguay es un país de centro donde los extremos son pequeños”

Sanguinetti nos recibe en su casa de Punta Carretas. Dos veces presidente de la República es un político que continúa gravitando en la vida pública uruguaya. Sus libros están en las librerías; sus declaraciones son recogidas por los diarios casi todos los días. Conversamos en su biblioteca donde abundan los textos de historia, teoría política y arte. Está apurado y no lo disimula. En el desarrollo de la entrevista se va serenando y terminamos hablando de pintura y música.

Rogelio Alaniz

—A muchos argentinos Uruguay nos parece un modelo de cultura republicana. ¿Es así?

—Más o menos. La política uruguaya siempre ha sido civilizada en el siglo veinte en cuanto al diálogo, la racionalidad y la regularidad de la vida institucional.

—¿Y cómo funcionó el diálogo político a partir de la restauración democrática?

—El diálogo ha sido bueno, lo cual no quiere decir que no tengamos visiones diferentes del país. Lo que no se ha perdido felizmente es el respeto a la institucionalidad, el respeto a las jerarquías. En Uruguay el señor presidente es el señor presidente... nosotros establecemos una diferencia entre las personas y las instituciones.

—¿Cómo es eso?

—En ese punto nos diferenciamos de ustedes. En la Argentina se personaliza mucho el poder. Allí el presidente no es el presidente, es Menem, Kirchner, De la Rúa... se lo personaliza como si el presidente fuera un actor más.

—¿Y no es así?

—No, no es así. Para nosotros el presidente no es un actor más, es un actor que está por encima del resto y que el resto tiene que respetar.

—¿Que opinión le merece la llegada del Frente Amplio al poder?

—Más allá de las diferencias que tengo con ellos, y que son públicas, diría que el hecho tiene de positivo que confrontadas las fantasías utópicas con la realidad se demostró que había un conjunto de afirmaciones históricas de la izquierda que no eran viables.

—¿Por ejemplo?

—El Frente Amplio durante años pintó las paredes de Uruguay en contra del FMI. Cuando llegó al poder convivió pacíficamente con el FMI.

—¿Fue un baño de sensatez, de realismo o de oportunismo?

—De realismo diría yo; la realidad manda. Uno puede hablar toda la vida con no pagar la deuda externa, pero cuando se asume la responsabilidad del poder y se miden las consecuencias los eslóganes se caen.

—¿Establecería diferencias entre la izquierda chavista y la izquierda uruguaya, entendida esta última como una izquierda democrática?

—La izquierda uruguaya es totalmente chavista en sus proclamas. Eso no quiere decir que internamente apliquen las medidas de Chávez porque la democracia uruguaya tiene la madurez suficiente para no tolerar eso. Ahora, en el terreno de la retórica consideran a Chávez como un gran progresista pese a que sus actos dictatoriales son notorios, groseros y evidentes.

—¿Qué opina de la Unasur?

—Yo soy contrario a la Unasur. Creo que la Unasur no responde a ninguna realidad, ni cultural, ni política, ni histórica. Personalmente creo en latinoamérica como identidad cultural y política. Lo de la Unasur nació en Brasil y empequeñece y segmenta este gran espacio. Yo siempre me pregunto: ¿qué es lo que nos separa de México? Que México tiene un tratado de libre comercio con Estados Unidos, pero también lo tiene Chile.

—Uruguay siempre se ha preocupado por tener políticas independientes de Brasil y Argentina.

—Hay razones históricas que lo explican. No hemos tenido complejos frente a Argentina y frente a Brasil y por eso hemos tenido políticas exteriores distintas. La Argentina en el siglo XX ha sido muy antinorteamericana y el Uruguay no. En las dos guerras mundiales la actitud también ha sido diferente.

—Uruguay no vivió una experiencia como la del peronismo.

—En Uruguay no ha habido peronismo porque hubo un reformismo social con el batllismo a principios del siglo veinte. Eso generó que las clases inmigrantes y los trabajadores conformaran una vasta clase media que fue el sustento del país. En la Argentina eso se da mucho mas tarde con el peronismo y esa tardanza tal vez explique ciertas actitudes de revancha expresadas como autoritarismo político.

—¿Qué opina del corte de puentes protagonizados por los piqueteros de Gualeguaychú?

