Llegan cartas

Desorientado

M. Carlos Visentín.

DNI. 2.389.173.

Señores directores: Estoy desorientado con el país. Intentando clarificar mis ideas, me situé en una nave y me fui al carajo. ¿Para qué? Para ver si con la altura podía ver más lejos y descubrir lo que de cerca no puedo discernir. (Para quienes crean que he incurrido en un improperio con la palabra carajo, ruego visiten el mataburro y verán que así se denomina al lugar más alto del mástil en las embarcaciones donde se ubicaba el marinero para ver más lejos. Generalmente mandarlo al carajo era un modo de castigarlo).

¿Cuáles problemas argentinos me desorientan? Muchos, pero voy a dar mi modesta opinión sobre los más actuales, visto desde la altura que me da el carajo.

Ley de medios: esta ley tiene olor a libertad de prensa y me desorienta tantos artículos cuyo significado, según parece, tienen gatos encerrados y es evidente que originan una desconfianza generalizada. La libertad de prensa es la base de un país libre. Matar a la prensa opositora es caer en la más vil de las tiranías. Las más sangrientas las ejercieron. Pretender restringirla en democracia es un delito de lesa humanidad, porque mata el derecho del pueblo a estar informado, ejerciendo el Estado un poder injusto y prepotente. Ya lo escribió Sarmiento: “Las ideas no se matan”.

Corrupción: la compra de voluntades para lograr votos en las Cámaras por parte del gobierno es un delito que la Justicia debería investigar. Es utilizar un procedimiento mafioso para apretar al legislador violando todo concepto moral. Pero lo raro, y lo que me desorienta, es el error al descalificar a quien modifica su postura política, llamándolo traidor y otros conceptos lapidarios, sin ocuparse de quien lo tentó con sorpresas, con dádivas, premios ocultos, o amenazas, que también las hay. Esto merece, creo, igual o peor crítica, porque una vez más aparece el poder del Estado, el que debe dar el ejemplo de un buen proceder, y ocurre lo contrario.

Defensa Nacional: es otro aspecto conflictivo que me desorienta y que todo el mundo rehúye opinar, en un momento en que la Justicia está castigando a militares que se excedieron en su lucha contra la guerrilla, en una triste época que ojalá no vuelva. Yo estoy en contra de todos los excesos, tanto de la derecha como de la izquierda. Opinar sobre este problema es entrar en un asunto que no es motivo de esta carta, que es otro. Declaro que al ejército lo quiero en los cuarteles, no en el gobierno. Pero la defensa de sus fronteras exige a un país moderno tener su ejército, el ejército que la Argentina no posee actualmente, porque tiene menos capacidad bélica que la simple policía. Esto es real, fuera de toda política, y ocurre que las fronteras de nuestro país, tanto terrestre como marina o aérea, son violadas permanentemente. Mientras tanto, todos los países sudamericanos y del mundo, lejos de desmovilizarse, actualizan, modernizan y fortifican sus ejércitos. Pero reitero, para evitar equívocos, al ejército lo quiero en los cuarteles, no en el gobierno.