Con diez mil espectadores
Con diez mil espectadores
Rafaela y su gran fiesta
Se realizó durante cinco días la V edición del Festival de Teatro de Rafaela. La ciudad se vistió de fiesta y cobijó espectáculos para todos los gustos.
“Hube amado”, con la estupenda y entrañable interpretación de María Eugenia Meyer.
Roberto Schneider
Fotos: Gustavo Conti
“Este es uno de los mejores, particulares y más bellos festivales del país”, puntualizó la ministra de Innovación y Cultura de la provincia, Chiqui González, en la noche inaugural del V Festival de Teatro de Rafaela. “El teatro es un acto de presencia en la era de la mediatización. Este festival pone en escena el cuerpo y la palabra y, fundamentalmente, la innovación, las ideas. Si sigue el festival, sigue el teatro. Y si sigue el teatro, es seguro que lleguemos a ser buenos ciudadanos”, enfatizó la ministra con su acostumbrado tono poético y convincente, pleno de contundencia.
Las palabras de Omar Perotti, el intendente, recordaron el sueño que comenzó en la Fiesta Nacional de 2004. Dijo tras consignar que es un compromiso para una inversión importante que “Rafaela tiene que ser una referencia provincial y nacional en material cultural”, para poner de relieve en su discurso que es importante “hacer cosas que trasciendan y perduren desde el interior del interior”.
De entrada nomás, hay que decir que Rafaela fue una fiesta con todas las de la ley: excelente organización y difusión, muy buenos espacios para que los elencos visitantes puedan ofrecer sus producciones y el interés de los rafaelinos por asistir a cada uno de los espectáculos fueron la nota distintiva de un encuentro ya imprescindible en el panorama de los festivales argentinos. Porque es excelente por donde se lo mire.
La Municipalidad de Rafaela, el Ministerio de Innovación y Cultura de la provincia de Santa Fe y el Instituto Nacional del Teatro fueron los responsables de que esta V edición alcanzara el éxito. Durante 5 días se presentaron, en diferentes salas de la ciudad, elencos de todo el país en las disciplinas teatro para adultos, para niños, títeres y teatro danza a partir de la realización de 33 funciones. Una buena manera de conocer en profundidad la actividad escénica que se desarrolla en la Argentina.
Todas las nuevas tendencias estuvieron representadas en el Festival por lo que los espectadores tuvieron la posibilidad de apreciar las diferentes creaciones, con cruces estéticos que se potenciaron por el ingenio creativo de artistas de diferentes generaciones.
“Un poyo rojo”, buena propuesta al aire libre.
Un proyecto crecido
A lo largo de nuestra historia personal como crítico teatral, hemos asistido durante muchos años a ver y sentir el teatro de Rafaela. El municipio rafaelino organizó el sistema de coproducciones para premiar a tres elencos elegidos por un jurado para que se presenten en la fiesta. No se trata aquí de consignar la historia del teatro rafaelino (de la que dan cuenta críticos e investigadores locales) sino de sostener que los años no han pasado en vano. Dos de las propuestas elegidas dejaron muy bien parado el nivel del teatro rafaelino.
La primera de ellas fue “Hube amado”, de Gustavo Mondino y María Eugenia Meyer, a cargo del Grupo La Máscara, un espectáculo que conjugó diversos recursos expresivos en una trama muy movilizadora, enriquecida por el valor literario del texto. El director Gustavo Mondino reformuló en un verdadero trabajo de síntesis las matrices de representatividad de la obra, escrita como una “nouvelle” que aborda el tema del amor y de la memoria, tanto individual como colectiva, y su interrelación.
En la coherente puesta en escena cobró valor la utilización del soporte estético como medio específico de escritura dramática, justamente por el carácter de huella testimonial de la memoria. En tal sentido, texto e imagen se complementaron y los altos valores estéticos actuaron como huellas disparadoras del recuerdo. Un afiatado elenco colaboró en los logros del montaje y sería injusto no mencionara a Marilú de la Riva y Sebastián Zoppi más la brillante interpretación de María Eugenia Meyer, entregada con cuerpo y voz a su atribulado personaje.
El otro punto relevante fue la presentación del Grupo En Alaska que ofreció “Atacar”, de Santiago Alassia, un trabajo que permitió apreciar cómo se evoluciona con la labor de los dramaturgos y los actores rafaelinos. Alassia dirigió a Gustavo Poggi e Iván Tritten, que tuvieron a su cargo la contundente interpretación de una historia fragmentada en el tiempo, de muy clara lectura. Aquí cabe hablar de una verdadera dramaturgia del actor: ambos “escribieron” sobre la escena, con cuerpo y voz, la historia que van contando. De una manera verdaderamente subyugante. El texto alassiano permite establecer la presencia de dos personajes de carne y hueso, verdaderos, con historias y motivaciones, con hastíos y anhelos, víctimas y verdugos, como todos. O como uno solo, tal vez la síntesis más perturbadora.
Se destaca la relación con el espectador en un trabajo que rescata lo siniestro para transformarse en un hallazgo creativo. Una apuesta difícil, la de reivindicar el teatro de la palabra en un tiempo de imágenes espectaculares; la de plantear problemas profundos en una época de banalidades consumistas; y la de hablar del individuo, en días de tanta pavada circundante.
