Al margen de la crónica

Sobreviviendo al Holocausto

El silencio ganó el recinto de Diputados. Raquel (Mónica) Dawidowicz empezó a dar testimonio de su vida. Minutos antes había recibido un diploma que la declaraba huésped de honor de la Cámara Baja de la provincia. Situó la historia en un pueblo polaco que hoy pertenece a Bielorrusia, la deportación de su familia a un ghetto donde nació en 1941 en plena Guerra Mundial. El padre tuvo la valentía de sacar a sus tres hijas del lugar y entregarlas a vecinos de la zona; así, pudieron sobrevivir a esa etapa de locura y muerte. Criada por una familia polaca, con otra identidad, al finalizar la contienda familiares partisanos empezaron a rearmar el grupo familiar y la llevaron a Suecia. Sin padres, la familia define que su destino será Buenos Aires, donde quedaría a cargo de unos primos sin hijos, pero ni Argentina ni Estados Unidos aceptan el ingreso de judíos. Sí la recibe Uruguay y un familiar cumple el mandato: la ingresa clandestinamente a la Argentina en 1950 y la entrega a sus primos, que la van a criar como hija y con nombre falso. “El gobierno de Perón, que dejaba entrar a los jerarcas nazis y les facilitaba cambiar su nombre, no permitía el ingreso de familias judías”, disparó en un momento para explicar su historia de vida. “Yo no tenía voz, pese a estar viva”, añadió.

Recién con el gobierno de Fernando de la Rúa se legitimó a los sobrevivientes de la Guerra Mundial que habían ingresado clandestinamente al país en la década del ‘50. Fue a partir de ese momento que Raquel ó Mónica, nombres utilizados en distintas etapas de su vida, decidió dar testimonio “para alzar la voz por aquellos que no tienen voz”. En el medio del silencio del recinto afirmó “la Shoá existió y quien la niega hace apología del delito”. Después, recordó que un millón y medio de niños murió en la Guerra y sus voces no prosperaron. “Mi esperanza son esos jóvenes”, dijo, mirando a la barra colmada de alumnos de nivel medio, y su voz se quebró.