EDITORIAL

Números que esconden realidades

Según los informes oficiales del gobierno, el índice de pobreza de la Argentina alcanza al trece por ciento de la población, es decir, alrededor de cinco millones de personas, una cifra que no es para quedarse tranquilo. Sin embargo, los números que brinda el gobierno parece que distan mucho de ser verdaderos. Por el contrario, las mediciones más responsables consideran que las cifras reales duplican con generosidad a las oficiales, motivo por el cual en lugar de cinco millones de pobres, hay alrededor de doce millones de personas sometidas a la imposición de la pobreza.

Las mismas mediciones se encargan de decir que se estima que alrededor de seis millones de personas viven en la indigencia total, afirmación que de ser verdadera estará dando cuenta de una crisis social superior a la de los denostados años noventa.

Está claro que este gobierno no respeta las mediciones y, por el contrario, se propone manipularlas cada vez que puede. Lo sucedido con el Indec así lo prueba. Lo preocupante con el caso de la pobreza es que más que manejar cifras se están manipulando vidas, tragedias humanas y cotidianas. Como los Kirchner son conscientes de que el crecimiento de los índices de pobreza expresan el testimonio elocuente del fracaso de una gestión que, además, dice estar comprometida con los pobres, no se les ocurre nada mejor que “dibujar” las cifras, mentir, en definitiva.

La operación es amoral, pero además burda. Tan torpe es la maniobra que un funcionario oficialista se ufanó de que en nuestro país los índices de pobreza son parecidos a los de Estados Unidos. La mentira además de evidente es doble, porque al engaño de las cifras generales se le suma el hecho incontrastable de que la pobreza en nuestro país alcanza a sectores que ganan menos de 300 dólares mensuales, mientras que en Estados Unidos esa cifra es de alrededor de 1.800 dólares.

Un recurso del oficialismo para justificar lo sucedido es el de atribuirle todas las culpas al neoliberalismo dominante, según ellos, durante más de veinticinco años. Es verdad que a la pobreza no la inventaron los Kirchner, pero no es menos cierto que su gestión en lugar de empezar a resolverla, la ha agravado. Así y todo, a favor de ellos debería decirse que efectivamente la pobreza es un problema serio que no se resuelve invocando paradigmas ideológicos, sino emprendiendo en el mediano y largo plazo estrategias prácticas que permitan ir reduciéndola.

No es sencillo determinar las causas que provocan la pobreza y mucho menos es arbitrar políticas realistas que permitan combatirla. La experiencia enseña que la batalla puede librarse con éxito cuando existe un amplio consenso nacional. En todos los casos, lo que adquiere prioridad es la educación, es decir, la capacitación de los menos favorecidos socialmente para que puedan intervenir en un mundo cada vez más complejo y exigente. Hasta tanto no se empiece a avanzar en esa dirección, todo lo que se diga y todas las maniobras que se perpetren para dibujar los números serán burdas engañifas, que no harán otra cosa que perpetuar y agravar una realidad injusta e inhumana.