—Un disparate. Esto debió haberse resuelto de otro modo. De todas maneras ya se han cumplido casi tres años manteniendo esta situación absurda. Argentina y Uruguay son socios en el Mercosur; nuestras relaciones como Estados y sociedades siguen siendo normales y seguimos teniendo un pleito en La Haya porque no tenemos la madurez suficiente para resolverlo acá. La fábrica, por otra parte, ha empezado a funcionar hace dos años y todas las mediciones acusan normalidad. Por lo tanto lo que se está haciendo es un anacronismo disparatado.

—A su criterio, ¿cómo han manejado los dos gobiernos a este conflicto?

—Creo que el gobierno uruguayo cometió en algún momento un error de planteo, pero creo que básicamente el gobierno argentino tuvo una gran intransigencia y fue sometido a los reclamos de una asamblea de una ciudad que estaba mal informada. Lo que más hirió a los uruguayos no fue el reclamo o el debate, sino que se cortara la ruta y que se estuviera diciendo que el piquete no se podía levantar cuando por todas partes en la Argentina se levantaban piquetes.

—¿En Uruguay la contradicción en estas elecciones está planteada entre derecha e izquierda?

—Yo diría que en Uruguay no haya derecha...

—Siempre la derecha dice que la derecha no existe...

—Si tomamos el tema social yo diría que en Uruguay lo más avanzado que hubo fue el batllismo. En aquellos años lo conservador era el partido Blanco. Hoy yo diría que el Uruguay es un país de centro donde hay extremos que son pequeños.

—En caso de segunda vuelta, ¿los blancos y los colorados van juntos?

—Yo diría que en la segunda vuelta no hay partidos sino candidatos. Todo indica que los votantes blancos y colorados tienden a creer más en un candidato de partido tradicional que en un candidato de Frente Amplio.

—¿Y acaso el Frente Amplio ya no es un partido tradicional de Uruguay?

—En el sentido histórico lo es. Es menos tradicional en el sentido de que se configura como una coalición.

—¿Que opinión le merece Mujica como candidato?

—Es un candidato con un pasado guerrillero y antidemocrático conocido.

—Pero lo ha revisado.

—No tanto. Es verdad que desde que volvió la democracia actuó dentro de la paz, pero nunca dijo que se arrepintiera de lo que había hecho. De todos modos, le diría que con respecto a todas estas movilizaciones en contra de la ley de caducidad y a favor del juicio a los militares, Mujica no ha sido un factor de agitación sino de apaciguamiento. Así y todo creo que es un candidato confuso, con ideas poco claras. Y lo que menos me gusta de él es su estilo, un estilo que practica la deformación del lenguaje y una agresividad cívica que no se compadece con nuestras tradiciones.

—¿Qué reconocería de este gobierno y qué criticaría?

—Lo primero que le critico es que no supo aprovechar la bonanza internacional que vivió el país. Todos los gobiernos tuvieron recaudaciones fabulosas, ingresos exteriores muy buenos. Algunos lo aprovecharon bien. Brasil liquidó su deuda externa; Chile creó un fondo para compensar la caída de los precios y en Uruguay no se hizo nada, por el contrario, aumentó su endeudamiento.

—¿Los sectores humildes mejoraron la calidad de vida con un gobierno de izquierda?

—Las cifras son muy claras. La actividad económica creció en cinco años un 32 ó 33 por ciento. Y la pobreza bajó de un 29 por ciento que a un 26 por ciento. Por su lado, la distribución del ingreso no mejoró, empeoró. ¿Y esto por qué? Porque se golpeó a la clase media con impuestos y entre las clases populares no se han hecho escuelas, viviendas y liceos. Este gobierno tuvo la oportunidad de hacer un tratado ventajoso con Estados Unidos y no lo hizo. El presidente estaba de acuerdo, el ministro de Economía estaba de acuerdo pero el remanente ideológico que todavía subsiste en el Frente Amplio lo impidió.

—Todavía no me mencionó un mérito de este gobierno.

—Yo le reconocería más de uno. El primero, haber rectificado su oposición a la política forestal que iniciamos nosotros en 1987. En segundo lugar, le podría reconocer las virtudes del Plan Seibal de difusión de las computadoras para los niños, pero todo ello dentro de un formidable déficit educativo.

“Uruguay es un país de centro  donde los extremos son pequeños”

Julio María Sanguinetti y Rogelio Alaniz, en una entrevista que empezó apurada y tras recorrer los caminos de la política uruguaya, terminó distendida.

Foto: Marisa Spina