El espíritu constructivo de Mariano Moreno

Elda S. de González

El Dr. Mariano Moreno, uno de los grandes protagonistas de la Revolución Argentina, nació el 23 de septiembre de 1778. Recordarlo es obrar con justicia.

Retrocederemos en el tiempo hasta encontrarnos con su genial figura. El propósito aquí es poner de relieve algunas de sus ideas para que tratemos de reflexionar sobre ellas.

Después de haber transcurrido solamente siete días de aquel glorioso 25 de Mayo de 1810, la Junta dicta el decreto que dispone “salga a la luz un nuevo periódico semanal con el título de Gazeta de Buenos Aires”. Es importante destacar que en la primera página del primer número, que aparece el 7 de junio de 1810, figura este pensamiento de Tácito: “Rara temporum felicitate, ubi sentire quae velis, et quae sentias dicere licet” (“Rara felicidad la de los tiempos en que es lícito sentir lo que se quiere y decir lo que se siente”). Los intelectuales son invitados por la Junta a participar, pero es Mariano Moreno quien, desde su profundo patriotismo, se constituye en el más fervoroso redactor.

En el artículo “Fundación de la Gazeta de Buenos Aires”, Moreno explica que el propósito de la Junta, al fundar el nuevo periódico, es anunciar al público las noticias de interés, interiores y exteriores. Allí manifiesta su preocupación al plantear este interrogante: “¿Por qué se ha de envolver la administración de la Junta, en un caos impenetrable a todos los que no tuvieron parte en su formación?”. Y afirma: “El pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes...”. En este sentido va su proyecto. De espaldas a un sistema de gobierno que pretende no rendir cuentas a nadie de sus actos, asume la defensa del pueblo y en éste deposita su confianza, al propugnar una filosofía política que privilegia la voluntad popular.

El 21 de junio de 1810, publica el artículo “Sobre la libertad de escribir”. En uno de los párrafos, señala: “... si se oponen restricciones al discurso, vegetará el espíritu como la materia; y el error, la mentira, la preocupación, el fanatismo y el embrutecimiento, harán la divisa de los pueblos, y causarán para siempre su abatimiento, su ruina y su miseria”. Resulta oportuno recordar que la servidumbre, el despotismo y la obsecuencia envilecen, al atentar contra la libertad de pensamiento. En cambio, las prácticas democráticas como la tolerancia, la participación, la discusión, el consenso, al establecer otros modos de convivencia, van gestando una sociedad que crece alejada del temor y la hipocresía. Tener un espacio para decir lo que se piensa, es una conquista de aquellos pueblos que han comprendido que el espíritu nace libre y adquiere así el derecho de expresarse, sin trabas.

El 13 de septiembre de 1810, Moreno anuncia la creación de la Biblioteca Pública. En esa oportunidad dice: “... ha resuelto la Junta formar una biblioteca pública, en que se facilite a los amantes de las letras un recurso seguro para aumentar sus conocimientos”. Más adelante agrega: “Por fortuna tenemos libros bastantes para dar principio a una obra que crecerá en proporción del sucesivo engrandecimiento de este pueblo”. En el mismo texto, habla de la política destructora del gobierno anterior, que miraba como un mal de peligrosas consecuencias la ilustración del pueblo. Entiende que toda casa de libros atrae a los literatos con una fuerza irresistible, y la concurrencia de los sabios con los que desean serlo produce una manifestación recíproca de luces y conocimientos, que se aumentan con la discusión y se afirman con el registro de los libros, que están a mano para dirimir las disputas.

Moreno es energía en la Revolución y es también el educador. No se equivoca. Sabe que la lectura es un medio positivo que permite despertar las conciencias cuando son avasalladas por el despotismo. Sabe que de la movilidad interior que los libros provocan, pueden surgir concepciones nuevas de la vida y posiciones alejadas del sometimiento. Sabe también que si las autoridades no trabajan en pos del crecimiento cultural del pueblo, el intento de vivir democráticamente puede resultar un fracaso. En el “Prólogo a la traducción del Contrato Social”, dice: “... si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas, y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos, sin destruir la tiranía”.

El secretario de la Junta, el político entusiasta, se aleja de este mundo siendo muy joven. Quedan sus principios para quienes continúan la lucha emancipadora. En “La evolución de las ideas argentinas”, José Ingenieros destaca la firmeza de ánimo evidenciada por el ilustre patriota. Allí expresa: “No es frecuente esa virtud del humano carácter que permite decir toda la verdad que se cree, explícitamente, sin temor a las consecuencias funestas que ella suele acarrear al que la dice”.

El Dr. Mariano Moreno será siempre merecedor de nuestra admiración y respeto, principalmente porque la valentía que anima su pluma se constituye en un vigoroso símbolo de la libertad de expresión.

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“Rara felicidad la de los tiempos en que es lícito sentir lo que se quiere y decir lo que se siente”. Esta frase de Tácito aparecía en el primer número de la Gazeta de Buenos Aires. En la ilustración: boceto de Mariano Moreno, por Pedro Subercaseaux.