En blanco y negro

La decisión de Alarcón corona una semana agitada, en donde la agenda nacional volvió a estar signada por los destinos del campo.

Federico Aguer

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Para Carlos, hombre criado en el campo, la jugada de María del Carmen Alarcón es una lisa y llana traición. Una afrenta a la gente que confiaba en ella y a su misma prédica en el grupo Pampa Sur. Otro eslabón en una cadena de deslealtades, en detrimento de Reutemann y Binner.

Para Juan, hombre de ciudad pero relacionado con el sector, la movida puede encerrar un salto hacia adelante, en la búsqueda de un espacio que permita “hacer” cosas y “zafar” de la encerrona de la que no saben, no pueden o no quieren salir el Gobierno y la Mesa de Enlace.

Los Kirchner, por su lado, lanzaron un globo de ensayo que causó estupor: el proyecto de aumentar retenciones al soja al 40 o 45%, eliminando el gravamen para el trigo y el maíz. La medida, como todas las pergeñadas por esta gestión, encubre una trampa. La campaña de los cereales refleja una realidad paupérrima e inédita en nuestra historia nacional: no se puede privar de algo que no existe. Por otro lado, agilizó la venta de soja por parte de productores temerosos de quedar “entrampados” dentro del nuevo gravamen.

El ruralismo agrupado decretó una nueva medida de fuerza en rechazo del proyecto y de la falta de medidas concretas de ayuda al campo. La misma incluye la no comercialización de carnes y granos hasta el 4 de septiembre, aunque -según se encargaron de aclarar- no causará desabastecimiento en las ciudades.

Las entidades vuelven al estado de asamblea, aunque el ánimo de los productores está bastante lejos de aquella actitud cívica movilizada por el sector en las rutas del país.En todo nuestro norte provincial, el paro ya se manifiesta “de hecho” desde hace un buen tiempo a esta parte. Saben que de cumplirse los pronósticos respecto al clima en la primavera, la campaña sojera volverá a ser un récord. Para ellos, eso es un buen dato, pero para el Gobierno también y -se sabe- éste estará atento para poder “morder” cuando la siembra ya está en marcha, volviendo a cambiar las reglas de juego sobre la marcha.

Lo cierto es que para el hombre de campo, los códigos de nuestra política son bastante difíciles de entender. Tranqueras adentro, la palabra es un bien intangible, pero tan valedero como el oro. Lo blanco es blanco y lo negro, negro. En los pasillos del poder, en cambio, las vocaciones personales se desarrollan y desenvuelven en una amplia gama de grises que todo justifican. El senador que decía defender al sector rural no bajó al recinto a votar, y debería dar las explicaciones del caso, aunque para muchos hombres de campo, ya ni sus propios dirigentes los saben representar.