De escasos valores resultó “Viva el canguro”, de Laura Devetach por Los Hijos del Pepenador. El espectáculo de títeres dedicado a los niños y los adultos careció de una dramaturgia sostenida y, aunque los muñecos de Matías Zurbriggen eran de buena factura, los actores debieron luchar con una deficiente iluminación y un sonido ensordecedor, que alejó espectadores.
Los tres brillantes actores de Cirulaxia Contra-Ataca.
Menciones especiales
De la numerosa cantidad de espectáculos de excelencia indiscutida no podemos dejar de mencionar “Rutilantes”, con la frescura y el encanto de Los Amados; toda la fuerza política de “Chiquito”, de Luis Cano; “Crónicas de un comediante” y una interpretación para el recuerdo, la de Manuel Santos Iñurrieta; la modernidad en el mejor sentido del término de “Reflejos”, a partir de una inteligente dramaturgia de Matías Feldman; la maravillosa experiencia de “Lustro”, al aire libre, con dos estupendos clowns; la fuerza expresiva de “Tualet”, de Juan Onofri Barbato, y todo el encanto de “deSastres”, de los magníficos integrantes de Cirulaxia Contra-Ataca, de Córdoba.
Todo puesto al servicio de una programación inteligente, que año tras año suma espectadores rafaelinos ávidos por el arte teatral. Chapeau.
El encanto de Los Amados en la noche inaugural.
Abanico de texturas
Gabriel Peralta
www.criticateatral.com.ar
Revista Funámbulos
Para un crítico de teatro que desarrolla todas sus actividades en la Capital Federal, un festival en cualquier provincia del país le abre visión y lo saca de la endogamia congénita del teatro capitalino. Más si ese festival desde su organización, programación y actividades, mezcla variadas sensaciones y produce reflexión.
Eso es lo que me provoco a mí el Festival de Teatro Rafaela 2009. Porque no sólo encontré buen trato, respeto, cordialidad, y una sana intención para que todo se diera de acuerdo con lo organizado; sino que desde la propuesta de su programación posibilitó que se abriera un abanico de texturas que permitieron interesantes reflexiones.
Y los más movilizante fue que esas reflexiones se pudieron compartir en un marco cordial no exento de algunos interesantes contrapuntos. Por si fuera poco, no sólo me permitió conocer la voz de los creadores, sino también la de colegas con su propias y personalísima miradas, y entender la variedad de universos que existen en cada región del país.
De más está decir que el nivel del Festival fue estupendo, que primó la diversidad y así se esquivó la repetición de líneas estéticas.
Que en lo personal tuve el desafío por primera vez en mi carrera de decir lo que pensaba de un espectáculo frente a su creador y sus hacedores, y así entendí que estar en desacuerdo no es estar enfrentado y que el creador en sus obras coloca y promueve sacudones que ni él imaginaba.
Así que puedo decir de este Festival: que por él conocí gente que ya guardo en mi corazón; que me permitió disfrutar el teatro y por sobre todas las cosas recuperé el sentido del término festivo, que por estos lares capitalinos se deja cada vez más de lado.
La contundencia política de “Chiquito”.
La liturgia teatral recuperada
Jorge Montiel
Crítico de artes y espectáculos
Quienes llegamos desde la gran urbe que es la ciudad de Buenos Aires, intoxicados por los continuos bocinazos, la música a todo volumen, las perforadoras de pavimento y una acumulación sonora que mortifica cotidianamente nuestros sufridos oídos, quedamos impactados, conmovidos por el silencio que reinaba durante cada función.
A diferencia del ya aceptado concierto de evitables toses, celulares que no se apagan a tiempo, la inoportuna desenvoltura de caramelos -que parece eterna- y los impulsivos murmullos que asaltan cualquier representación porteña, los rafaelinos, en cambio, colmaron con entusiasmo las distintas salas y los múltiples espacios donde se desarrolló la edición 2009, con actitud respetuosa, interesada y atenta.
Quizás la herencia de las colectividades italianas que arribaron durante el siglo XIX al país, y dieron origen a la ciudad -presente en la genética de cada rostro que cruzamos-, o su inusual cantidad de escenarios y grupos profesionales, activos durante todo el año, justifiquen la pasión teatral. Tal vez.
Lo cierto es que cual feligresía que asiste al templo en comunión espiritual para celebrar una ceremonia religiosa, en Rafaela, tanto artistas locales como espectadores, todavía entienden que el teatro también puede vivirse con el mismo espíritu de pertenecer a un culto tan ancestral como compartido, destinado a enaltecer la existencia humana. En estos tiempos desolados, de acérrimo individualismo, no es poca cosa.
Todo el esplendor de “Tualet”.
/// EL DATO
10.000 rafaelinos asistieron a funciones realizadas en los diversos escenarios previstos para el festival: salas, vecinales y espacios al aire libre. La cifra es elocuente: los rafaelinos se apropiaron del Festival y son sus más excelsos protagonistas. Con un bello hambre de teatro.